Agnieszka Holland: “Los políticos democráticos convencionales están usando la agenda del fascismo y el populismo”

Hablamos con la tres veces nominada al Oscar, directora de Europa, Europa o de legendarias series como The Wire o House of Cards y que estrena en nuestro país Green Border   

Agnieszka Holland, nacida en Varsovia y que también ha dirigido series como Treme, The Killing o The Affair, acaba de estrenar Green Border, premio Especial del Jurado en el último Festival de Venecia y por la que fue brutalmente criticada por las autoridades y la ultraderecha polaca. Su último trabajo es un filme de urgencia que muestra un horror que tenemos a cuatro horas en avión. Su trama se desarrolla en los bosques que conforman la “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia. Sus protagonistas son los refugiados de Oriente Medio y África que intentan llegar a la Unión Europea, los policías fronterizos que los torturan y los voluntarios que los socorren.

El autócrata Alexandr Lukashenko, cruel con opositores, periodistas y activistas por los derechos humanos, diseño, con un monstruoso cinismo, una crisis geopolítica para provocar a Europa llevando a refugiados a la frontera con propaganda que prometía un paso fácil a la Unión Europea. En el otro bando, las fuerzas policiales polacas, respaldadas por buena parte de la población y las autoridades, deshumanizaban a los que huían de lugares de conflicto. Muchos lo habían perdido todo y hasta habían sido brutalmente torturados.

Y a todo esto, se unió el silencio cómplice de la Unión Europea, que en un ejercido de clasismo y racismo atroz, trató de muy distinta manera a la gente que huía de Ucrania a Polonia. Hablamos de todo ello con Agnieszka Holland.

El blanco y negro usado en Green Border hace que parezca que estemos viendo un filme sobre la Segunda Guerra Mundial, pero con teléfonos móviles. ¿Era esa una de las ideas de tu película?

Sí, era una de las ideas. La Segunda Guerra Mundial era relevante y estaba muy presente. La gente de la zona que se encontraba en el bosque eran igual que los judíos en la Segunda Guerra Mundial. La zona tiene un recuerdo terrible de aquellos años y una culpa inconfesable, no verbalizada. Creo que estamos cerca de repetir lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial. El tema de la inmigración es el problema más importante y parece que no tenemos otras ideas para enfrentarnos con ese problema que la violencia.

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En muchos momentos parece que estamos viendo una película de terror, ¿fue intencionado?

Sí. Como en un cuento, el bosque se convierte en algo terrible, lleno de peligros. Subjetivamente, para toda esa gente ese boque era una jungla. 

El guion es muy rico, está lleno de detalles y tiene tres puntos de vista: las víctimas, los verdugos y los voluntarios. ¿De dónde surgió la idea para esta estructura?

Cuando empezamos a escribir el guion, pocas semanas después de la crisis migratoria entre Bielorrusia y Polonia, quedó claro que las autoridades iban a usar la violencia, las mentiras y la propaganda. Lo hacían para sacar beneficio de todo aquello. Entonces pensamos sobre dónde empezar a narrar nuestra historia y si convenía contarla desde múltiples puntos de vista. Queríamos abarcar una especie de totalidad del problema y poner cara y voces a todas las partes, a todos los protagonistas importantes del drama.     

El ministro de Justicia polaco te llamó nazi y alguien hasta te llamó estalinista. ¿Cómo viviste ese absurdo?

No fue agradable, pero al mismo tiempo era cómico que me llamaran, a la vez, Goebbels, Leni Riefenstahl, Stalin y Putin. Todo esto ayudó enormemente a la promoción de la película, pero no fue agradable descubrir a gente que reacciona muy fácilmente ante esa histeria nacionalista. En Polonia, mis actores tuvieron que estar dos semanas con escolta cuando presentamos la película.

¿Está Polonia mejor que entonces o sigue radicalizada?

En general, Polonia está mejor. La histeria contra mí continuó, pero eso no es importante, lo peor es que también atacaron a los inmigrantes y a los activistas que los ayudan. Por desgracia, un policía murió en la frontera y eso provocó una increíble histeria. El primer ministro Donald Tusk decidió establecer nuevamente una zona sellada, prohibió su acceso a los activistas y permitió disparar a los soldados de la frontera. Los políticos democráticos convencionales están usando la agenda del fascismo y el populismo.

Tu película es muy crítica con la Unión Europea. ¿Está en crisis?

La Unión Europea ha perdido poder y no está haciendo lo suficiente. Pero es muy difícil al estar constituida por 27 países, no es lo suficientemente fuerte. Pero, como digo, los políticos democráticos convencionales están usando la agenda ultraderechista y eso conlleva que no consigan partidarios a sus decisiones sobre migración o el cambio climático.     

En el epílogo de Green Border muestras la diferencia entre el trato a los ucranianos y a otros inmigrantes en la frontera polaca. ¿Fue un ejemplo de racismo?

El racismo no solo nos afecta a nosotros, entre otras razas hay racismo y la bacteria del holocausto ha reaparecido, la gente odia a los otros, pero el racismo es consecuencia de la falta de coraje de las autoridades. Ya sean autoridades políticas o por autoridades religiosas.

Otro horror transmitido en los teléfonos móviles es lo que vemos en Gaza a diario. ¿Qué opinas de ese horror? 

Gaza, ¿qué puedo decir? Lloro. Es desesperante y el único combustible que usan las dos partes es el odio y la venganza. No hay una buena salida

¿Tiene una posible solución el drama de la inmigración o va a empeorar?

Hay millones de razones para buscar una solución. Una de ellas es analizar cómo se pueden controlar las rutas de la emigración, Europa necesita inmigrantes. No los queremos, pero los necesitamos. Quizás no millones, pero sí ciento de miles. La situación demográfica es trágica, en diez años los vamos a necesitar para sobrevivir. Nadie está trabajando en la integración, en la manera de enseñar a la sociedad a coexistir. No es una solución sencilla. Los populistas nos dicen que debemos construir muros y cerrar nuestro continente, pero los muros no son eficientes y la gente huye de crímenes en masa, de crímenes contra la humanidad. 

Hay escenas tremendamente duras en Green Border. ¿Cuál fue especialmente difícil de rodar?

La escena en la que un niño muere ahogado.

Lo imaginaba.

Todas las escenas en la frontera fueron difíciles. Fue duro de rodar y también fue como rodar escenas para un documental.

Háblame, para terminar, de tus futuros proyectos.

Acabo de terminar una película que se llama Franz, una historia experimental sobre Franz Kafka. No sé lo que saldrá, todavía no la hemos montado,  así que estoy entre ansiosa y aterrada al mismo tiempo. Necesitaba irme a otro terreno tras Green Border.

Gracias por tu tiempo y felicidades por tu película, Agneszka.

Gracias a ti.