No mires lo que dicen, mira lo que hacen

Si uno se cree las proclamas del PSOE y sus fuerzas subordinadas —muy especialmente si las urnas andan cerca—, entonces estaríamos ante proyectos políticos prácticamente revolucionarios, antioligárquicos y al servicio de la clase trabajadora
Francisco J. Olmo / Europa Press
Francisco J. Olmo / Europa Press

Ayer sábado, en el comienzo de la campaña de las elecciones europeas, Pedro Sánchez dijo que España "se ha situado en el lado correcto de la historia" respecto de lo que está ocurriendo en Palestina y la ministra de Defensa, Margarita Robles —nada menos que la ministra más querida por la derecha y la extrema derecha—, llegó a decir, por primera vez en boca de una dirigente del PSOE, que "lo que está pasando en Gaza es un auténtico genocidio". Casi ocho meses y más de 35.000 personas asesinadas han necesitado para pronunciar la palabra. Y seguro que es pura casualidad que estemos en campaña electoral.

Si uno juzga al PSOE y a sus partidos satélite por lo que dicen, uno podría pensar que se trata de fuerzas políticas muy a la izquierda del 5 de la escala ideológica del CIS, enormemente comprometidas con los derechos humanos y con la paz. Si uno se cree las proclamas que el PSOE y sus fuerzas subordinadas llevan a cabo en las ruedas de prensa y en los mítines —muy especialmente si las urnas andan cerca—, entonces no cabe duda de que estamos ante proyectos políticos prácticamente revolucionarios, anti-imperialistas, antioligárquicos y al servicio de la clase trabajadora. Pero claro, si en vez de fijarnos en lo que dicen nos fijamos en lo que hacen, entonces la cosa cambia.

Dejando de lado por un momento el hecho bien conocido de que el gobierno de Sánchez no ha hecho absolutamente nada para intentar detener el genocidio —ahora que Margarita lo llama así, ya no cabe duda— que está perpetrando Israel en la Franja de Gaza, soslayando temporalmente, en virtud del objetivo argumental, el hecho de que España siga vendiendo y, sobre todo, comprando armamento a Israel, no se haya sumado a ninguna de las causas penales internacionales contra el gobierno de Netanyahu y ni siquiera haya retirado a la embajadora de España en Tel Aviv —como sí hizo con la embajadora en Buenos Aires por un asunto muchísimo menos importante que un genocidio—, dejando de lado toda esta brutal hipocresía por ser permanente en el tiempo y estar a la vista de todos, centrémonos únicamente en dos votaciones que tuvieron lugar en el Congreso esta misma semana.

Con la boca, el PSOE reconocía el Estado de Palestina y, con la mano, votaba seguir facilitando que Israel tenga todas las armas que haga falta para continuar el asesinato masivo de niños y niñas en la Franja de Gaza

Mientras Pedro Sánchez anunciaba el reconocimiento simbólico del Estado de Palestina —algo que la totalidad de los analistas y de los palestinos sobre el terreno saben que no tiene consecuencias operativas en el corto y medio plazo—, el grupo parlamentario del PSOE votaba en contra de una PNL presentada por Podemos en la que se instaba al gobierno a "proceder a la revocación inmediata de todas las autorizaciones de contratos de importación y exportación de material militar vigentes con el gobierno y las empresas israelíes, incluidas sus filiales" así como "proceder a la suspensión inmediata y efectiva de la compra, venta y tránsito de cualquier tipo de material militar desde España hacia Israel, tal y como establece la ley 53/2007". Con la boca, el PSOE reconocía el Estado de Palestina y, con la mano, votaba seguir facilitando que Israel tenga todas las armas que haga falta para continuar el asesinato masivo de niños y niñas en la Franja de Gaza.

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En esos mismos días y mientras los diferentes partidos gubernamentales se llenaban la boca con la palabra "paz", se producía otra votación significativa en el Congreso. Sin debate y sin que nadie dijese nada al respecto, tanto el PSOE como Sumar, PP y VOX votaban a favor de suspender el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa. Estamos hablando de un convenio internacional que limitaba la proliferación de armamento convencional —helicópteros, aviones, carros de combate, artillería y también tropas— en suelo europeo y a resultas de cuya aplicación se han destruido en los últimos años más de 60.000 sistemas de armas y se ha reducido en 1,2 millones el número de soldados en nuestro continente. Su suspensión, como es evidente, persigue facilitar la orden emitida por la OTAN para que todos los países miembro aumenten significativamente su inversión armamentística y cumplan así con el criterio del 2% del PIB. Con la boca, el PSOE y Sumar dicen "paz", pero, con la mano, votan más madera a la escalada bélica que llena los bolsillos de los señores de la guerra.

Se acerca una cita electoral en la que Europa se lo juega todo, básicamente porque se dirime en las urnas si vamos de cabeza a una época de guerra, de represión y de violencia, o vamos a poner pie en pared al régimen de guerra para que no se acabe llevando por delante lo poco que queda de justicia social. Cada uno puede tener sus afinidades políticas y sus preferencias ideológicas. Pero, para votar al menos libres del signo del engaño, es indispensable mirar no a lo que los partidos dicen, si no a lo que hacen.