El malmenorismo

La apuesta por el mal menor desde el progresismo o la izquierda, lejos de conseguir frenar a la opción peor de todas, lo que hace es ir poniéndole paulatinamente una alfombra roja para que acabe ganando
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Cuando la única opción es elegir entre dos o más males, lo lógico es optar por el mal menor. Este es el sofisma básico que encapsula toda una corriente de pensamiento conservador que podríamos llamar "malmenorismo". Y es un sofisma porque, casi siempre, encierra una falacia como suposición de partida. A saber, que, inevitablemente e indudablemente, las únicas opciones entre las cuales se puede elegir son las que se nos presentan. Los defensores del malmenorismo, casi siempre, ocultan la existencia de una opción buena (o la describen como peor incluso que las demás, como imposible, o la ignoran), porque solamente si todas las opciones disponibles son malas funciona su razonamiento.

"El capitalismo es el menos malo de los sistemas de organización económica de la sociedad", afirman algunos defensores del capitalismo cuando ya no pueden negar el terrible sufrimiento que este esquema produce. (Premisa falsa: No hay ningún sistema posible de organización económica de la sociedad que sea bueno. Ergo, hay que conformarse con el mal menor: el capitalismo.)

"La austeridad es dolorosa pero todavía sería peor permitir la quiebra financiera del país si no reducimos drásticamente el gasto público en el estado del bienestar. No hay alternativa", nos dijeron todos los cañones mediáticos del sistema en 2008. (Premisa falsa: No existe una forma de cuadrar las cuentas que no implique sufrimiento social. Ergo, hay que elegir el mal menor: la destrucción de la sanidad y la educación públicas y el aumento drástico de la precariedad y la pobreza.)

"Si le subes los impuestos a las grandes corporaciones y a las grandes fortunas, se van a ir a otro país y se va a destruir empleo en casa", nos explican los que no quieren que se aumenten los impuestos a los que más tienen. (Premisa falsa: No hay forma posible de aumentar los impuestos a los millonarios y a sus empresas que no implique una fuga de la producción al extranjero. Ergo, hay que aceptar el mal menor: que paguen menos impuestos que un autónomo.)

Ahora que ya se entiende, vayamos un poco más rápido:

Nada de esto sería posible sin suscriptores

"Que los alquileres estén altos es malo, pero regular el precio sería todavía peor porque los propietarios sacarían sus pisos del mercado."

"Violar los derechos humanos de las personas migrantes en nuestra frontera es malo, pero todavía sería peor dejarlos pasar porque aquí no cabemos todos."

"Estados Unidos tiene un largo historial de invasiones ilegales, millones de muertos por guerras y una política exterior colonialista, y la OTAN está completamente controlada por ellos, pero sería peor tener como aliados a Rusia o a China."

Y también funciona —y muy bien— el malmenorismo para dirigir el voto hacia opciones conservadoras presentando como única alternativa una opción todavía peor.

Esto es lo que lleva muchos años haciendo Macron en Francia con la extrema derecha de Marine Le Pen. (Premisa falsa: Mélenchon es igual de malo que la extrema derecha (o no puede ganar). Ergo, hay que elegir el mal menor.)

Esto es lo que significa la estrategia de Pedro Sánchez de señalar permanentemente a VOX en las campañas electorales. "Es verdad que el PSOE no cumple las promesas, tiene muchos casos de corrupción y de puertas giratorias y no resuelve de forma valiente los problemas sociales, pero sería todavía peor tener un gobierno de Feijóo con Abascal." (Premisa falsa: Podemos quiere convertir España en Venezuela, las cosas que propone Podemos son imposibles, Podemos está muerto. Ergo, hay que conformarse con el mal menor.)

Y esto es lo que estamos viendo de forma brutal en Estados Unidos.

Aunque, en los últimos días, se ha hecho absolutamente evidente que Joe Biden está incapacitado para el cargo de presidente de la primera potencia mundial, aunque todo el mundo progresista ha entrado en shock después de ver el debate, aunque a medida que pasan las horas la situación va entrando en barrena —con Biden afirmando ante los gobernadores demócratas que está bien de salud y lo que le falla es el cerebro o diciendo en su última entrevista que solamente va a abandonar la carrera presidencial si se lo dice dios—, aunque ya es imposible negar que la opción de Biden como presidente de los Estados Unidos es una malísima opción, lo cierto es que el deterioro del demócrata lleva siendo obvio como mínimo desde hace algunos años. De hecho, lo que también es absolutamente obvio para cualquier persona de izquierdas es que Biden no lo es. Podemos citar su apoyo a la escalada bélica en Ucrania, su defensa del derecho de Israel a llevar a cabo el peor genocidio del siglo XXI (suministrándole miles de millones de dólares en armamento para ello) o la asunción de buena parte de los postulados racistas de Donald Trump en lo que se refiere a la inmigración, pero realmente la lista de materias en las cuales su acción política es prácticamente indistinguible de la de cualquier presidente republicano daría para un artículo mucho más largo que este editorial.

A pesar de que es evidente que Biden es de derechas y tiene problemas cognitivos incompatibles con el cargo, buena parte de la progresía norteamericana —y también la española— lo ha apoyado durante años con un choque de tacones argumentando que Donald Trump es mucho peor

Sin embargo y a pesar de que es evidente que Biden es de derechas y tiene problemas cognitivos incompatibles con el cargo, buena parte de la progresía norteamericana —y también la española— lo ha apoyado durante años con un choque de tacones argumentando que Donald Trump es mucho peor. (Premisa falsa: No se puede poner a una persona en la plenitud de sus capacidades y con posiciones de izquierdas como candidata del Partido Demócrata. Ergo, hay que conformarse con el mal menor.)

Para concluir y llegados a este punto, hay que destacar una de las consecuencias más importantes y más graves que tiene asumir el malmenorismo desde el campo progresista. Como podemos ver perfectamente en el caso de Estados Unidos, esta apuesta, lejos de conseguir frenar a la opción peor de todas, lo que hace es ir poniéndole paulatinamente una alfombra roja para que acabe ganando. De hecho, a estas alturas, ya es completamente obvio que si Joe Biden —el mal menor— no abandona la ecuación, el que va a ganar es Donald Trump.

Las opciones políticas que representan al mal menor en el supuesto progresismo o incluso en el centro son —por su propia naturaleza— opciones que no pueden evitar ir comprando una a una las posiciones ideológicas de la opción peor que supuestamente están llamadas a evitar. Y, en política, lo que pasa justo después de conceder la victoria ideológica al adversario es que consigue también la victoria electoral. Por eso, después de dos mandatos de Macron, la extrema derecha está mucho más cerca del poder en Francia. Por eso Donald Trump va a ser el próximo —y quizás el último— presidente de los Estados Unidos si Biden no se retira. Y por eso el bloque reaccionario está avanzando en España después de que el PSOE decidiese arrinconar y minimizar a Podemos.

"Es verdad que ya no hay una mayoría progresista en el parlamento para poder sacar leyes de izquierdas, pero por lo menos no gobierna la extrema derecha", dicen algunos en España. Pero tanto Francia como Estados Unidos nos enseñan qué es lo que viene justo después de conformarse con el mal menor.