Rosa Regàs no ha muerto, solo ha dejado de respirar

Una mujer que ha demostrado no solo un gran talento para la creación literaria, sino también como activista, con los ojos bien abiertos a la realidad del mundo
Glòria Sánchez / Europa Press / ContactoPhoto
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En 1933, año en el cual se estrenó en Madrid la tragedia de Federico García Lorca “Bodas de sangre”, Barcelona fue testigo de un primer latido, de un primer grito como faro donde van a salvarse todas las almas. Era el nacimiento de Rosa Regàs Pagés, una mujer que ha demostrado no solo un gran talento para la creación literaria, sino también como activista, con los ojos bien abiertos a la realidad del mundo.

Por eso Rosa Regàs no ha muerto, solo ha dejado de respirar un 17 de julio, no podía esperar al día siguiente, no lo hubiera soportado. Porque era hija de republicanos y porque siempre ha mirado a la sociedad de una forma crítica. Y porque sabía que su padre y su madre habían perdido la guerra y que ella, como hija, también sería una perdedora. 

Por eso no ha muerto, solo ha dejado de respirar. Mujer, Escritora, traductora y editora.

En el momento en que su corazón dejó de marcar el pulso de una tarde calurosa de julio, Rosa tenía 90 años y se encontraba en su residencia de la localidad ampurdanesa de Llofriu (Girona). Estudió Filosofía en la Universidad de Barcelona y comenzó su carrera en el mundo editorial trabajando en Seix Barral y posteriormente fundó su propia editorial, La Gaya Ciencia. También trabajó como traductora para Naciones Unidas en Ginebra y Nueva York. Más adelante, acabó dirigiendo la Biblioteca Nacional de España entre 2004 y 2007, y también del Ateneo Americano de la Casa América de Madrid.

Ha sufrido todas las consecuencias de la derrota franquista de sus padres, de su familia y, por eso, la historia de este país nunca le fue ajena, sintiéndose profundamente vinculada a la República Española y a sus reivindicaciones. Por eso no ha muerto, solo ha dejado de respirar.

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Además de su impecable labor literaria, publicó con mimo y entusiasmo a un desconocido Vázquez Montalbán, Javier Marías, María Zambrano y a Álvaro Pombo, entre otras figuras de renombre y que han marcado el destino de las letras de este país.

Como decía Federico, la rosa no buscaba la aurora, casi eterna, buscaba otra cosa. Por eso no ha muerto, por eso tan solo ha dejado de respirar. Porque también se la conocía por su activismo social y político, siempre a favor de los derechos humanos, la igualdad de género y la libertad de expresión. Por eso hago que en estas líneas también pueda seguir respirando, por eso cuando se escribe uno hace lo que quiere, todo es posible, nadie puede detener la eternidad, ni un segundo más ni uno menos que toda la eternidad. Por eso su obra es un monumento infinito sobre la condición humana y la memoria.

Por eso luchó como republicana e incluso llegó a entusiasmarse con que el PSOE cambiara la educación e impusiera una escuela pública y laica, por eso tuvo la valentía de decir que “Felipe González debe tener el alma de derechas”. Por esto tampoco ha muerto, por esto también es tan inmortal como el busto de Machado en Madrid mientras se abrían de par en par las puertas de la Biblioteca Nacional para que el mundo entrara, para que el mundo entrara en su mundo. Porque la literatura, si no es generosidad, si no es abrir puertas y ventanas, entonces; qué.

Y qué decir de sus libros. Y qué decir de “Azul”. Y que Andrea seguirá abriendo los ojos para que podamos seguir escuchando el mar, y qué decir de Rosa, si siempre te seguiremos llamando Azul. Y qué decir del amor, que se vuelve en algún momento abismo para regresar luego a una isla más firme. Y qué decir de “La canción de Dorotea”, y qué importa el Nadal, el Planeta, si su mirada nos seguirá interpelando acerca de la soledad:

¿Sabes lo que es la soledad? ¿Has estado alguna vez solo? No, ya veo, tú no conoces eso, todavía no te ha llegado. La soledad es la convicción, la absoluta seguridad de no existir para nadie.

Con más de una veintena de libros, el reconocimiento público se hizo mayor con la publicación de “Diario de una abuela de verano”, que fue llevado a Televisión Española protagonizado por Rosa María Sardà. Su última partitura fue la novela “Música de cámara” (2013), además de los ensayos “Contra la tiranía del dinero” (2012) y “Una larga adolescencia” (2015)

“Un legado” fue su último libro, ya con sus 90 años pudo contar con minuciosidad y maestría su paso por el mundo editorial y cultural, sin olvidar los momentos más significativos de su vida. En esta obra rinde homenaje a amigos como Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma o Juan Benet. Un libro de memorias para un país que no la ha practicado, como dijo en una de sus grandes frases.

Y mientras navegas por la Costa Brava, Dalí te saluda con tu pañuelo de exilio para que no te vayas nunca, con tu pañuelo del destierro y grita: “Regasol”.

Y no mueres porque el mundo te desconcierta, porque no sabes qué hacer para paliar tanta doblez y tanto dolor y porque cada vez queda menos espacio para la libertad. No te da miedo la oscuridad pero sí las multitudes. Y detestas el acordeón y el doblaje.

Y mientras transcurre su vida en este texto, mi deseo es que la luna no se entere que anoche no he dormido pensando en ella, que he llorado dentro su pozo, que no he querido salir a respirar la brisa fresca que deja su baile en la oscuridad. Atado a su pelo y su silencio musical, la vi caminando hacia el abismo de lo último que nos une. Que no se entere la luna, que esto quede entre la noche, el cielo y nosotros.

Nosotros, que seguimos siendo en la inocencia de la felicidad ajena, que ya no tenemos otra cosa más que conversar a través de ella, que danzar con la sinfonía interminable de su luz.

Por eso lo digo suave, despacito: Que no se entere la luna que anoche no he dormido pensando en ella, que toda mi soledad viaja en el último vagón de las nubes. La miro sin apenas alzar la voz, en el espejo eterno de los ríos se refleja como un árbol sin tallo, como un árbol de raíces transparentes que van a parar a sus pies para que las hijas de los que siempre han perdido caminen, para que no se pierdan y los pájaros no se coman las estrellas en el camino de vuelta a casa. Que no se entere la luna que anoche no he dormido, que ella fue hecha para que el cielo y yo no nos caigamos, para que ella tampoco se descuelgue, que es el ojo que ancla la oscuridad con mis palabras para poder llegar a la rosa. Que nadie se entere, que se mantenga el diálogo mudo en esta noche. La eternidad fue hecha para nosotras.

Pertenezco a la reserva de quienes solo izarían banderas si estuvieran prohibidas.

No he dormido, a veces quisiera no mirar hacia arriba, y entonces, resuelvo el problema de la soledad, mi tristeza se parece a una isla en el infinito.

Rosa Regàs no ha muerto, tan solo ha dejado de respirar.