El cierre de Laura Arroyo

Las NEURONAS del régimen #ElCierre

El lawfare va dirigido a quienes subvierten el status quo con sus discursos, con su política y muchas veces sólo con su existencia; por eso, el lawfare se define en quién lo padece y no sólo en quién lo orquesta

Ayer hablábamos del Estado de derechas en España: de esa excepcionalidad que en España es, más bien, norma; de esa legislación anormal que poco a poco van tatuando tanto en las estructuras del Estado como en nuestro sentido común. Hoy que conocemos el archivo definitivo de una causa falsa conocida como “Caso neurona”, esto queda si acaso más en evidencia porque este falso caso lo tiene todo. Hay dos claves para entender cómo operan las neuronas de este régimen.

La primera es pensar ¿a quién se dirigen estas denuncias? Porque es verdad que en España hay lawfare. Es una evidencia, pero no nos engañemos. El lawfare no es una orquesta judicial-mediática que se le hace a cualquiera. A cualquier persona que, por lo que sea, le cae mal a un juez o a un periodista corrupto. No es un tema tan apolítico como a veces algunos nos quieren hacer creer ni todos son víctimas del lawfare, porque el lawfare tiene una intencionalidad política clara que no sólo se define en quién lo padece, sino en por qué se dirige a ese personaje, partido o agrupación política. El lawfare no es sólo esa orquestación, es también su destinatario. El lawfare es ese contubernio entre poderes mediáticos, políticos y judiciales para denostar a un adversario político. Pero la pregunta es: ¿adversario de quién? Esa es la clave. El lawfare va dirigido a quienes subvierten el status quo con sus discursos, con su política y muchas veces sólo con su existencia; por eso, el lawfare se define en quién lo padece y no sólo en quién lo orquesta. Mónica Oltra representaba esa subversión y rebeldía frente al PP corrupto que en la Comunidad Valenciana tenía su principal bastión junto con Madrid. Los independentistas catalanes representaban esa subversión y rebeldía frente a un Estado monárquico, pero además represivo y profundamente desigual que, entre otras cosas, tiene pendiente una tarea territorial y por supuesto, otra tarea pendiente en materia democrática. Cuando decimos que algunos fueron presos por poner urnas o querer votar, lo estamos diciendo todo. El lawfare contra estos representantes tuvo como objetivo detener cualquier indicio de democracia que supusiera una revolución o una interferencia en esa matrix que es el status quo. Y lo de Podemos, que no tiene nombre, es también lo mismo.

No es casual que no todas las fuerzas de izquierda hayan sufrido lo que Podemos. No es casual porque, guste más o menos, Podemos es un heredero del movimiento impugnador del 2011 en España, un movimiento que dio la vuelta al mundo: el 15-M. Podemos, como heredero de esa capacidad impugnadora desde abajo, fue y sigue siendo, aunque hoy más por la batalla cultural a la que no renuncian que por los números en las instituciones, una amenaza letal contra el régimen del 78. Las operaciones del régimen para destrozar a dicha formación política tuvo múltiples formas, y una de ellas fue el lawfare. Hasta 20 procesos, todos archivados. Pero también las cuatro repeticiones electorales en cuatro años para que nunca pudieran formar parte del gobierno aunque fueron votados para ello, hasta operaciones mediáticas para petardear a este partido por dentro aupando a perfiles más afines o cómodos para el régimen. Por supuesto, una de esas operaciones fue también Sumar. Contra Podemos el lawfare fue una de las orquestaciones del régimen, no todas, pero el lawfare tuvo consecuencias y consiguió parcialmente sus objetivos: debilitó a esta fuerza con la complicidad de personas de dentro que asumieron su posición de izquierda de régimen y cedieron a los cantos de sirena. Por eso la pregunta que habría que hacerse es: ¿qué hicieron mal en el régimen que, aunque lo intentaron, no lograron matar del todo a Podemos? Parece que les faltaron neuronas.

Y la segunda clave para entender esto es muy rápida. Hoy que muchos evitan criticar el lawfare contra Podemos o que lo hacen tibiamente porque no quieren que se les vincule con la formación morada, toca hacer un ejercicio de responsabilidad democrática. El lawfare cometido contra esta formación y el particular y falso caso Neurona, no tiene que ver sólo con Podemos. No sólo golpeó a Podemos ni sólo buscó destruir a Podemos. Hablamos de un abuso de autoridad y un despliegue desde el estado contra todo el país. No hablamos de Podemos como víctima, sino de la democracia española  -ya bastante limitada- como víctima principal. Los efectos del lawfare supusieron alteraciones del ánimo electoral en España y eso ya no se puede remediar ni reparar. No sólo hablamos de la salud mental y política de las dirigentes de una formación política, sino de la interferencia directa de operadores políticos, judiciales y mediáticos en las elecciones de 2015, 2016 y las de 2019. Hablamos de una vulneración de nuestro derecho a elegir desde la libertad porque esa libertad se vulneró con estos casos completa y probadamente falsos.

Hoy todos y todas deberíamos estar denunciando esto sin ningún temor, rubor ni tibieza. Todos y todas las demócratas. El Caso Neurona es una versión elocuente para entender cómo operan las neuronas del régimen cuando se ven amenazadas y también de su decisión de usarlo todo para evitar que les arrebaten esos privilegios o se transforme ese Estado de derechas del que hablábamos ayer. Hemos visto las neuronas del régimen operar impunes durante años. El Caso Neurona, por eso, es mucho más que un golpe a un partido político impugnador y transformador: es un golpe a nuestra democracia que necesita que las neuronas también cambien de bando. Hasta mañana.

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