¿Qué es lo que busca la nueva internacional reaccionaria?

El 24 de agosto se reunió, en México, la filial local de la Conferencia Política de Acción Conservadora. Pero, ¿quiénes son, qué piensan y qué buscan las derechas emergentes?

image (4)
Agustín Laje y Eduardo Bolsonaro (hijo de Jair Bolsonaro) en la CPAC México 2024 — Twitter (X)

Reagan redivivo: la constelación conservadora

Arrancado del sepulcro, resucitado por obra y gracia de la Inteligencia Artificial, el expresidente norteamericano Ronald Reagan fue uno de los protagonistas rutilantes de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), la reunión cumbre de las nuevas corrientes ultraconservadoras a nivel global. En este caso se trató de su segunda edición mexicana, calco y copia de la CPAC original, organizada desde el año 1973 en National Harbor, en Maryland, Estados Unidos. Así, la flamante filial mexicana se suma a sus homólogas de países tan distintos y distantes como Brasil, Australia, Corea del Sur, Hungría y Japón, que dan testimonio de la estructuración progresiva de una auténtica internacional reaccionaria. Con la conducción del matrimonio conformado entre Mercedes y Matt Schlapp –referentes de la casa matriz estadounidense– y con el ex actor de telenovelas Eduardo Verástegui oficiando como anfitrión, más de 300 personas se congregaron el 24 de agosto en el selecto Hotel Presidente InterContinental, en la Ciudad de México.

Pero Reagan no fue el único aparecido de la jornada. También se hicieron presentes nada menos que Hernán Cortes, conquistador español de México-Tenochtitlán, y Anacleto González Flores, líder de la “cristiada” en la conocida Guerra Cristera, sostenida en los años 1926-1929 entre el gobierno mexicano y las milicias católicas radicales. La genealogía, desde un primer momento, estuvo claramente demarcada. Para apuntalar las coordenadas políticas globales del espacio, se transmitieron también los saludos virtuales de Jair Bolsonaro, desde Brasil; Giorgia Meloni, desde Italia; Santiago Abascal, desde España; y por supuesto el de Donald Trump, inmerso en plena campaña presidencial en los Estados Unidos. Tampoco faltaron, en el plano intelectual, las citas recurrentes a figuras tan variopintas como el filósofo Edmund Burke, el Papa Juan Pablo II y el escritor George Orwell.

Algunos de los miembros más renombrados de la primera plana conservadora que se hicieron presentes fueron Eduardo Bolsonaro, hijo y operador internacional del ex presidente brasileño; Agustín Laje, ensayista, best seller y conferencista argentino muy popular en estos espacios (de hecho fue el más ovacionado de la jornada); José Antonio Kast, líder del Partido Republicano chileno y ex candidato presidencial; María Fernanda Cabal, senadora y abanderada del uribismo en Colombia, y Henry Kronfle, presidente de la Asamblea Nacional de Ecuador por el Partido Socialcristiano.

El esperado plato fuerte de la jornada, la visita estelar del presidente argentino Javier Milei, cancelada pocos días antes, dejó a los comensales con los cubiertos en la mano

Europa también dijo presente, con representantes de varios partidos ultraconservadores como Thibaut Monnier (Rassemblement National, Francia); George Simion (AUR, Rumania) y Vajk Farkas (Fidesz, Hungría). También fueron de la cita varios cruzados de la “batalla cultural”, entre ellos varios periodistas, influencers, consultores, funcionarios, activistas anti-aborto, bitcoiners y directivos de distintas fundaciones y think tanks. Sin embargo, el esperado plato fuerte de la jornada, la visita estelar del presidente argentino Javier Milei, cancelada pocos días antes, dejó a los comensales con los cubiertos en la mano.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Aires de familia y enemigos existenciales

Más allá de su confluencia en un mismo espacio y lugar, la de la derecha radical es una familia extensa y ensamblada que congrega, no sin riñas y polémicas, a miembros muy diversos, a veces francamente irreconocibles entre sí. En este caso desfilaron por la capital mexicana neoconservadores, fascistas con saudade, liberal-libertarios, “austríacos”, “soberanistas”, antiglobalistas, populistas de derecha, bioconservadores, antivacunas y neoreaccionarios, entre otros vástagos menores. Pero lo que la política y la economía distinguen no siempre la religión puede unirlo, dado que entre los presentes se encontraban evangélicos clásicos, neopentecostales, católicos ultramontanos y judíos sionistas (amén de algunos plausibles miembros del Mossad).

No es casual que Agustín Laje, el más activo de los intelectuales de lo que él mismo llama las “nuevas derechas”, haya teorizado en su conferencia la existencia de tres grandes corrientes, hermanadas en su paso “de la resistencia a la acción”: los libertarios como Javier Milei, los “soberanistas” como Nayib Bukele y los conservadores como Santiago Abascal. Sin embargo, el ensayista llamó a no confundir a los libertarios con los liberales, a los soberanistas con los estatistas y a no volver equivalente el conservadurismo y el catolicismo. La convocatoria a cierto ecumenismo es más que comprensible en el seno de corrientes conservadoras que ya no solo abrevan en las fuentes de un catolicismo a la romana, sino que tejen alianzas cada vez más estrechas con el evangelismo neopentecostal (como en Guatemala o Brasil) y con el sionismo (como en la Argentina o Europa).

