Juegos Olímpicos

Jules Boykoff: “Los Juegos Olímpicos no originan la gentrificación, pero sí que la aceleran”

Entrevista con el exatleta y politólogo estadounidense Jules Boykoff, autor del libro What are the olimpics for?

Jules Boykoff, exatleta y politólogo estadounidense
Jules Boykoff, exatleta y politólogo estadounidense

Jules Boykoff, de 53 años, es un exatleta estadounidense y un veterano observador de los Juegos Olímpicos. Este profesor de Ciencias Políticas en la Pacific University de Portland llegó a París a mediados de julio y desde entonces observa el transcurso de la cita olímpica, que concluirá el domingo por la noche. Más allá del espectáculo deportivo y de las disputas por las medallas, el autor del libro What are the olimpics for tiene una mirada crítica sobre un acontecimiento que reproduce muchos de los problemas sociales y ecológicos del deporte moderno, a pesar de las promesas hechas por los organizadores de París 2024. “Los Juegos son una máquina de intensificar aquellos problemas sociales vinculados a la ciudad”, advierte Boykoff en esta entrevista para Diario Red.

La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos destacó por sus valores multiculturales e inclusivos. Los organizadores destacaron la paridad en el número de atletas hombres y mujeres. ¿Están siendo unos Juegos progresistas?

La ceremonia inaugural del 26 de julio representó un momento interesante. Me gustó por su creatividad y su carácter queer. Debido a su toque subversivo, generó revuelo en mi país, en Estados Unidos, y Donald Trump echó el grito al cielo. Pero hay que entender que se trataba de un espectáculo y que no tenía nada que ver con la realidad material. Aunque resulta importante que haya representaciones culturales con un carácter inclusivo (de las minorías raciales, sexuales…), eso no afecta a la realidad material. Y respecto a esta segunda cuestión, los Juegos son un acontecimiento mucho más problemático.

Uno de los principales legados de estos Juegos será el desplazamiento obligado de sectores marginados de la sociedad. No resulta ninguna novedad, ya que se trata prácticamente de una tradición olímpica

¿Le sorprendió algún momento de ese acto?

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Sí, un momento que me pareció significativo de la ceremonia inaugural tuvo lugar hacia el final cuando Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), pronunció un largo y aburrido discurso. Durante todo ese rato, un voluntario —no remunerado— lo protegía de la lluvia con un paraguas al mismo tiempo que ese joven y la mayoría del público se estaban mojando. Momentos como ese reflejan la desconexión de las élites que dirigen los Juegos.

Un colectivo llamado el Revés de la Medalla, compuesto por unas 75 asociaciones, ha denunciado una “limpieza social” en las calles de la capital francesa, donde han expulsado a más de 12.000 personas que dormían en la calle o espacios ocupados. ¿Cómo estas Olimpiadas han contribuido a la invisibilización de los más pobres?

Uno de los principales legados de estos Juegos será el desplazamiento obligado de sectores marginados de la sociedad. No resulta ninguna novedad, ya que se trata prácticamente de una tradición olímpica. Para celebrar las Olimpiadas de 2016 en Río de Janeiro, donde estuve viviendo, expulsaron hasta 77.000 personas de las calles y de viviendas precarias. Cuatro años antes, en Londres también habían echado a miles de personas. Y en Tokio pude entrevistar a dos ancianas que se habían visto obligadas a cambiar de lugar de residencia dos veces. Primero, por los Juegos de 1964 y luego en 2021, también en la localidad nipona. En su caso se debió al reemplazo de viviendas sociales y públicas por un parque inmobiliario privado.

¿A qué se debe que las citas olímpicas favorezcan estas dinámicas?

Porque los Juegos son una máquina de intensificar aquellos problemas sociales vinculados a la ciudad. No originan la gentrificación, pero sí que la aceleran. Ofrecen a los políticos y los constructores inmobiliarios un contexto propicio para impulsar decisiones que les hubiera gustado aplicar antes, pero que no se atrevieron a hacerlo. Se trata de una oportunidad para ellos para ganar más dinero y echar a la gente pobre de las grandes ciudades.

