La derecha se entrega a la estrategia de la tensión

La foto que Feijóo ha decidido hacerse ayer con Aznar y Rajoy junto a millares de manifestantes tiene un significado aún más peligroso que el de aquella de Colón en la que las tres derechas se consagraron en una estrategia político-electoral conjunta
El líder del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo (c), saluda durante la manifestación organizada por el PP, en la plaza de Felipe II, a 24 de septiembre de 2023, en Madrid (España). Bajo el lema ‘A la calle contra la amnistía, el referéndum y contra aquellos que quieren destruir nuestro Estado de Derecho’, el Partido Popular ha organizado una movilización cívica e institucional contra el intento de Pedro Sánchez de “destruir la Constitución” con una posible aprobación de una amnistía y de reconocer el derecho de autodeterminación. La dirección nacional de Génova pretende visibilizar la posibilidad de que el PSOE esté dispuesto a conceder beneficios judiciales a los condenados por la consulta ilegal del 1-O en Cataluña para reeditar la coalición al frente de La Moncloa, tal y como le reclaman los partidos independentistas.
24 SEPTIEMBRE 2023;MADRID;AMBIENTE;MANIFESTACIÓN PP;CONTRA LA AMNISTÍA
Jesús Hellín / Europa Press
24/9/2023

Feijóo con Aznar y Rajoy en la manifestación de ayer

Jesús Hellín / Europa Press

No importa si han sido 30.000, 40.000 o 60.000. La derecha ha enseñado su voluntad de movilizarse contra la investidura de Pedro Sánchez en un contexto inverosímil: a pocas horas de la investidura de Feijóo.

La foto que Feijóo ha decidido hacerse ayer con Aznar y Rajoy junto a millares de manifestantes tiene un significado aún más peligroso que el de aquella de Colón en la que las tres derechas se consagraron en una estrategia político-electoral conjunta. Antes la derecha aspiraba a ganar las elecciones; hoy la derecha aspira a revertir el resultado de las urnas haciendo valer su poder en la judicatura, en los medios de comunicación, en las cúpulas de las fuerzas de seguridad y el ejército y finalmente, reivindicando aquel “la calle es mía” de su fundador, el ministro de la dictadura Manuel Fraga. Ayer la derecha española se reivindicó en un repertorio de acción colectiva impropio de las gentes de orden y las mayorías silenciosas: la protesta callejera.

El problema es que esta derecha desinhibida que haría pasar por democrática a la Democracia Cristiana que articuló la trama civil del golpe contra la Unidad Popular en Chile, no tiene enfrente ni a Allende, ni a un gobierno com voluntad de intentar ser de izquierdas, ni a movimientos sociales con voluntad y capacidad de disputar la calle. Enfrente tiene una frágil correlación de debilidades entre un PSOE obligado a hacer lo que no quiere hacer y a pelear con su alma caoba, una guerra civil en el independentismo catalán, una progresía mediática que no termina de decidir si le parece bien la amnistía y una izquierda en la que aún no está claro si Yolanda Díaz terminará de exterminar a sus adversarios internos o acabará devorada por sus propias contradicciones.

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El problema es que esta derecha desinhibida que haría pasar por democrática a la Democracia Cristiana que articuló la trama civil del golpe contra la Unidad Popular en Chile, no tiene enfrente ni a Allende, ni a un gobierno con voluntad de intentar ser de izquierdas

El débil bloque democrático que puede y debe hacer presidente a Sánchez no debería confiar sólo en los números parlamentarios, y no tanto por la posibilidad del tamayazo que cada día alienta la derecha mediática, sino porque la derecha real es mucho más poderosa que los grupos parlamentarios de Feijóo y Abascal.

Los jefes políticos del PP y VOX son sustituibles en cualquier momento pero el poder judicial, económico, mediático, policial y militar de la derecha sigue siendo un bloque histórico con plena conciencia de sus objetivos políticos. Ese bloque tan bien asentado en el Estado no dudará en usar cuantos medios le sean necesarios para defender lo que llaman “unidad nacional” y que, en realidad, no son más que sus privilegios. A los golpistas no se les combate solo en el parlamento; se les debe combatir en todos los lugares en los que presenten batalla.