Lo que une a los tertulianos de la CPAC, más que sus vertientes ideológicas comunes o sus coincidencias programáticas, son sus enemigos

De lo anterior se desprende que lo que une a los tertulianos de la CPAC, más que sus vertientes ideológicas comunes o sus coincidencias programáticas, son sus enemigos, tanto los reales como los imaginarios. Oyendo las más de 40 intervenciones de una jornada maratónica que se extendió sin pausa por más de 12 horas, podría dar la impresión de que las nuevas derechas radicales solo combaten fantasmas en un teatro de sombras. Así, todos los dardos de dirigieron a un amplio espectro estatista-progresista-comunista que va desde Nicolás Maduro a Kamala Harris, de Emmanuel Macron a los Ayatolás, de Vladimir Putin a Andrés Manuel López Obrador.

Sin tomar demasiada nota de la caída del Muro de Berlín y de la disolución del bloque soviético hace más de 30 años, los enemigos mentados en la CPAC fueron ante todo socialistas y comunistas, o a lo sumo la “izquierda cultural”, el progresismo woke y los “neo-marxistas”. Pero, ¿dónde campean tan eclécticos adversarios? En el cadáver insepulto del Foro de San Pablo, en el Grupo de Puebla, en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, en la Organización Mundial de la Salud, en el Comité Olímpico Internacional, en los gobiernos del “eje del mal” latinoamericano, en la China de Xi Jinping, en la Open Society y la Fundación Rockefeller, en el movimiento feminista y de la diversidad, en los organismos de derechos humanos, en Hollywood, las universidades públicas y los medios de comunicación de masas, entre otros.

Pero ante todo hay que distinguir dos contendientes muy distintos. Uno es un enemigo real, aunque exagerado hasta la caricatura en las febriles mentes conservadoras, conformado por unas izquierdas mucho más diversas y tanto menos radicales que las del siglo pasado. Y el otro, que más que un enemigo existencial es apenas un adversario de circunstancia: el “globalismo”, más liberal que libertario, más cosmopolita que nacionalista, y sobre todo más progresista y multiculturalista, al menos en la comparativa con los ultraconservadores. Esta fractura, cada vez más honda, parece expresar las dos grandes respuestas que las élites globales están ensayando frente a una cada vez más evidente crisis civilizatoria.

Hacer occidente grande de nuevo: los “momentos de verdad”

El ascenso de las nuevas derechas radicales no puede entenderse, desde ya, sin la crisis de la fase neoliberal del capital y del occidente histórico

Uno de los tópicos más recurrentes de la CPAC, casi obsesivos, fue el de la spengleriana “decadencia de occidente”. Y es que el ascenso de las nuevas derechas radicales no puede entenderse, desde ya, sin la crisis de la fase neoliberal del capital, cuya etapa tardía propone cada vez menos elementos consensuales y cada vez más coerción desnuda (y, a lo sumo, algunos seductores chivos expiatorios). Pero tampoco puede entenderse sin una crisis real y manifiesta del occidente histórico, que afecta de rebote a las élites periféricas que se autoperciben occidentales. Sus síntomas más visibles son el notorio declive estadounidense, la larga ausencia de victorias militares categóricas, la creciente irrelevancia geopolítica de Europa, el ascenso meteórico de la economía china y de algunas potencias intermedias, los nuevos espacios de integración económica como los BRICS, y un largo etcétera.

Por eso, la CPAC expresa, sin duda, un giro reaccionario, un vocablo que más que descalificar busca tan solo describir. Las tres corrientes neo-derechistas de Laje son reacciones distintas a fenómenos diversos: a las políticas anti-neoliberales y pro-estatistas de la región (de ahí la pulsión minarquista o anarco-capitalista); al proceso de integración más importante de la historia de América Latina y el Caribe y al realineamiento geopolítico parcial de la región (de ahí la convocatoria a volver al redil occidental); al movimiento feminista y a sus conquistas en términos de derechos sexuales y reproductivos (de ahí el retorno al “dios, patria y familia” y el combate sin cuartel a la “ideología de género”); al carácter cada vez más multicultural de las sociedades occidentales, producto de un migración inducida en África, Asia y América Latina por las mismísimas políticas neoliberales y neocoloniales (de ahí la fobia anti-migrante, las teorías del “gran reemplazo” y la nostalgia de los “valores cristianos y occidentales”); e incluso a cuestiones tan añejas como la mismísima independencia de las antiguas colonias de América (de ahí la insistencia en nombrar a la región como “hemisferio occidental” o hispano-américa, repetida por todos los conferencistas, o la de proponer comunidades totalmente ilusorias como una presunta “ibero-esfera”).

Los sectores que buscan salir del clóset extremista, volver a proclamarse con orgullo derechistas y conservadores y disputar de manera directa el campo de la cultura y el poder del Estado, utilizan para ello todo una serie de estrategias y conceptos surgidos de las propias izquierdas

Lo interesante de todo esto, más allá del carácter risible de ciertas caracterizaciones, o de la identificación de tal o cuál lunático particular, es preguntarse en torno a los “momentos de verdad” que explican no solo la existencia de derechas cada vez más radicales, sino sus cada vez más notorios éxitos políticos y electorales. Podríamos decir, acaso, que no se trata de nuevas derechas en sentido, sino de nuevas articulaciones de fuerzas políticas, problemas y sentidos comunes ya existentes.

El otro hecho que demuestra la CPAC, por demás curioso, es que los sectores que buscan salir del clóset extremista, volver a proclamarse con orgullo derechistas y conservadores y disputar de manera directa el campo de la cultura y el poder del Estado, utilizan para ello todo una serie de estrategias y conceptos surgidos de las propias izquierdas: desde la batalla cultural hasta la búsqueda de la hegemonía, desde el internacionalismo a la épica de la resistencia, desde el rechazo a la globalización hasta el uso leninista de los nuevos medios de comunicación como organizadores colectivos, es evidente que la extrema derecha ha estudiado mucho de nosotros. ¿Estamos nosotros estudiando –y comprendiendo– lo suficiente de ellos?