Purga en la cúpula de los Mossos

Cuando El País y El Español piden devolver al cuerpo una especie de imparcialidad política mitológica, en realidad, lo que están diciendo es que Salvador Illa tiene que colocar a una cúpula nueva que esté al servicio del PSC
El comisario jefe de los Mossos d'Esquadra, Eduard Sallent — Lorena Sopêna / Europa Press
El comisario jefe de los Mossos d'Esquadra, Eduard Sallent — Lorena Sopêna / Europa Press

En la mañana del día de ayer, unas pocas horas antes de que Salvador Illa prometiera el cargo como nuevo President de la Generalitat de Catalunya y el primero no independentista en la última década y media, El País y El Español publicaban sendos editoriales con la misma exigencia: Illa debe acabar inmediatamente con la actual cúpula de los Mossos d’Esquadra. El motivo, por supuesto, el fracaso del operativo para detener al malvado Carles Puigdemont.

El editorial del digital de Pedro J —uno de los principales apoyos mediáticos del PP— era perfectamente explícito ya desde el titular: “Las bochornosas explicaciones de los Mossos desacreditan al cuerpo y obligan a Illa a una limpia”. Al final del artículo y después de dedicar más de 10 párrafos a criticar ferozmente tanto la actuación de la policía autonómica catalana como las declaraciones posteriores de sus dirigentes, El Español lo dejaba muy claro negro sobre blanco: “Aunque Salvador Illa sea uno de los principales beneficiados por la chapuza del operativo, lo que parece evidente es que una de sus primeras decisiones como presidente autonómico debe ser la de cesar a la cúpula de los Mossos y a los responsables del operativo, así como la de sustituirlos por candidatos dispuestos a ejercer su labor sin ceder a las presiones de sus responsables políticos.”

Por su parte, el editorial del periódico insignia del grupo PRISA —dirigido por Pepa Bueno y uno de los principales apoyos mediáticos del PSOE— utilizaba un lenguaje mucho más medido pero, al final, acababa diciendo lo mismo: “El cambio de Gobierno en Cataluña es el momento ideal para dar carpetazo a esta situación. Resulta necesario un cambio a fondo en el cuerpo para que los ciudadanos catalanes puedan confiar en una policía a salvo de posiciones partidistas. Este cambio no puede traducirse solo en un relevo de los altos cargos, sino en el impulso de un verdadero cambio de la cultura interna de una institución que debe desterrar cualquier comportamiento sectario.”

Más allá de lo que uno piense políticamente sobre Carles Puigdemont o sobre los fallos en el operativo de los Mossos el pasado jueves, no deja de ser curioso que dos de los principales periódicos de España, uno claramente alineado con la derecha y el otro el diario de cabecera de la progresía, exijan a Salvador Illa —a la vez, el mismo día y antes incluso de que se constituya el nuevo Govern de Catalunya— que lleve a cabo una purga inmediata en la cúpula del mencionado cuerpo policial. No deja de ser curioso y no es para nada una anécdota.

En primer lugar, cabe destacar que, en las democracias verdaderamente avanzadas, las fuerzas de seguridad están sometidas al control democrático

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En primer lugar, cabe destacar que, en las democracias verdaderamente avanzadas, las fuerzas de seguridad están sometidas al control democrático. Obviamente, el poder político, el poder civil elegido por la ciudadanía, está por encima en la cadena de mando tanto de los cuerpos policiales como del ejército. De hecho, lo contrario sería otro tipo de régimen que no llamamos democracia. Al mismo tiempo, es también completamente evidente para cualquiera que no se haga trampas al solitario que esta dirección política de las fuerzas de seguridad tiene implicaciones en su operativa. Como es obvio, la ideología del PSOE y de Fernando Grande-Marlaska es determinante a la hora de decidir, por ejemplo, reprimir con dureza y con tanquetas a los trabajadores del metal en Cádiz o cargar contra los vecinos de Vallecas que protestan por el deterioro de la sanidad pública, mientras se permite que diferentes grupos neonazis se manifiesten con total normalidad por nuestras calles o se infiltra a policías de incógnito en movimientos sociales pacíficos para extraer información de los activistas llegando incluso a utilizar las relaciones sexuales como herramienta. Es evidente que un ministerio del Interior de otro partido —imaginemos, de un partido de izquierdas— tomaría decisiones diferentes en estas materias y en muchas otras y eso tendría efecto en los operativos de la Policía. Ergo, cuando El País y El Español argumentan que la purga en los Mossos serviría para devolver al cuerpo una especie de imparcialidad política mitológica, en realidad, lo que están diciendo es que Salvador Illa tiene que colocar a una cúpula nueva que esté al servicio del PSC. Es legítimo pedirlo, pero no es honesto engañar a la ciudadanía con juegos de manos.

En segundo lugar, también cabría señalar la ausencia de editoriales en esta misma dirección cuando se descubrió que la cúpula de la Policía espió ilegalmente a adversarios políticos bajo mandato del PP o cuando decenas de seres humanos fueron asesinados en la valla de Melilla bajo la vigilancia de la Guardia Civil. En esas ocasiones y en muchas otras, ninguno de los grandes medios exigió una purga en la cúpula policial. Ahora bien, si se escapa Puigdemont, entonces hay que cortarle la cabeza a todos.

La coincidencia absoluta de El País y El Español en esta exigencia también revela algo que no por ampliamente conocido deja de ser obsceno: la coincidencia total de las dos partes del bipartidismo —en este caso, de sus brazos mediáticos— en los elementos troncales del régimen. Aunque se pasen todos los días tirándose dialécticamente los trastos a la cabeza, el PP y el PSOE —y sus medios afines— comparten el planteamiento respecto de las principales columnas maestras que sostienen al bloque de poder español desde hace más de 40 años. A saber, la subordinación a la OTAN y, por tanto, a los intereses de Estados Unidos, la aceptación de un papel subalterno en la estructura productiva de la Unión Europea, la defensa con choque de talones de la monarquía, la protección de los intereses económicos de la oligarquía o, en este caso, el control de las fuerzas de seguridad. Aunque el movimiento nacional catalán —y también el vasco— hayan conseguido las competencias para el desarrollo de una policía autonómica fuerte, esto nunca ha sido visto con buenos ojos por el bloque de poder español y es, por ello, natural que la tentación de recuperarlas aflore a la superficie periódicamente.

Por último y ya en el plano más emocional y simbólico, que el bipartidismo mediático se lance a exigir una purga en los Mossos casi al día siguiente que el bloque de poder español ha recuperado nada menos que la Generalitat después de casi década y media revela que se sienten victoriosos y que tienen toda la intención de actuar como conquistadores en suelo conquistado, quizás incluso con un pequeño condimento de venganza.