Guerra de Ucrania

Según el Wall Street Journal, fue Ucrania quien saboteó el Nord Stream: ¿un antes y un después?

El texto publicado en WSJ podría ser un duro golpe para las relaciones entre Ucrania y Alemania, actor decisivo en el apoyo a Kiev para los esfuerzos de la guerra contra Rusia
March 26, 2019 - Lubmin, Germany - A worker is pictured on the Nord Stream-2 gas pipeline construction site near Lubmin, Germany, March 26, 2019. Ukrinform. /VVB/,Image: 422905687, License: Rights-managed, Restrictions: , Model Release: no, Credit line: Olga Tanasiychuk / Zuma Press / ContactoPhoto
Olga Tanasiychuk / Zuma Press / ContactoPhoto

El artículo publicado el 14 de agosto en el Wall Street Journal ha caído como yunque en buena parte de los analistas y líderes políticos europeos y, además, amenaza con ser un elemento que trastoque la campaña electoral en Estados Unidos. Según la nota, fue Ucrania quien diseñó y ejecutó el sabotaje contra el gaseoducto Nord Stream en septiembre de 2022 que dejó las tuberías A y B del Nord Stream y la tubería A del Nord Stream 2 inutilizables. Por aquel entonces, reinó la confusión durante los primeros días, aunque en noviembre del propio 2022 las autoridades suecas fueron contundentes: solo un ataque con explosivos podría haber logrado tamaña destrucción.

La infraestructura gasística con la que Rusia (a través de Gazprom) suministraba energía a Europa tenía detrás una inversión de cerca de veinte mil millones de euros, dato que no impidió la difusión (y, en cierta medida, consolidación) del relato de la autoría rusa entre numerosos medios europeos y estadounidenses. Ciertamente, de haber sido un ataque ruso, la operación sería difícilmente entendible, no solo por las consecuencias económicas directas para la propia Rusia, sino ─en mayor medida─ por el hecho de que tal destrucción abría la puerta al suministro estadounidense de gas. De hecho, así fue: tras los ataques y en conjunción con las sanciones, Estados Unidos se convirtió en el mayor proveedor de Gas Natural Licuado al continente, pasando del 27% en 2021 al 48% en 2023.

El artículo relata lo siguiente: “La operación ucraniana costó alrededor de 300.000 dólares, según personas que participaron en ella. Se trataba de un pequeño yate alquilado con una tripulación de seis miembros, incluidos buzos civiles capacitados. Una era una mujer, cuya presencia ayudó a crear la ilusión de que eran un grupo de amigos en un crucero de placer. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, aprobó inicialmente el plan, según un funcionario que participó y tres personas familiarizadas con el mismo. Pero más tarde, cuando la CIA se enteró y le pidió al presidente ucraniano que lo desconectara, ordenó que se detuviera, dijeron esas personas. El comandante en jefe de Zelensky, Valeriy Zaluzhniy, que lideraba el esfuerzo, siguió adelante.”

La magnitud de lo narrado en el Wall Street Journal crece si se atan cabos con algunas de las informaciones que se han ido conociendo en los últimos dos años. Por ejemplo, la Fiscalía alemana llegó a emitir una orden de arresto contra una persona de origen ucraniano que residía en Polonia porque, según exponían, había sido partícipe del ataque al Nord Stream. Polonia no obedeció y el ciudadano, según se reporta, logró huir a Ucrania. En este sentido, el tweet que publicó y borró prontamente Radek Sikorski, entonces jefe de la Delegación para las Relaciones con Estados Unidos de Polonia, y hoy ministro de Asuntos Exteriores del país, cobra mayor relevancia. En aquel tweet, adjuntaba una imagen de la voladura del Nord Stream con el texto “Thank you, USA”.

Como sea, la postura de Polonia no es motivo de novedad; al fin y al cabo, Varsovia es uno de los actores europeos más beligerantes con Rusia. Tampoco la postura crítica de Washington en relación al comercio ruso-europeo de gas era una novedad. Estratégica y económicamente, Estados Unidos necesitaba desde hace años una ruptura (al menos, parcial) de los lazos energéticos entre Moscú y actores europeos como Alemania. Tanto Donald Trump como Joe Biden tomaron medidas contra la industria gasística rusa, el primero a través de la ley PEESA (Protecting Europe’s Energy Security Act) y el segundo mediante presiones diplomáticas, asegurando que “pondría fin” al Nord Stream 2 “si Rusia invadía Ucrania”. El argumento era manido ─salvar a Europa de la nefasta influencia que Rusia podía ejercer si lograba que actores como Alemania dependieran de su gas─, pero los intereses no: Washington podía sacar un gran beneficio de este quiebre entre Europa y Rusia.