En el caso de París 2024, las fuerzas de seguridad han tenido un rol preponderante en esta limpieza social. ¿Qué te parece este dispositivo policial excepcional?

Fue uno de los aspectos que me sorprendió más cuando llegué en julio en la capital francesa. Han impulsado un dispositivo policial excepcional, pero también con medidas legales excepcionales. Aunque estas leyes dejarán de estar en vigor a partir de marzo de 2025, no hace faltar tener mucha imaginación para intuir que las autoridades francesas pueden intentar prorrogarlas a partir de entonces con el argumento de la amenaza terrorista y que se debe proteger a la población. Y que eso sirva para mantener las cámaras de vigilancia algorítmica —Francia es el primer país europeo en haberlas autorizado—.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, prometió que serían los Juegos “más ecológicos de la historia”. ¿Cómo valoras el acontecimiento en este sentido?

Ha habido algunos gestos interesantes. Por ejemplo, el hecho de promover la comida vegetariana en el comedor de la Villa y de otras instalaciones olímpicas, una mayor uso de la madera y de materiales menos contaminantes en las infraestructuras construidas… A pesar de ello, no se trata de unos Juegos que hayan reducido en lo esencial las emisiones de CO2. Sobre todo, no han hecho nada para disminuir los desplazamientos en avión de millones de personas. O incluso para evitar cuestiones que pueden parecer anecdóticas, pero que me parecen simbólicas, como el hecho de que lleven caballos en avión desde la otra punta del planeta para participar en las pruebas de hípica.

Si realmente quisieran disminuir el impacto medioambiental de estos acontecimientos deportivos, deberían apostar por una mayor transparencia y por verdaderas auditorías independientes

Aparte de eso, ¿ha habido algún otro aspecto que le haya sorprendido sobre esta misma cuestión?

Sí, un episodio que me pareció simbólico resultó la controversia que hubo en Tahití (Polinesia francesa), un territorio que forma parte del legado colonial galo y donde se han celebrado las pruebas de surf. Allí querían construir una nueva torre para los árbitros y para que las cadenas de televisión pudieran emitir imágenes más espectaculares de las olas y los surfistas. Pero la construcción de esa infraestructura hubiera supuesto la destrucción de arrecife, que tarda hasta 5.000 años en regenerarse. Es decir, comportaba un daño medioambiental increíble. A pesar de ello, solo se evitó debido a la presión de la población y las autoridades locales.

La promesa de organizar un evento ecológicamente sostenible no es algo nuevo de los Juegos de este año…

Exacto. En los Juegos de Río, Londres o en los de invierno de Vancouver en 2010 hicieron promesas parecidas y luego se trató de acontecimientos con un gran impacto medioambiental. El COI y los distintos comités organizadores disponen de responsables de comunicación y relaciones públicas muy bien pagados para impulsar campaña de este tipo y prometer que organizarán los Juegos “más ecológicos de la historia”. Curiosamente, sin embargo, leí recientemente un estudio universitario en que se advertía que aquellos Juegos recientes que prometieron ser los más ecológicos terminaron siendo de los más nocivos para el medioambiente. Si realmente desean disminuir su impacto ecológico, deberían disminuir la talla de un evento de este tipo.

¿Y qué pasos se podrían dar para mejorar en este sentido y reducir el daño ecológico?

Creo que un primer paso fundamental sería una mayor transparencia por parte de organismos como el COI, pero también la FIFA en el fútbol. A Frederico Addiechi, responsable de asuntos medioambientales para la FIFA, le pedí que hicieran públicas sus bases de información y que permitieran a los investigadores independientes que accedieran a ellas. Pero me dio a entender que no estaban muy interesados en ellos, de la misma forma que el COI es un organismo opaco. Si realmente quisieran disminuir el impacto medioambiental de estos acontecimientos deportivos, deberían apostar por una mayor transparencia y por verdaderas auditorías independientes.