Aemilius Celer

Vida y obra de un popular artista de la propaganda electoral en la Pompeya de hace dos mil años

Dentro de la infinidad de maravillas que nos han deparado las ruinas de Pompeya, está la de haber preservado testimonios, no sólo de la vida cotidiana en general de una población que vivió hace casi dos mil años, sino también de muchas de las personas en particular que conformaban dicha población.

No me refiero aquí a emperadores, filósofos o altos funcionarios (que sin duda tienen también su interés, y mucho), sino a gente común y corriente de cuya existencia jamás nos habríamos enterado de no ser porque, en el año 79 de nuestra era, el Vesubio decidió entrar en erupción y congelar con sus cenizas un instante específico de la historia. Una de esas personas, que además se preocupó en vida de que su nombre no pasara desapercibido, fue Aemilius Celer, quien ostentaba la nada despreciable profesión de ser pintor profesional de grafitis.

Aemilius hacía grafitis de todo tipo, publicitarios, electorales, y solía firmarlos con su nombre. Probablemente lo hacía pues se sentía orgulloso de su profesión, que no sólo requería del conocimiento de la lectura y la escritura (por entonces no al alcance de todos) sino también del arte de la caligrafía. Hacer popular su nombre le facilitaría además conseguir nuevos clientes.

Quizás Aemilius no fuera el único en la ciudad de su profesión, ni tampoco el único en firmar sus anuncios. Pero sí es el único pintor de anuncios cuyo nombre ha llegado hasta nosotros. Y no parece un accidente. Debía de ser sumamente prolífico, pues textos con la firma de Aemilius han aparecido en todos los rincones de Pompeya.

Uno de sus grafitis, por ejemplo, decía:

Nada de esto sería posible sin suscriptores

“Veinte parejas de gladiadores patrocinados por Decimus Lucretius Satrius Valens, sacerdote de Nerón César, y diez parejas de gladiadores patrocinados por su hijo, Decimus Lucretius Valens, lucharán el 8, 9, 10, 11 y 12 de abril. Adicionalmente se ofrecerá una cacería de animales salvajes. Se extenderán los toldos. Aemilius Celer escribió esto solo, a la luz de la luna.”

Los toldos a los que hace referencia se extendían en el techo del anfiteatro de Pompeya para proteger a los espectadores del sol. En realidad, Aemilius bien podría haber terminado su anuncio antes de la última frase. Por el contrario, se propuso situarnos en el momento mismo de la escritura del grafiti, y así nos anuncia poéticamente que lo ha pintado sin compañía y a la luz de la luna (“singularis ad luna”). Sin duda semejante añadido habrá despertado una sonrisa en sus contemporáneos, del mismo modo que nos la despierta ahora. Y al contemplar el anuncio en el muro, resulta casi imposible no imaginar a Aemilius subido a una escalera de madera, escribiendo esas líneas con la pintura roja de su pincel.

Celer escribía también consignas políticas. Algunas por encargo, otras quizá movidas por el interés o la amistad, como la siguiente:

“Los vecinos de Lucius Statius Receptus te instan a que lo elijas duovir con poder judicial. Es un candidato digno. Aemilius Celer, su vecino, escribió esto. Quien dañe maliciosamente este anuncio, podría enfermar gravemente.”

Ignoro si Receptus habrá sido elegido, pero lo que sí sabemos es que nadie, ni siquiera el furioso Vesubio (quizá por temor a enfermar gravemente), se atrevió a dañar el letrero, que sigue siendo leído veinte siglos después.

El nombre de Aemilius Celer apareció omnipresente ante los ojos de los arqueólogos en muy diversas calles de Pompeya. Algunas de sus pinturas sobreviven hoy en día. Otras, tras ser registradas por los excavadores, acabaron desapareciendo como consecuencia de la exposición a la intemperie. Es el caso del hogar de Aemilius. Pues, aunque parezca increíble, sabemos con exactitud dónde vivía.

Visitar su casa conlleva una enorme decepción si uno no conoce su historia de antemano, pues sólo quedan los muros descarnados. Pero cuando el edificio se excavó por primera vez, en 1888, las paredes conservaban aún su estuco original y ostentaban numerosos textos y dibujos. Entre ellos una caricatura del propio Celer de espaldas sobre una escalera, mano derecha en alto, pintando un muro. Junto a ella la inscripción: “Aquí vive Aemilius Celer” (Aemilius Celer hic habitat). Según los arqueólogos, el nombre de Aemilius estaba presente múltiples veces en toda la casa, y a la entrada se advertía que allí vivía un pintor de programas electorales. No sorprende esa obsesión con su nombre: ya en el grafiti de la luna su firma aparece no una, sino dos veces.

Dicho grafiti anunciaba unos juegos de gladiadores de abril del año 79. Menos de seis meses después, el 24 de octubre (hoy se sabe que la fecha clásica del 24 de agosto proviene de un error de interpretación) la ciudad de Pompeya dejaría de existir. Desconocemos qué edad tenía Aemilius Celer cuando escribió estos textos, si era joven o viejo. E ignoramos si alcanzó a huir de la catástrofe o si alguno de los esqueletos hallados siglos después entre las ruinas le pertenece. En realidad, aparte de lo que dejó escrito, no sabemos nada más de él.

Bueno, sí. Gracias a él sabemos que una noche de abril del año 79 la luna, esta misma luna que yo observo esta noche desde el balcón mientras escribo estas líneas, lo conmovió lo suficiente como para plasmarlo con delicadas letras rojas en un muro y contárnoslo a todos.