Bolivia en la encrucijada

En el año 2020, en Bolivia, luego del golpe de Estado que sacudió al país en 2019, las elecciones no lograron cerrar las heridas que se abrieron. La crisis continúa dividiendo al país, incluso al interior del Movimiento Al Socialismo (MAS)
Julieta Ferrario / Zuma Press / ContactoPhoto
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El golpe del año 2019 provocó una crisis en la estructura estatal, con fuerzas policiales y militares enfrentándose al gobierno de Evo Morales. A pesar de que se restableció la democracia y el MAS obtuvo la victoria en 2020, las divisiones persisten.

La tensión entre Evo Morales y Luis Arce es un microcosmos de las complejidades inherentes a los movimientos políticos en evolución. En esta tensión se reflejan complejidades de diferentes factores, dentro de los cuales uno de ellos es el de liderazgo y sucesión, pero más allá está la diversidad interna del MAS, una coalición diversa, que abarca movimientos indígenas, sindicatos, organizaciones campesinas y sectores urbanos.

Esta diversidad aunque enriquece el debate interno, también generar conflictos y dificulta la toma de decisiones. De lo anterior se desprende que el MAS, que surgió de los movimientos sociales, al llegar al poder ha tenido que equilibrar sus demandas con las exigencias de la gobernabilidad.

La presidencia de Evo Morales fue un período de transformación importante para Bolivia, marcado por el empoderamiento indígena, la nacionalización de recursos y la reducción de la pobreza. Como señala el intelectual boliviano Álvaro García Linera, "El proceso de cambio liderado por Evo Morales no fue solo un cambio de gobierno, sino un cambio de época". Sin embargo, su legado estuvo truncado por el golpe de Estado del 2019, trayendo como resultado una erosión gradual de las instituciones democráticas. Este contexto histórico es crucial para comprender la dinámica actual.

La salida de Morales en 2019, instigada por los intereses de EE. UU. en la región, fue aprovechada por fuerzas conservadoras para revertir muchas de sus políticas. La victoria de Luis Arce en 2020 representó un rechazo a este retroceso, pero también marcó diferencias dentro del MAS. Arce, aunque leal a Morales, buscaba forjar su propio camino, priorizando la estabilidad económica y la reconciliación nacional. Como resultado el MAS se muestra actualmente fraccionado entre las dos tendencia que cada uno de ellos representa.

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Esta división también se ha extendido a las organizaciones populares como la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la cual ahora cuenta con dos directivas nacionales.

La ruptura en la CSUTCB refleja la incapacidad del Estado boliviano para integrar la participación activa de organizaciones populares en las tomas de decisiones del Estado y más allá de la cooptación clientelar.

Las acusaciones recientes de Morales contra Arce revelan divisiones más profundas. Morales, ahora posicionado como una figura de la "vieja guardia", tiene reservas, porque ve una disposición de Arce a comprometerse con los oponentes políticos para adoptar un enfoque más moderado. Arce, por su parte, ve a Morales como una figura divisiva cuyo estilo de liderazgo podría poner en peligro la estabilidad política.

Esta tensión no es simplemente una lucha de poder personal. Refleja diferentes visiones para el futuro del MAS y de Bolivia. Morales representa un ala más radical, defendiendo la movilización de base y una agenda más asertiva. Arce encarna un enfoque más pragmático, buscando construir coaliciones y asegurar el progreso gradual. Como señala el politólogo argentino Atilio Borón, "La tensión entre Morales y Arce es un reflejo de la tensión clásica entre la lógica de la revolución y la lógica de la gobernabilidad".

La lucha interna del MAS tiene implicaciones que van más allá de Bolivia. Sirve como un estudio de caso sobre los desafíos que enfrentan los movimientos progresistas en todo el mundo. ¿Cómo equilibran la continuidad con la renovación? ¿Cómo navegan las diferencias ideológicas sin fracturar su base? ¿Cómo mantienen la relevancia en un panorama político en constante cambio?

Para Bolivia, el resultado de esta lucha podría determinar la trayectoria del país en los próximos años. Un MAS dividido podría abrir la puerta al resurgimiento de las fuerzas conservadoras, poniendo en peligro los logros sociales y económicos de la última década. Un MAS unido, aunque ideológicamente diverso, podría consolidar su posición como la fuerza política dominante, capaz de abordar los apremiantes desafíos que enfrenta el país.

En última instancia, la tensión entre Morales y Arce es un recordatorio de que la política es un proceso dinámico, marcado por el conflicto, el compromiso y la búsqueda constante de equilibrio. El futuro de Bolivia, y quizás el futuro de los movimientos progresistas en todo el mundo, depende de cómo se desarrolle esta lucha.

El movimiento popular, tan crucial en la historia de Bolivia, está encontrando obstáculos para avanzar más allá de la resistencia y las demandas inmediatas.

Tanto Morales como Arce deben buscar dirimir las diferencias para consolidar el proceso de consolidación progresista que se inició hace años en Bolivia. Ambos deben entender que el enemigo no es ninguno de ellos, el enemigo es otro. Como señala el intelectual brasileño Emir Sader, "La unidad de la izquierda es la condición necesaria para derrotar a la derecha y avanzar en la construcción de un proyecto alternativo".

En Bolivia, es imperativo abordar nuevas agendas políticas de unidad, que atiendan temas fundamentales como la educación, la salud, la justicia, los derechos democráticos y la participación de las organizaciones populares en las tomas de decisiones del Estado. La sumisión a disputas políticas dentro del MAS, solo conducirán a más divisiones y a la derrota.