El Cierre de Laura Arroyo

Esto también es el 12 de octubre #ElCierre

Tal vez, uno de los primeros “menas” de España fue un hijo de una revolución por la libertad y los derechos

Hoy quiero hablarles de una persona. Quiero contarles una historia en estos días que se habla de la hispanidad y del 12 de octubre con frases cuando menos negacionistas como “encuentro entre culturas” o “llevamos la civilización y la lengua”. Un 18 de mayo de 1781, fue ejecutado José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru. Ejecutado, mutilado, despedazado. Primero le seccionaron la lengua. Después, le ataron sogas a cada una de sus extremidades y las ataron a cuatro caballos montados por quienes debían ejecutar la orden de despedazarlo. Túpac Amaru era un indio robusto y fuerte, y pese a sus gritos de dolor y la mirada atónita y llena de terror de todos los que se encontraban en la Plaza de Armas del Cusco presenciando el hecho, aguantó. Su cuerpo no se desmembraba. Enfadados por ello, los ejecutores, representantes del rey de España, le cortaron la cabeza y la colocaron en una lanza para que fuera exhibida en Cusco a la vista del pueblo que le quería y le seguía como líder. ¿Cuál fue su crimen, España?

Túpac Amaru era el líder que encabezó la mayor rebelión independentista en el Virreinato de mi querido Perú. Fue el primero en pedir la libertad de toda Hispanoamérica de cualquier dependencia apuntando directamente a la monarquía española. Denunció las desigualdades y abusos cometidos por las instituciones virreinales contra los y las indígenas, y fue capaz de liderar una rebelión por la independencia y la soberanía. El 12 de octubre es esto.

Pero no bastó con acabar con Túpac Amaru y con usar su ejecución como una vía de disciplinamiento: asesinaron y mutilaron a nueve personas minutos antes de querer despedazarlo en la misma plaza pública; ahorcaron a sus tíos Verdejo, Castelo; asesinaron a su cuñado Antonio Bastidas, a Tomasa Condemaita y a su hijo Hipólito ante los ojos de la compañera y esposa de Túpac Amaru, la revolucionaria rebelde e indígena a la que yo debo una herencia de lucha que me llena de terquedad y ruido indígena orgulloso: Micaela Bastidas. La obligaron a presenciar la muerte de su hijo, le cortaron la lengua y le aplicaron el garrote; al ver que resistía, la ahorcaron con una soga, nuevamente, a la vista y paciencia de un pueblo horrorizado. El 12 de octubre es esto.

Pero, aunque parezca imposible de creer, esto no quedó aquí. Los dos menores hijos de Túpac Amaru y Micaela Bastidas fueron obligados a ver cómo asesinaban a su familia entera y a sus padres. Y luego, fueron llevados a prisión. El menor de ellos se llama Fernando Túpac, a quien nosotras conocemos como Fernanducha Kunturcanqui: un niño de tan sólo 10 años, a quien obligaron a ver la muerte de toda su familia y fue llevado a la cárcel para ser tratado como escoria.  Lo castraron para evitar que tuviera descendencia que pudiera compartir un linaje de revolución y justicia y luego obligaron a caminar, descalzo y casi sin fuerzas por las condiciones en que lo tenían, junto con otros presos, en un viaje de 1.100 kilómetros hacia otras celdas alejadas de su Cusco natal. Esto es el 12 de octubre.

Su hermano mayor murió por los constantes abusos y torturas que no soportó, y Fernanducha Kunturcanqui, aunque no lo crean, fue traído a España y estuvo preso durante toda su vida desde entonces; aprendió a leer y escribir y en sus cartas cuenta de los privilegios que algunos presos recibían sólo por ser españoles frente a quienes, como él, eran indígenas a los que les esperaba el peor de los tratos de manera diaria. Pero Fernanducha leyó y estudió desde la prisión y, entre otras cosas, se volvió un partidario de la Revolución Francesa a la que veía como una esperanza hacia la libertad. Motivado por esos sucesos en Francia, empezó a escribirle cartas al Rey de España solicitando una cosa: la residencia española. ¿Para qué? Para poder trabajar y, por tanto, emanciparse, tener libertad e independencia para ser una persona autónoma. ¿Nos suena conocido lo del permiso para trabajar que España niega a determinados migrantes? Esto también es el 12 de octubre.

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A Fernanducha le negaron todos sus pedidos; le pidieron, de hecho, que olvidara sus orígenes y aborreciera públicamente los actos revolucionarios de su padre, pero no lo hizo, y a los 29 años murió en agosto de 1799. Tal vez, uno de los primeros “menas” de España fue un hijo de una revolución por la libertad y los derechos. Fernanducha Kunturcanqui murió sin conocer la libertad y sin poder hacerlo en la tierra que le vio nacer y que amaba, lejos de su familia, a quienes ejecutaron delante de él cuando tenía sólo 10 añitos. Fue enterrado bajo su nombre españolizado (Fernando Tupamaro) y sus restos, ojo con esto, se encuentran hasta hoy en suelo español. No están en mi tierra, en nuestro Cusco, en nuestro territorio: siguen aquí, en el país que lo sometió a una vida de calvario. Sigue siendo un exiliado, un expatriado, un cuerpo violentado y abusado en el cementerio de la parroquia madrileña de San Sebastián.

Amigos y amigas de El Tablero, esto es el 12 de octubre. Que sirva esta historia para desmontar los verdaderos mitos sobre esta fecha. Mitos que buscan construir una hispanidad basada en la negación de la historia y en la desmemoria, por tanto, en la violencia contra nuestros pueblos de la Abya Yala. España, lo digo porque lo he vivido en carne propia, es mucho mejor que quienes celebran con desfiles ridículos una fecha de abuso y opresión. España es la gente que acoge y que reconoce su historia y se separa de ella. Gente que construye, con su DNI español, otra forma de ser España. Esa España es la que merece otro tipo de fiesta porque el 12 de octubre les avergüenza. Esa es también mi gente. Por la memoria de Fernanducha Kunturcanqui, Tupac Amaru y Micaela Bastidas, tenemos claro que mañana no hay nada que celebrar. Hasta el lunes.


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