El cierre de Laura Arroyo

Hablemos de la paz #ElCierre

Unos financian, otros avalan políticamente y otros aprietan el gatillo, pero necesitas a esos tres para que la guerra se desate. Y eso es lo que estamos viendo. ¿Queremos detener la guerra? Detengamos entonces a sus artífices

Voy a compartir con ustedes unas líneas. 1 de octubre, un comunicado de la Unión Europea dice lo siguiente: “La UE condena con la mayor firmeza el ataque de Irán contra Israel, que constituye una grave amenaza para la seguridad regional, y reitera su compromiso con la seguridad de Israel.” 16 de septiembre, un comunicado de la misma Unión Europea dice lo siguiente: “La Unión Europea está profundamente preocupada por la confrontación militar entre Israel e Hizbulá, que comenzó el 8 de octubre y se ha intensificado con los recientes ataques en zonas densamente pobladas. Lamentamos el elevado precio que pagan los civiles, incluidos los niños y el personal de las Naciones Unidas, e instamos al respeto del Derecho internacional humanitario en todas las circunstancias.” Hablamos mucho de palabras estos días. Las palabras no son casuales ni accidentales. Que la Unión Europea afirme que se preocupa cuando Israel “confronta” con Hizbulá, pero que “condena con la mayor firmeza” la respuesta de Irán a Israel nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la guerra a la que esta misma Unión Europea nos está llevando. La palabra “complicidad” se queda corta. La palabra “hipocresía”, también. ¿No es acaso la Unión Europea responsable en este momento de la escalada que llevan denunciando hace un año sin hacer nada por frenarla?

El Centre Delás ha hecho un informe que lo dice todo. Hay quienes se lucran con las guerras. Vaya que se lucran. Invierten millones para ganar a partir de la destrucción de territorios, desmembramiento de personas, éxodo de pueblos enteros y gritos de desesperación. ¿Cuánto cuesta ver a tu familia asesinada por una bomba israelí delante de ti? Pregúntaselo al Banco Santander. Ellos sabrán ponerle precio, sabrán invertir, sabrán ganar.

Ha habido varias preguntas en los últimos días. Una es: ¿estamos en guerra? La respuesta es sí. Una guerra que me temo no se reduce a Oriente Próximo porque estamos viendo el alcance mundial de sus alianzas. Estamos viendo, como decíamos al inicio, la participación protagónica de Occidente que, desde su inacción voluntaria, su hipocresía política y su complicidad tácita o explícita. No hablamos de un conflicto regional, o de una guerra en Oriente Próximo, sino de un régimen de guerra a nivel mundial.

Otra pregunta que nos hacemos entonces es: ¿cómo detener la guerra? Y me temo que la respuesta, que parece lejana, tiene que ver con el diagnóstico más que con las intenciones. Sin delimitar a los responsables no podremos dar con la solución. ¿Cómo solucionas un cáncer si no sabes que lo tienes? Por eso es tan importante desnudar esas complicidades, porque son los artífices de la guerra. Unos financian, otros avalan políticamente y otros aprietan el gatillo, pero necesitas a esos tres para que la guerra se desate. Y eso es lo que estamos viendo. ¿Queremos detener la guerra? Detengamos entonces a sus artífices. Gobiernos de Occidente, ustedes son parte de esto; hay que forzarlos también a ustedes hoy. Sólo el poder popular puede hacerlo porque los foros internacionales y el derecho internacional han demostrado haber saltado por los aires. Su democracia liberal siempre fue limitada y siempre fue suya, por lo que vemos, suya hasta para derribarla. Será nuestra la tarea de construir otra.

La tercera pregunta es, entonces ¿cómo es la paz? Y aquí es donde nuestra capacidad emancipadora, democrática, poderosa se puede mostrar de cuerpo entero. Aquí está la tarea. Porque no necesitamos retornar a lo que tuvimos. Porque “la guerra” o mejor dicho “el régimen de guerra” no empezó en octubre. La guerra en la que nos han metido tiene mucho más tiempo: tiene rostro de migrantes asesinados todos los días en el mar Mediterráneo o vulnerados en Barajas; tiene el rostro de mujeres trabajadoras sin derechos que son esclavas en Huelva; tiene el rostro de los niños demonizados por las ultraderechas; tiene el rostro de los antifascistas apresados por protestar. Todo eso es su régimen de guerra y todos nosotros somos sus víctimas. Para pensar en la paz necesitamos pensar en las víctimas de su guerra, una guerra de clases en la que las mayorías necesitamos redoblar las fuerzas y las alianzas. Son sus guerras, pero las financiamos nosotros. Son sus guerras, pero los muertos son nuestros. Son sus guerras y, para colmo, nos dirán que la paz es volver a darles el poder de seguir golpeándonos a diario. Es olvidar su declaración de guerra a nuestras vidas. Pensemos estos días en la paz, en la verdadera paz. Nunca ha habido un momento más urgente para hacerlo y hacerlo en serio. Hasta mañana.

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