El problema del Estado de Palestina no es de reconocimiento, es de genocidio #ElCierre

Las palabras en sí mismas son hechos, pero cuando la credibilidad se encuentra mellada por los precedentes, las palabras también se devalúan
laura-arroyo

Ha retornado Pedro Sánchez. Ha retornado el Pedro Sánchez electoral. Por si había dudas, hoy hemos visto cómo ha iniciado la campaña del PSOE de cara a las europeas. Es verdad que tuvimos una previa el fin de semana que pasó con la participación del ultra Javier Milei, quien vino a hacerle la campaña a VOX y que , por lo mismo, vino a darle un apoyo indirecto a Sánchez, porque no hay nada mejor para el malmenorismo que el PSOE protagoniza muy bien, que construirse desde un “ellos o yo”. Ya lo hizo el Sánchez del 23J y vuelve a hacerlo hoy. Y, por lo mismo, nos preocupa. Porque no está la cosa como para tener al mal menor como bandera, sino, por el contrario, estos tiempos exigen el bien necesario. En tiempos de régimen de guerra y de genocidio, ¿se puede una conformar con quien acepta el marco bélico y permite que el genocidio continúe ya que anuncia proclamas simbólicas en lugar de políticas efectivas? Me parece que no. 

Pedro Sánchez ha cumplido, diez años después, con aquello que prometió. Sabemos que hablar de Palestina es una urgencia y un valor y lo reconocemos como tal. Pero también recordamos, porque conocemos muy bien lo que significa, los riesgos de hablar sin hacer y sobre todo, sin hacer lo suficiente, es decir, lo urgente. Las palabras en sí mismas son hechos, pero cuando la credibilidad se encuentra mellada por los precedentes, las palabras también se devalúan. No es lo mismo, por ejemplo, que José María Aznar prometiera defender la paz a que lo haga Ione Belarra. Las palabras ganan peso según qué bocas las enuncian. Por tanto, tampoco es lo mismo que Pedro Sánchez defina a España como un país de paz (a la par que anuncia su sostenido apoyo bélico a Ucrania) a que lo hagan quienes acampan en sus universidades defendiendo la causa palestina. Ellas y ellos, por cierto, ya han dicho esta mañana que el anuncio de Pedro Sánchez no es otra cosa que un lavado de cara. Por cierto, tampoco es creíble entonces que Pedro Sánchez denuncie a la máquina del fango en la que incluye a periodistas corruptos, pero no haya dudado ni un mes en volver de su periodo de reflexión para sentarse en el plató del operador del fango en La Sexta, Antonio García Ferreras. Así funciona el malmenorismo, con cinismo.

Llevamos varios días en Canal Red hablando de los riesgos de creer que la campaña de Pedro Sánchez por el reconocimiento del estado palestino podría suponer una trampa. No sólo por la dificultad de creerle, sino porque sabemos lo que realmente frenaría un genocidio. Y no lo sabemos por ser muy inteligentes, lo sabemos porque escuchamos, pero escuchamos a quien toca escuchar, es decir, a quienes llevan denunciado desde el primer minuto el genocidio. Lo que exigen no es el reconocimiento del Estado Palestino, sino la ruptura de relaciones con Israel, el embargo efectivo de armas (algo que aún no ocurre) o la adhesión de España a la demanda judicial internacional interpuesta por Sudáfrica. Quienes marchamos en apoyo a Palestina, quienes estamos indignadas con un genocidio que se perpetra con la complicidad de esta Unión Europea infame, sabemos que un reconocimiento del Estado de Palestina es sólo una medida dirigida a España, no a Palestina. Es decir, a los votantes españoles. Es decir, electoralista. 

Ayer comenté que Pedro Sánchez tenía hoy la oportunidad de ser Presidente en lugar de ser candidato o secretario general. Pero no ha querido asumir esa responsabilidad. Porque un presidente debería pensar, no en lo que es mejor tácticamente para su partido, sino en lo que es mejor políticamente para el país, la región y el papel de España en el mundo. ¡Qué diferente sería si hubiera seguido el camino de Gustavo Petro, de Luis Arce o de Sudáfrica! ¿Verdad? 

En política, los gestos son importantes, son claves, son fundamentales. Pero lo son porque vienen acompañados de política y de discusión y debate en los medios de comunicación que son los espacios de disputa política de estos tiempos. Y por eso el debate a partir de este tema no puede ser sólo sobre si estamos de acuerdo o no con este reconocimiento, sino sobre la razón que sostiene su efectividad incluso como gesto. Es decir, ¿de qué sirve este reconocimiento? ¿Cómo se garantiza que tenga alguna efectividad? Porque el problema del Estado Palestino no es de reconocimiento, es de genocidio, de ocupación, de apartheid y tiene también un nombre propio: Netanyahu. Lamentablemente, Pedro Sánchez no ha anunciado nada contra él Netanyahu ni su régimen fascista. El gesto se queda corto, incoherente y electoralista al ir dirigido sólo a una palestra española.

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Pero España es más lista y más valiente que su gobierno y su clase política. Eso es lo que he comprobado en diez años viviendo entre sus gentes, que son mejores de lo que nos dice la ultraderecha, pero también de lo que nos dice el malmenorismo del PSOE. Su gente no se resigna. Este es el país de ese 15M que a algunas nos hizo querer migrar aquí y aprender de esa impugnación popular. Hoy, en tiempos de régimen de guerra y genocidio estaremos a la altura para decirle ¡basta! a los fascistas que defienden el mismo proyecto que Netanyahu y Milei, como también decirle ¡basta! al malmenorismo que nos condena a seguir teniendo que padecer a los fascistas. Porque al fascismo no se le vence con gestos, sino con hechos.

Frente a los gestos de Sánchez, han de estar nuestros hechos. Es decir, nuestros votos. Que se enteren de cómo se detiene un genocidio. Con hechos. Con votos. Hasta mañana.


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