55 años de ‘Easy Rider’: cuando el Vietcong hizo temblar Hollywood

El gran cambio contracultural que se desarrolló en la década de los 60, además de la moda, la música, las artes plásticas o la política también se vivió en el cine. Más allá de Godard, Buñuel, Truffaut o Antognoni, el cine independiente americano inició con ‘Easy Rider’ una revolución que transformó para siempre el apolillado Hollywood de comedias color pastel

Hace unas semanas recordé en Diario Red como el cambio cultural que impulsó los intentos de transformación social que se vivieron en los 60 finalmente quedaron diluidos y sometidos a la inmensa maquinaria del poder a finales de 1969. Por ello merece la pena, cuando se celebra el 55 aniversario del estreno de esta emblemática cinta —en Estados Unidos y parte de Europa, en España la censura franquista prohibió la exhibición de ‘Easy Rider’ en cines hasta noviembre de 1974— máximo símbolo de la ruptura que una nueva generación de cineastas, recordar que tal vez fuera el cine el único ámbito de la cultura en el que si bien la gran industria sobrevivió, tuvo que aprender a convivir e incluso tratar de aprender del lenguaje, la estética, el mensaje y el estilo de una nueva forma de contar historias delante de una cámara que antes de los 60 jamás habían imaginado que pudiera no solamente existir, sino llegar a tener éxito.

Ello fue posible gracias a Raybert Productions, una compañía independiente dirigida por Bob Rafelson, quien gracias a su amistad con Jack Nicholson había conseguido dirigir y producir en 1968 ‘Head’, una comedia satírica protagonizada por The Monkees, una versión americana de los Beatles de serie B. La película logró cierta repercusión y cuando Peter Fonda, que se había hecho muy popular gracias a su papel en la película de 1966 ‘Los Ángeles del Infierno’ le propuso la idea básica de ‘Easy Rider’, gracias al adelanto que Columbia Pictures les facilitó como distribuidora, la película pudo rodarse.

El argumento es sencillo. Dos “outsiders”, dos jóvenes muy representativos de la América de aquellos años, Wyatt, el “Capitán América” (Peter Fonda) y Billy (Dennis Hopper) deciden escapar de su vida cotidiana y marcharse a Florida recorriendo América en moto tras hacer un negocio de tráfico de cocaína —anécdota para la historia: el comprador que les paga una buena cantidad de dólares por la mercancía en las inmediaciones de un aeropuerto es Phil Spector, haciendo un cameo tipo Alfred Hitchcock— pasando antes por el famoso “Mardi Gras” de Louisiana. El viaje que la pareja hace en moto recorriendo la América profunda, en especial el sur de los Estados Unidos, es el telón de fondo de un retrato tan certero como estéticamente bello de aquella América de rock´n´roll, comunas hippies, marihuana y anhelo de libertad que chocaba abiertamente con la mentalidad retrógrada, racista y ultraconservadora que dominaba en los estados del sur en los años 60. Mención fundamental entiendo que merece a la hora de comentar el desarrollo narrativo de ese viaje es el hecho de que junto a Dennis Hopper y Peter Fonda el guion de ‘Easy Rider’ fue coescrito con Terry Southern, maestro del Nuevo Periodismo junto a Hunter S.Thompson, cronista en publicaciones como Rolling Stone, novelista rompedor como pocos —recomiendo la lectura de su magnífica ‘A la rica marihuana y otros sabores’, editada en los años 80 en España por Anagrama— y al tiempo guionista de películas emblemáticas de los años 60 como ‘Casino Royale’ o ‘Barbarella’.

Toda la película está cargada de simbolismo desde sus primeras escenas anteriores incluso a los títulos de crédito introductorios: cerrado el trato y cobrado el dinero, según Wyatt y Billy se suben a sus choppers camino del Mardi Gras, Wyatt se quita el reloj de su muñeca y lo arroja al suelo. Se acabó la sociedad convencional, se acabó el mundo de la sociedad biempensante, incluso se acabó el tiempo, ya no hay horarios. Solo un camino por delante para recorrer en libertad.

Deliberadamente o no, hasta la fotografía de la película es un fresco fascinante de aquellos paisajes, tanto en las escenas en las que recogen a un hippie que hace auto-stop para llevarle a su comuna como en la maravillosa escena del amanecer hacia el final de la película en la que suena de fondo el “It´s Allright Ma (I’m Only Bleeding)’ de Roger McGuinn. Contrastes de luz, un colorido que bien podría estar inspirado en visiones lisérgicas o cannábicas y una mirada poética y evocadora aunque quizá desesperanzada hacia un destino que se truncará trágicamente.

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En uno de los momentos más cómicos de la historia, Wyatt y Billy son detenidos en Louisiana por “desfilar sin permiso” y encerrados en los calabozos de una comisaría donde conocen a George Hanson, un joven abogado juerguista y aficionado a la bebida, arrestado allí con ellos tras una noche de la que asegura no recordar nada, que se unirá a su viaje. Ese papel es interpretado por Jack Nicholson, quien protagoniza un diálogo realmente sensacional con Billy, de profunda carga política tras una desagradable experiencia en una cafetería en la que un policía y unos rednecks les intimidan hablando de cortarles el pelo, darles una paliza o incluso acabar con ellos. Me permito reproducir un fragmento de ese genial diálogo que se adelantó medio siglo a las falacias sobre la “libertad” que esgrime la derecha más reaccionaria y muy especialmente Díaz Ayuso.

“¿Qué tiene de malo la libertad? Todo el mundo la quiere ¿no?” a lo que Nicholson responde: “Si, claro, todo el mundo quiere ser libre. Pero una cosa es querer ser libre y otra cosa muy diferente es serlo. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en el mercado. Sí, se pasan el día dale que dale, y dale que dale con la libertad individual pero cuando ven a alguien que es libre de verdad, se cagan de miedo. Eso sí, no se te ocurra decirles que no son libres, porque entonces se dedicaran a asesinar y a matar para demostrar que lo son”.

Por supuesto, ‘Easy Rider’ posee una de las bandas sonoras más sensacionales de los años 60 y que reúne canciones tan históricas como el “Born To Be Wild” de Steppenwolf, la primera canción de heavy metal de la historia, clásicos imperecederos como “The Weight” de The Band, el maravilloso “If You Want To Be A Bird”, de los efímeros The Holy Modal Rounders, banda de rock psicodélico que tuvo como batería a Sam Shepard, otro hijo de la contracultura autor de libros de poemas tan fabulosos como ‘Luna Halcón’ y cuya obra maestra ‘Cronicas de Motel’ inspiró directamente la película de Wim Wenders ‘París – Texas’, así como el estremecedor “It´s Allright Ma’ (I´m Only Bleeding)” de Roger McGuinn, el puro blues de “Don´t Bogart Me” por The Fraternity Of Man así como por supuesto el genio de Jimi Hendrix con su “If Six Was Nine”.

Decía Peter Biskind en su excelente libro sobre la generación que cambió Hollywood en los 60, ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’: “Wyatt y Billy se convirtieron en la peor pesadilla del estabilishment junto a Charles Manson. Un cine contracultural, revolucionario, que rompía todas las normas llegó al festival de Cannes, recaudó seis veces más de lo que fue su coste total de producción y acabó con toda una época de la industria de Hollywood. Fue como si el Vietcong hubiera invadido Beverly Hills”.