Milei lector de Gramsci

Milei sabe que en sociedades mediatizadas lo que se dice es tanto o más importante que lo que se hace, en la medida en que contribuye a configurar un estado de conciencia, una jerarquía de temas en la agenda y en última instancia, la hegemonía
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El presidente de Argentina en su intervención durante el acto ‘Viva 24’ de VOX, en Madrid — A. Pérez Meca / Europa Press

La mayor parte de los medios de comunicación no prestaron atención a lo que, a juicio de este consejo editorial, fue lo más importante del discurso de Milei en Madrid. Lo señaló ayer Manu Levin en su sección de La Base:

Me dicen: pero usted ahora es un jefe de Estado, cómo va a estar haciendo estos comentarios, cómo va a abrir a hablar así de sus adversarios políticos, cómo va a hablar así de otros mandatarios como hace dos años, o de un presidente”, como me toca ser ahora. En todo caso, ahora que soy presidente, mi responsabilidad por librar la batalla cultural es, aún, mucho mayor, porque lo que hago y digo tiene un efecto más grande. Y dar la batalla cultural no es solo moralmente correcto, sino que, además, es necesario de un punto de vista del gobierno, es necesario para el éxito de cualquier programa de gobierno liberal o libertario, para que las políticas que implementen sean duraderas.

Es este sin duda el párrafo crucial de la intervención del ultraderechista presidente de la Argentina. Ahí señala no solo la clave de la lucha política contemporánea, sino también la clave su éxito.

Milei sabe que en sociedades mediatizadas lo que se dice es tanto o más importante que lo que se hace, en la medida en que contribuye a configurar un estado de conciencia, una jerarquía de temas en la agenda y en última instancia, la hegemonía. De hecho, no es casual que Milei cite frecuentemente a Antonio Gramsci en un ejercicio de proyección en el que atribuye a la izquierda el dominio cultural de las sociedades. Ojalá tuviera razón pero no es el caso. Por desgracia, a las izquierdas les cuesta asumir que, efectivamente, los terrenos cultural y mediático, son cruciales para hacer frente a unas derechas cada vez más fascistizadas que hoy tienen a Milei como uno de sus referentes comunicativos más eficaces.

A nuestro juicio, no tiene razón Enric Juliana cuando elogia la inteligencia táctica de Meloni al tratar de pasar desapercibida por el cónclave fascista de Madrid; Meloni nunca habría llegado a presidir el Consiglio de no haber asumido las estridencias de los manuales de lucha cultural. No son tiempos de política de florete sino más bien de sable. Y eso no lo van cambiar Mario Draghi ni las negociaciones para la reordenación del poder europeo con participación de los ultras.

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Pensamos además que el despliegue de oportunismo del PSOE, tratando de aprovecharse electoralmente del ataque de Milei no solo reproduce su error histórico de dar cancha a VOX cuyo primer resultado fue su desastre electoral en Andalucía, sino que revela además la profunda hipocresía de un presidente que pide a su ministro de exteriores que participe en el circo de Milei, al tiempo que le tiembla la mano a la hora de llevar acciones diplomáticas contundentes frente a los crímenes de Israel o frente a los graves insultos que la representante diplomática del Estado israelí profirió en su momento contra las ministras de Podemos.

Ojalá la izquierda no deje que Milei sea el único lector de Gramsci.