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 ¿Qué interés podía tener Ucrania en proceder con el ataque? En este punto, nuevamente lo reportado en el texto de Wall Street Journal reviste un gran interés:  “Uno de ellos [de los hombres involucrados] fue Roman Chervinsky, un coronel condecorado que anteriormente sirvió en el principal servicio de Seguridad e Inteligencia de Ucrania. [...] .Chervinsky se encuentra actualmente siendo juzgado en Ucrania por cargos no relacionados. En julio quedó en libertad bajo fianza tras más de un año de detención. Contactado después de su liberación, se negó a comentar sobre el caso Nord Stream, diciendo que no estaba autorizado a hablar sobre ello. En una entrevista televisada posterior, dijo que el sabotaje tuvo dos efectos positivos para Ucrania: ayudó a aflojar el control de Rusia sobre los países europeos que apoyaban a Kiev, y dejó a Moscú con una sola vía principal para canalizar gas a Europa: los gasoductos que atraviesan Ucrania. A pesar de la guerra, Ucrania cobra lucrativas tarifas de tránsito por el petróleo y el gas rusos, cuyo valor se estima en cientos de millones de dólares al año.”

¿Y cómo lo habrían hecho? “Los planificadores decidieron utilizar un pequeño velero y un equipo de seis personas (una mezcla de soldados experimentados en servicio activo y civiles con experiencia marítima) para volar los oleoductos de 700 millas de largo que se encontraban a más de 260 pies bajo la superficie del mar”, explica el texto. “En septiembre de 2022, los conspiradores alquilaron un yate de recreo de 50 pies llamado Andrómeda en la ciudad portuaria alemana de Rostock, en el Báltico”.

“El barco fue arrendado con la ayuda de una agencia de viajes polaca creada por la inteligencia ucraniana como tapadera para transacciones financieras hace casi una década, según funcionarios ucranianos y personas familiarizadas con la investigación alemana. Un miembro de la tripulación, un oficial militar en servicio activo que luchaba en la guerra, era un capitán experimentado y cuatro eran buzos experimentados en aguas profundas, dijeron personas familiarizadas con la investigación alemana. La tripulación incluía civiles, uno de los cuales era una mujer de unos 30 años que se había entrenado como buceadora de forma privada. Fue elegida cuidadosamente por sus habilidades, pero también para dar más plausibilidad al disfraz de amigos de vacaciones de la tripulación, según una persona familiarizada con la planificación”.

Las consecuencias de esta publicación del Wall Street Journal no se conocerán de inmediato, pero probablemente tendrán recorrido. Las relaciones intraeuropeas en el marco de la guerra en Ucrania se hallan más agrietadas de lo que buena parte de los líderes del continente están dispuestos a admitir, y la posición europea respecto a la OTAN cada vez admite más dudas, en mayor medida si Donald Trump logra la elección presidencial en los comicios de noviembre. En concreto, la supuesta implicación polaca en el asunto fomentará tensiones entre Berlín y Varsovia. Medios alemanes ya cargan duramente contra Polonia por su supuesta implicación en el propio sabotaje y por la baja colaboración de las autoridades polacas en el esclarecimiento de los hechos.

Tal como describe Pablo del Amo, Ucrania buscaba reducir la dependencia energética que Alemania tenía en relación a Rusia. No obstante, para lograrlo, puede haber sido responsable de haber destruido infraestructura crítica de uno de los principales actores de Europa y de la OTAN, además de uno de los principales estados en la Unión Europea. Por extensión, Ucrania puede haber dañado de muerte su vínculo con un país que es decisivo para el financiamiento del esfuerzo de guerra ucraniano.

Tal como se desarrolla en el Wall Street Journal, “los hallazgos podrían alterar las relaciones entre Kiev y Berlín, que ha proporcionado gran parte de la financiación y el equipo militar a Ucrania, sólo superada por Estados Unidos. Algunos líderes políticos alemanes pueden haber estado dispuestos a pasar por alto las pruebas que apuntan a Ucrania por temor a socavar el apoyo interno a la esfuerzo de guerra, pero la policía alemana es políticamente independiente y su investigación cobró vida propia mientras seguían una pista tras otra”. Ucrania necesita que Alemania y los actores europeos no se vean arrastrados políticamente por las líneas publicadas en el medio norteamericano y, al mismo tiempo, necesita una derrota de Trump en las presidenciales de noviembre.