El paro general contra Milei paraliza todo: transportes, educación, limpieza, banca o administración pública

El segundo paro de la central sindical CGT ha sido un éxito tan evidente que ni las cadenas de televisión más inclinadas hacia el trumpismo lo han podido esconder. La CGT saca así músculo para los próximos meses, que se antojan muy complicados
La UTA (Unión Automotriz Tranvía) se adhirió al paro nacional y no hubo servicio de autobuses durante toda la jornada — Virginia Chaile / Zuma Press / ContactoPhoto

El segundo paro de la todopoderosa central sindical CGT contra las políticas de Javier Milei ha sido un éxito tan evidente que ni las cadenas de televisión más inclinadas hacia el trumpismo lo han podido esconder: las imágenes de las calles de la ciudad de Buenos Aires sin colectivos (autobuses), de los trenes varados en las estaciones, de las escuelas y universidades cerradas, de bancos y administraciones públicas con la persiana bajada han prevalecido sobre la motosierra.

Tal ha sido el impacto que los medios más ultramontanos llevan días dedicando horas a la “casta sindical” y a demostrar cómo los dirigentes de las cúpulas sindicales viven en poco menos que palacios de lujo construidos con el sudor de las mayorías cada vez más pauperizadas de la Argentina. El editorial de La Nación, El rostro de la violencia sindical, ilustra el papel de los poderes fácticos, pero todavía más su pie de foto: “Edgardo Llano y Pablo Moyano, dos caras de la prepotencia y la extorsión gremial”, decía el texto bajo la imagen de dos de los dirigentes convocantes.

Los trabajadores no se han dado por aludidos a tenor de las imágenes y vídeos. A la CGT le han acompañado las dos centrales CTA (la Autónoma y la de los Trabajadores, escindida de la primera en 2014), además de la adhesión total de los gremios del transporte, una unión que ha dejado estampas desérticas en aeropuertos, estaciones de tren y subte o en las marquesinas de autobuses. En esta ocasión, la protesta de 24 horas no ha traído una movilización como la que se convocó con motivo de la primera huelga general de enero, en plenas vacaciones estivales en el país austral. Pero en mayo el país funciona a pleno pulmón y lo que ha habido ha sido un cerrojazo absoluto. La CGT saca así músculo para los próximos meses, que se antojan muy complicados.

Desde el Ejecutivo ultraderechista se ha buscado minimizar un paro marcado por su elevado seguimiento y por la ausencia de incidentes. Así, la ministra de Seguridad de Milei, la que fuera su rival en primera vuelta Patricia Bullrich, se ha liado un poco. Primero lanzó ante los micrófonos que la rodeaban que “no hay acatamiento al paro”, para después decir que no hay acatamiento porque “los trabajadores no pueden ir” a sus puestos al no operar el transporte público. A continuación, la ministra lanzó un llamamiento que sonó desesperado: “"Salgan y utilicen su auto, moto o bicicleta. El país necesita que trabajemos".

El objetivo de la protesta es, entre otros, derrotar la Ley de Bases y el paquete fiscal que se discute ferozmente entre la Cámara de Diputados y el Senado. La primera se traduce en una reforma laboral que abominan los sindicatos. La segunda supone la vuelta del impuesto de Ganancias, que grava los sueldos a partir de 1,8 millones de pesos (unos 1.700 euros) para solteros y 2,2 (algo más de 2.000 euros) millones de pesos para quien tenga dos hijos, una medida que el libertario prometió eliminar y ahora recupera en su agenda ante la caída en la recaudación.

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Sea lo que fuere, el efecto Milei sobre las clases medias y bajas se empieza a notar. La popularidad del presidente elegido en segunda vuelta con el 56% de los votos cae lentamente aunque se mantiene alta. Lo que sí cae son las expectativas económicas. El cuarto trimestre de 2023, el último bajo el anterior gobierno peronista, cerró con una tasa de desempleo del 5,7%, porcentaje que, previsiblemente, ahora va a dispararse.

Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) registró un desplome de la actividad industrial del 21,2% en términos interanuales y un hundimiento de la construcción por encima del 42%. Datos ambos que anticipan un incremento de las personas desocupadas. Por si fuera poco, a pesar de que 2023 fue un año lluvioso a diferencia del desastroso 2022 marcado por la sequía, las exportaciones han aumentado pero los precios han caído, registrándose una pérdida para el país de 544 millones de euros como saldo final.

Son cifras que alimentan un descontento que aún no termina de canalizar la oposición peronista al Gobierno ultraderechista. Pero sí se palpa entre la sociedad. En un edificio de clase media-alta en la Avenida del Libertador, en el barrio de Palermo Chico, la mayoría de la decena de trabajadores de mantenimiento, limpieza y recepción confiesa que votaron a Milei orgullosos en las elecciones. “Llevamos dos meses sin cobrar, está la cosa un poco complicada”, cuenta uno de ellos. Las pequeñas historias de recortes trufan la realidad cotidiana en la capital: alquileres que no pueden pagarse, matrículas de hijos en colegios para las que el sueldo no alcanza, desapuntarse del gimnasio, moderar el consumo en los supermercados, quitarse días de ocio.

Quitando la movilización de enero, el primer aviso, el paro general del 9 de mayo es la segunda gran protesta en Argentina desde la llegada de Milei: la primera fue la huelga educativa en abril, que inundó el centro porteño de manifestantes en una imagen que no se veía en décadas en Buenos Aires. Este jueves ha habido fotografías icónicas también, y no solo en colegios, edificios públicos o transportistas: en la actividad portuaria, la logística y transporte de cargas o los hospitales se ha frenado todo parcial o completamente. Muchos comercios han abierto pero otros no, al igual que las gasolineras, las farmacias o los supermercados.