Julian Assange libre #ElCierre

Tras 1901 días encarcelado y aislado, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, recupera su libertad; una victoria histórica para la libertad de expresión y el periodismo incómodo

laura-arroyo-cierre-25-junio

Es un día histórico y de buenas noticias para quienes creemos en la libertad de expresión, la democracia y la justicia. Julian Assange está en libertad. Repito: Julian Assange está en libertad. Tras 1901 días preso en una celda y aislado durante 23 horas al día, Assange por fin es libre. Tras siete años en el exilio y cinco años en una prisión de máxima seguridad, el fundador de Wikileaks que se atrevió a contar y narrar al mundo los crímenes de guerra que Estados Unidos había cometido. Imágenes, por cierto, que difundieron muchísimos medios de renombre en todo el mundo, pero sólo Assange fue perseguido por ello. Sirva este día tan importante para la libertad de expresión para decir un par de cosas. La primera que el ejercicio del periodismo como contrapoder es necesariamente un ejercicio incómodo. Assange es la evidencia más notoria de esa incomodidad y la valentía que hace falta para ejercerla. La incomodidad del periodismo serio que hace de contrapoder de gobiernos, pero también de las oligarquías financieras y de los directivos mediáticos coludidos con estas oligarquías, no es una declaración. El ejercicio serio de un periodismo incómodo supone un alto precio. Una factura costosísima que, en algunos casos, implica la pérdida de libertad. Julian Assange ha estado en el exilio, en prisión, pagando el precio de decir una verdad que tocaba directamente a los poderosos. Con nombres propios, con imágenes, con vídeos…con muchísima valentía. Puso el cuerpo, años de su vida y de su salud mental en nombre de esa labor también histórica. Su esposa Stella, sus hijos, sus seres queridos pagaron también esa factura. Que esta sea entonces la primera lección de esta jornada: la valentía para enfrentarse al poder no es nunca respondida con comprensión o tolerancia por el poder. Atreverse a decir ciertas cosas supone enfrentar también la reacción de estos poderes. No sólo en el periodismo, sino también en la política. Las campañas para silenciar a esos incómodos vienen en distintas formas e intensidades y es preciso reconocerlas porque, insisto, no es un tema de afinidades ideológicas, sino de reconocimiento de que decir ciertas cosas que están prohibidas de ser dichas suponen un alto precio que siempre ha de ser pagado en colectivo. Politicemos también la valentía. Esa es nuestra mejor forma de honrar la lucha de quienes, como Assange, lo hicieron antes.

La segunda lección tiene que ver con lo que hacemos, precisamente. La solidaridad internacional ha sido fundamental para ejercer presión durante todos estos años. Es verdad que hoy muchos dirán que se alegran con la noticia, pero es también de justicia reconocer a quienes desde el primer momento, sobre todo en el primer momento cuando era también incómodo posicionarse con Assange, nunca lo dudaron. Si el poder nos encuentra solos, gana. Hoy toca reconocer no sólo a los periodistas que salieron en su defensa y pidieron su libertad, o su familia que nunca dejó de luchar, o sus compañeros en Wikileaks como es el caso de Kristinn Hrafnsson, jefe redactor de Wikileaks. Toca reconocer también a Rafael Correa, quien con mucha oposición internacional, se atrevió a conceder el asilo a un personaje que era buscado por ejercer no sólo su libertad de expresión, sino por defender también nuestro derecho a la información relevante sobre lo que hacen ciertas potencias que luego van de demócratas por el mundo. Correa fue clave en el cuidado de ese derecho. Hay que reconocer a quienes no se pusieron de perfil cuando era lo más rentable políticamente.

Y la tercera lección es la de las tareas pendientes. Porque hoy nos alegramos por la noticia de la libertad de Julian Assange que habrá de ser refrendada por un juez mañana. Una libertad que ha llegado por un acuerdo al que llegó el fundador de Wikileaks con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Él acuerda declararse culpable de difusión de documentos secretos a cambio de una sentencia de 62 meses de prisión, que ya ha cumplido, con lo cual no tendría que volver a verse privado de su libertad. Pero decía que pensemos en las tareas pendientes o, mejor dicho, en los nombres pendientes. Hoy que Assange es puesto en libertad nos toca recordar a alguien que sigue en la cárcel sin ninguna razón que lo justifique: Pablo González, el reportero que desde febrero de 2022, hace 28 meses, está preso en Polonia sin ninguna acusación formal. No dejemos de decir sus nombres ni de exigir justicia porque ellos están pagando el coste de nuestro derecho a acceder a información. A Pablo González lo tiene preso este maldito régimen de guerra que prefiere silenciar a quien narra lo que ocurre aunque tenga que saltarse cualquier normativa para ello. No olvidemos.

A estas horas Julian Assange está libre, a espera de firmar el acuerdo que deje certificada del todo esta puesta en libertad. No pensamos, a lo mejor, que llegaría el día en que dejáramos de gritar “Libertad para Assange” como un deseo, para pasar a hacerlo como una realidad. Gracias por esa valentía y por dignificar este oficio que merece la pena ser ejercicio cuando nunca recibimos palmaditas en la espalda del poder. Gracias por esa lección, Julian.


Puedes ver el cierre de hoy en El Tablero por Canal Red aquí:

Nada de esto sería posible sin suscriptores