Francia

El acoso mediático a la Francia Insumisa, una deriva que no para en Francia

La demonización de los grandes medios, sobre todo los privados, contra esta formación de izquierdas se ha acentuado en los últimos años a través del estigma fantasmeado del antisemitismo

Jean-Luc Mélenchon —
Telmo Pinto / Zuma Press / ContactoPhoto
Jean-Luc Mélenchon — Telmo Pinto / Zuma Press / ContactoPhoto

“Es el resultado de varios meses de un acoso ininterrumpido. Nunca habíamos conocido algo así en la vida política francesa”. Con estas palabras, el principal referente de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, denuncia el trato vejatorio que recibe por parte de los grandes medios en Francia. “A nadie lo habían tratado en Francia como a mí, ni siquiera a (Jean-Marie) Le Pen”, añade el dirigente insumiso en una entrevista reciente para la agrupación de diarios europeos LENA, de la cual forma parte el diario español El País.

Aunque a primera vista pueden sonar exageradas, las palabras de Mélenchon se refieren a la demonización mediática y política que sufre tanto su figura como su formación socio-ecologista. La hostilidad de los grandes medios no resulta algo nuevo para la izquierda mélenchonista. Desde la campaña a las presidenciales de 2012 del entonces líder del Front de Gauche, estos han sido mucho más críticos con este partido que con los socialistas, los verdes o incluso los comunistas. Pero esta tónica se acentuó desde las presidenciales y legislativas de 2022, en que la coalición unitaria NUPES, liderada por Mélenchon, se convirtió en la principal fuerza de oposición en la Asamblea Nacional. Y entró en otra dimensión desde el inicio de la guerra de Gaza el 7 de octubre.

Desde entonces, la Francia Insumisa y, en particular, Mélenchon han sido acusados constantemente de antisemitas por su defensa de la causa palestina. “En todos los sitios donde hay un líder de la izquierda radical, a este lo califican de antisemita”, recuerda el dirigente insumiso, quien hace frente a una campaña parecida a la que sufrió el laborista Jeremy Corbyn. Esta acusación se basa en ambos casos en confundir la denuncia de la ocupación y las atrocidades de Israel en Palestina con el odio a los judíos. Una confusión que ha llegado a niveles extremos y absurdos en la esfera mediática y política gala.

Cualquier crítica a Israel es tachada de antisemita

No hay una semana sin que se produzca una polémica para tachar de antisemitas a los insumisos. La última de ellas ocurrió en relación con el inicio esta semana de los Juegos Olímpicos de París. El diputado insumiso Thomas Portes denunció el pasado sábado que los deportistas de Israel compitan en la cita olímpica como si se tratara de un país cualquiera. Lo que supone olvidar la brutal guerra llevada a cabo por el ejército israelí en Gaza con hasta 38.000 muertos, según las autoridades gazatíes —y hasta 186.000 potenciales víctimas mortales, según la revista británica The Lancet—.

“La delegación israelí no es bienvenida en París”, dijo Portes durante una manifestación propalestina. “Considero que la diplomacia francesa debe presionar al COI (Comité Olímpico Internacional) para que no admitan la bandera y el himno israelíes durante estos Juegos, como ha sucedido con Rusia”, añadió este representante, reelegido el 7 de julio en una circunscripción en Seine-Saint-Denis (banlieue norte de París).

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A pesar de que sus declaraciones sobre la doble vara de medir entre el caso ruso y el israelí no parecen nada del otro mundo, le valieron una oleada de críticas. Y con las previsibles acusaciones de “antisemita” por parte de políticos afines al macronismo y la ultraderecha, así como de tertulianos. Desde hace meses, cualquier cometario crítico contra Israel por parte de la izquierda insumisa, por muy nimio que sea, es denigrado como antisemita. Incluso gestos que no tenían nada que ver con el conflicto en Oriente Medio los caricaturizaron como una muestra de odio hacia los judíos.

Así sucedió con Manuel Bompard, presidente de la Francia Insumisa —los responsables de los partidos en el país vecino no suelen coincidir con los líderes del mismo espacio—, al que acusaron de apoyar a Hamás por haber llevado el pin rojo, un símbolo habitual del antifascismo, durante uno de los debates en la campaña de las legislativas. “Representa una llamada al asesinato de judíos”, reaccionó el filósofo Raphaël Enthoven, un habitual de los platós en grandes emisoras y cadenas.

Aún más absurdas resultaron las críticas contra Sébastien Delogu. Este representante, que mostró en mayo una bandera palestina en el hemiciclo del Parlamento galo, fue tachado de antisemita por haber compartido en las redes sociales un montaje de video en que aparecía una pizza preparada para calentarla al horno. La presencia de la palabra “horno” en la caja de la pizza alimentó horas de elucubraciones en cadenas privadas, como CNews, conocida como la “Fox francesa” por su línea editorial neoconservadora.

Ofensiva contra los diputados racializados

La ofensiva mediática ha resultado aún más evidente en el caso de aquellos diputados (o candidatos) con raíces extranjeras. Con 13 (de un total de 72), el grupo parlamentario de los insumisos es el que cuenta con un mayor número de representantes racializados. Algunos grandes medios pusieron el foco en su perfil e incluso difundieron fake news. Acusaron, por ejemplo, de homófoba a la militante de antirracsita Amal Bentounsi, candidata en una circunscripción en el este en la región de París, por un comentario de 2015 que ella no escribió en la página de Facebook del colectivo que fundó. También reprocharon su manera de vestirse y “su obsesión por el sionismo” al diputado franco-gambiano Aly Diouara.

Este representante aparecía la semana pasada en una foto que generó una oleada de comentarios racistas en la red social X. En ella se veía a cuatro diputados insumisos —dos de ellos negros de piel— sentados en un banco en la Asamblea Nacional. Aunque todos ellos llevaban traje y su pose no tenía nada de excepcional, miembros de la Reagrupación Nacional (RN, ultraderecha) compararon esa imagen con la bancada de los acusados de un tribunal. Aún más significativos resultaron los comentarios de voces de la progresía mediática, como la editora Isabelle Saporta, fichada recientemente como tertuliana en RTL —la emisora de radio privada con más audiencia— que los acusó de “adolescentes” y “buscar pelea” por el simple hecho que había dos negros.

Por muy burdas que sean, todas estas acusaciones han servido a los adversarios de la izquierda mélenchonista para demonizar a esta formación. Hasta el punto de que los partidos afines al presidente Emmanuel Macron la equiparan de manera recurrente con la ultraderecha de Marine Le Pen. Las críticas que podrían hacerse contra la Francia Insumisa —se le podría reprochar su déficit de democracia interna, sus políticas fiscales, una esencialización excesiva de la compleja nación israelí…— han quedado relegadas y sustituidas por una estigmatización sistemática.

Macron “tendría que haber ilegalizado a la Francia Insumisa”, defendió esta semana el diputado Karl Olive. Este representante del ala derecha del macronismo ya había pedido el pasado otoño que incluyeran a Mélenchon en las listas de los fichados por fundamentalismo islámico. La caricatura resulta grosera, pero sirve para denigrar a la izquierda como alternativa política. Es uno de los argumentos utilizados para justificar la negativa de Macron de dejar a la coalición del Frente Popular, en que los insumisos representan la primera fuerza seguidos de cerca por los socialistas, que intente formar un Gobierno tras haber quedado como primera fuerza en los recientes comicios. La demonización mediática rima con el deterioro de la democracia.