El cierre

El pueblo francés detiene a la extrema derecha #ElCierre

El pueblo francés el que con una participación histórica ha contenido a los ultras que amenazaban con poder gobernar el país

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El pueblo francés ha detenido a la extrema derecha, como se titula nuestro programa de hoy. Pero, ojo, con ambas afirmaciones. La primera, que es el pueblo francés el que con una participación histórica ha contenido a los ultras que amenazaban con poder gobernar el país. Ese pueblo que ayer se volcó a las calles para celebrar la noche de alivio de ayer, un alivio que es importante celebrar en su contexto. Es decir, celebrar ahora para mantener la atención porque esto recién empieza. ¡Qué nos van a contar a España! ¿Verdad? Ese mismo pueblo que ayer celebraba, es un pueblo que se ha movilizado contra las políticas racistas de Macron, las políticas represivas de Macron, las reformas neoliberales en materia de derechos como las pensiones, también lideradas por Macron, etcétera. Un pueblo que, por lo mismo, es consciente de que corresponde oponerse al modelo macronista si se quiere vencer a la extrema derecha y no sólo contenerla hoy para llorarla mañana. La segunda afirmación a tomar en cuenta es una obviedad que algunos olvidan mencionar hoy en el análisis: una cosa es detener a la extrema derecha y otra es ganarle.

Se abre en Francia un escenario de disputa. Disputa ideológica, estratégica y que tiene a los escaños y la aritmética como telón de fondo, pero no como principal dato. Que la extrema derecha ayer, a través de su candidato Jordan Bardella, apuntara a Mélenchon como su principal adversario no es un dato menor, sino que lo dice todo: sabe bien la extrema derecha quién puede realmente pararles los pies. Aquel proyecto político, y por tanto liderazgo, que entiende que para ganarle a la extrema derecha hay que transformar el sistema político y económico francés. Es decir, todo lo opuesto al continuismo malmenorista. Izquierdas insumisas con el sistema que no repliquen la manida fórmula del “vótame para que no gobierne la extrema derecha”, sino que plantee cambiar el sistema que permite que exista una extrema derecha fuerte. Esa es la clave.

El liderazgo de Mélenchon es por eso también una variable fundamental para entender el resultado francés de ayer. Porque no renunció ni a su planteamiento estratégico político ni a la hegemonía de su discurso político dentro de una coalición como el Nuevo Frente Popular que no es de izquierdas, sino que contiene a fuerzas de izquierdas como es, sin duda, La Francia Insumisa. Mélenchon supo sostener la hegemonía del programa de su formación así como plantear tácticamente la retirada de sus candidatos donde no había posibilidad de ganar la partida en una conjunción de audacia y generosidad que permitieron precisamente que la hegemonía se mantuviera en torno de su figura. En dicha apuesta, a todas luces acertada, no faltaron disidentes desde dentro de sus filas que —esto también nos suena— se vieron incómodos con un perfil que realmente es aquello que pregona: ¡Insumiso! Insumiso al sistema. Insumiso al neoliberalismo. Insumiso al malmenorismo que lo único que garantiza es que la extrema derecha pueda seguir viva. Y, por supuesto, insumisos a que puedan comprarle con el coqueteo habitual que hacen desde ese centrismo malmenorista que, por lo que sea, siempre cuenta con algunos perfiles en las filas de la izquierda que ceden a los cantos de sirena del extremo centro que normaliza la falaz teoría de los dos extremos y, con ello, socava las posibilidades de transformación estructural en nuestros países.

En el editorial de hoy de Diario.Red se plantea que alivio es la palabra más enunciada en las últimas horas. No es mala idea anotar las palabras que cobran peso en estos momentos porque dicen mucho de los sentidos comunes pero también de los marcos que quieren construirlos. En el poder mediático, en una semejanza veloz con el ultraderechista Bardella, los focos y las flechas van dirigidas a Jean-Luc Mélenchon. Que es una figura divisiva en la izquierda, que es neutral con respecto a Rusia-Ucrania —¡Como si abogar por la paz fuera neutralidad!—, que tiene discursos antisemitas —comprando el argumentario de Netanyahu—, que es un candidato polémico incluso dentro de sus filas, que eso no lo convierte en una figura de consenso. Hablo del poder mediático europeo. No sólo en los medios franceses se apunta con esta rapidez. Basta con haber visto la televisión pública española ayer o haber oído la tertulia en Cadena Ser esta mañana, para ver que la progresía está a todo vapor haciendo lo que mejor sabe hacer: llamar “consenso” a los vetos que se hacen necesarios para sostener ese extremo centro, esa gran coalición que ya está en España o Francia son necesarias para mantener su modelo. Un modelo que hace sobrevivir y crecer a las ultraderechas, pero que desde ciertos espacios se cree que permite a su vez hacer crecer al malmenorismo neoliberal que es tal vez de las peores derrotas políticas de nuestros tiempos.

A Mélenchon no lo dejarán gobernar, no permitirán que el programa de los insumisos se abra paso y te dirán que lo hacen por responsabilidad de estado. Que se pueden aplicar algunas medidas, no todas porque son demasiado arriesgadas y peligrosas, y que para que se apliquen esas “algunas medidas” es importante que no esté el que las defiende con mayor éxito. El veto será a La France Insumise a través del veto de su líder. Nos suena mucho, ¿verdad? No siempre la historia rima, pero hay que decir que cuando no riman los poderes directamente calcan las mismas estrategias.

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En Francia la partida recién comienza y los señores de la guerra, que son la nueva expresión bestializada de los señores del capital, tienen claro a quiénes poner el verdadero cordón sanitario. Así como hicieron con Meloni, a la que dieron la bienvenida en tanto vieron que podía ser útil y entonces dejó de ser fascista para ser “su fascista aceptable”, en Francia tienen claro que el cordón sanitario han de aplicárselo al verdaderamente incómodo, al que no renuncia a la transformación, al insumiso cuya voz y apuesta política no es propio, sino de millones de franceses y francesas que son los que han hecho de Mélenchon no una figura consenso, sino de legitimidad para enfrentar al régimen de guerra y neoliberalismo económico. Y, por cierto, han hecho también de Mélenchon un líder de izquierdas referencial para todas las izquierdas internacionales que necesitan ejemplos de tozudez y audacia antes que de cesión y renuncia en tiempos de guerra y genocidio. El pueblo francés ha hablado. Pero no ha pedido tenerle miedo a la extrema derecha, sino detenerla para vencerla. Toca afinar el oído antes de decir algo tan simplón como que ha ganado la gran coalición centrista para garantizar una estabilidad que también ha perdido en las elecciones. Su estabilidad es nuestra guerra. Que viva la Francia insumisa. Que vivan los pueblos insumisos.


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