Elecciones francesas

Macron fracasa con su ‘all-in’: deja la ultraderecha a las puertas del poder

La coalición de izquierdas del Frente Popular queda segunda y como principal alternativa a la ultraderechista Reagrupación Nacional tras los resultados de la primera vuelta en las elecciones legislativas anticipadas

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Francisco J. Olmo / Europa Press

Hay silencios que resultan reveladores. Cuando este domingo se anunciaron los resultados preliminares de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia, un largo silencio predominó entre los militantes reunidos en los locales de la Faïencerie donde la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar) pasó la noche electoral. Esos jóvenes simpatizantes de izquierdas veían en la pantalla unos datos que dejan a la ultraderechista Reagrupación Nacional a las puertas del poder. El Nuevo Frente Popular —la coalición unitaria de los partidos progresistas— quedó, sin embargo, como el principal freno y alternativa a esa formación nacionalista y xenófoba.

No hubo sorpresa en Francia. Pese al aumento de la participación —del 67%, 20 puntos más que en los mismos comicios en 2022—, la ultraderecha de Marine Le Pen fue la fuerza más votada en la primera vuelta de las legislativas anticipadas. Es un hecho inédito en la historia de la Quinta República. Los candidatos lepenistas consiguieron el 29% de las papeletas, a las que se sumaron el 4% de aquellos aspirantes de la derecha republicana que se aliaron con RN, según los resultados definitivos comunicados por el Ministerio del Interior durante la madrugada del lunes. La derecha radical obtuvo un total del 33%.

El Frente Popular quedó segundo con el 28% de los votos. La alianza unitaria de la Francia Insumisa, Partido Socialista, los comunistas y los verdes mejoró en dos puntos los resultados de la NUPES en 2022. Obtuvo tres millones de votos más en comparación con la primera vuelta de hace dos años. Ahora encarna la principal alternativa a la extrema derecha en la incierta segunda vuelta del 7 de julio, en que los partidos y los votantes afines al presidente Emmanuel Macron ejercerán como árbitro.

El harakiri de Macron

Como ya pronosticaban los sondeos, el presidente francés se hizo el harakiri organizando estas legislativas anticipadas tras el batacazo de su formación en las europeas del 9 de junio. Los historiadores pulirán los calificativos y las interpretaciones de esta maniobra sin sentido, que podría desembocar en un Gobierno de la extrema derecha por primera vez en Francia desde la Segunda Guerra Mundial. El enésimo ejercicio de Macron como ingeniero del caos y su campaña basada en el miedo —advirtiendo de “una guerra civil” en caso de una victoria “de los extremos”— no aportó gran cosa a su coalición.

Los candidatos macronistas apenas consiguieron el 20% de los votos, seis puntos menos que en las legislativas de 2022. Una estimación del instituto Ifop para el diario conservador Le Figaro apenas les da entre 60 y 90 escaños. La coalición presidencial podría perder más de 150 diputados respecto a los 250 que dispone actualmente en la Asamblea Nacional. Desde 2022, era la primera fuerza, pero lejos de la mayoría absoluta (fijada en 289 escaños). La misma estimación, que debe cogerse con pinzas, pronostica entre 240 y 270 diputados para la ultraderecha. Y otorga una horquilla de 180-200 para el Frente Popular.

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“Este voto supone un castigo para los candidatos de la supuesta mayoría presidencial. Hay una cosa clara esta noche: el señor (Gabriel) Attal ya no será primer ministro”, aseguró Mélenchon en la Faiencerie, refiriéndose al joven primer ministro de 34 años. “La coalición presidencial no tiene ninguna opción de vencer”, reaccionó, por su lado, Jordan Bardella, mano derecha de Le Pen, durante una rueda de prensa en París.

Si la ultraderecha consigue (o se acerca) a la mayoría absoluta el 7 de julio, no le quedará otra opción a Macron que nombrar a Bardella como primer ministro y aceptar un Gobierno de cohabitación. En el caso de que RN se quede lejos del umbral de 289 escaños, esto abriría las puertas a un escenario mucho más incierto: ¿el presidente intentará hacer un Ejecutivo de “unión nacional” encabezado por alguien no vinculado al macronismo? ¿O se limitará a que haya un Gobierno técnico e interino a la espera de unas nuevas legislativas, que no podrán convocarse hasta el verano de 2025?

“En ningún lugar permitiremos que venza RN”

Las legislativas se rigen por un curioso sistema electoral: el territorio se divide en 577 circunscripciones y en cada una de ellas se disputan una especie de mini-presidenciales. El escrutinio final dependerá de unas cien circunscripciones. En ellas se prevén unos resultados muy ajustados. Pueden depender perfectamente de unos pocos centenares de votos. A diferencia de las presidenciales, se clasifican para la segunda vuelta todos aquellos que obtienen el apoyo de al menos el 12,5% de los votantes inscritos. La elevada participación del domingo contribuyó a que en muchos lugares se clasificaron al menos tres candidatos.

Ante el dilema de esas triangulares, y el riesgo de que eso beneficie al lepenismo, la respuesta de los dirigentes de izquierdas fue clara. “De acuerdo con nuestros principios, en ningún lugar permitiremos que venza RN (…). En aquellos lugares en que seamos terceros, retiraremos nuestras candidaturas”, afirmó Mélenchon. Se trata de una consigna también defendida por los socialistas, comunistas y los verdes.

En la mayoría de las circunscripciones, sin embargo, aquellos candidatos que se clasificaron como terceros pertenecen a los partidos afines a Macron. De ellos dependerá retirarse o no para intentar impedir la victoria de un aspirante ultra. “Sería incomprensible que algunos continúen sin hacer la diferencia entre la izquierda y la extrema derecha”, advirtió Marine Tondelier, la secretaria general de los verdes. Ella había escrito la semana pasada una carta a los responsables de las formaciones macronistas pidiéndoles una clara consigna de voto de cara a la segunda vuelta, pero no le respondieron.

Tras una campaña marcada por los ataques del macronismo contra la izquierda —el presidente criticó la autonomía de género y tachó de “inmigracionista” (término habitual en el lenguaje ultra) el programa del Frente Popular—, la coalición presidencial empezó a rectificar su estrategia desde el domingo por la noche. “Ningún voto debe ir para la Reagrupación Nacional. Francia merece que no dudemos”, declaró Attal, quien anunció que al menos 60 aspirantes de su partido ya se habían retirado de circunscripciones en que quedaron terceros.

Macron dijo que “ha llegado el momento de una unión claramente demócrata y republicana”, utilizando una fórmula ambigua en que no precisó si pedirá el voto para los candidatos de la izquierda insumisa, fuerza predominante en el Frente Popular, que se enfrenten a uno de la ultraderecha. Algunos representantes macronistas, como la ministra de Igualdad, Aurore Bergé, ya dejaron claro que nunca votarán a la extrema derecha, pero tampoco a la “extrema izquierda” de la Francia Insumisa. Otros sí que han retirado sus candidaturas en aras de facilitar la victoria de un aspirante insumiso. La ambigua posición del macronismo dependerá en función de cada circunscripción.

Tras la primera vuelta, el escrutinio del 7 de julio se ha convertido en un plebiscito sobre la llegada al poder (o no) del lepenismo. Los dados están en el aire. Los franceses tendrán la última palabra tras unos últimos años marcados por la normalización de la extrema derecha y el confusionismo ideológico. Un ejercicio en que Macron ha sobresalido con excelencia.