Economía

¿Es el Informe Draghi una coartada de la UE para invertir en defensa y ampliar la libertad de decisión de las multinacionales?

El expresidente del BCE propone a Europa recuperar la competitividad frente a EEUU y China pues de lo contrario “no será capaz de financiar nuestro modelo social”
Mario Draghi y Ursula von der Leyen — European Union / Xinhua News / ContactoPhoto
Mario Draghi y Ursula von der Leyen — European Union / Xinhua News / ContactoPhoto

La Unión Europea debe invertir 800.000 millones de euros al año para hacer frente al “desafío existencial” de su pérdida de competitividad ante EEUU y China. Para lograrlo, el expresidente del Banco Central Europeo Mario Draghi apuesta por la reindustrialización que garantice el Estado social en los Veintisiete. Así resumen los medios las recomendaciones del Informe Draghi. Al leerlos se extrae una conclusión optimista: la UE está decidida a mantener el nivel de vida de sus ciudadanos, en contra de lo que se hizo tras la Gran Recesión, para ello creará más empresas y puestos de trabajo, correrán ríos de euros y todos seremos felices. Sin embargo, tras un análisis más profundo del texto y de las propias palabras de Draghi al presentarlo, es inevitable preguntarse cual fue la auténtica intención de la Comisión Europea —es decir de Ursula von der Leyen— al encargarle hace un año el estudio. ¿No estaría buscando una coartada para que los ciudadanos no cuestionen el enorme gasto en defensa que está en marcha? ¿El plan que se recomienda ampliará la manga ancha a las multinacionales para que avancen en su control de la economía europea?

El diagnóstico de Draghi sobre la situación actual dista del optimismo. La conclusión principal de su informe de casi 400 páginas, titulado Competitividad de la UE: mirando hacia el futuro, es que Europa ya no es una potencia industrial, sino que ha perdido múltiples oportunidades de innovación y que la productividad está a una gran distancia de la china o la estadounidense. Recuperar el terreno perdido en la revolución tecnológica y la transición energética solo se lograría con una enorme inyección de inversión pública y privada a imagen y semejanza de la realizada con el Plan de Recuperación tras la pandemia. El montón de millones públicos —cuatro veces lo que fue el Plan Marshall— debería financiarse con deuda emitida por la UE. Este plan, aunque cuenta con el beneplácito de la presidenta de la Comisión, deberán aprobarlo los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete por unanimidad. El proceso de negociación será previsiblemente largo y difícil, especialmente porque Alemania está abocada a la recesión y como otros estados, con Países Bajos a la cabeza, no es partidaria de aumentar el gasto ni de mutualizar la deuda.

Las recomendaciones para incrementar la productividad en los Veintisiete consisten básicamente en el apoyo público a la iniciativa privada y en flexibilizar las reglas de competencia

El salvador del euro en 2012, cuando anunció que el BCE haría todo lo necesario “cueste lo que cueste” para parar la crisis monetaria, tiene un prestigio nacido de aquella maniobra consistente en inyectar liquidez a la economía europea, en román paladino: fabricar dinero. Ese prestigio es en el que la presidenta de la Comisión confió al encargarle el documento y también el que el político italiano utiliza para convencer a las empresas de que se sumen al proyecto. Las recomendaciones para incrementar la productividad en los Veintisiete —entendidos como Mercado Único, no como suma de países— consisten básicamente en el apoyo público a la iniciativa privada y en flexibilizar las reglas de competencia. En ocasiones anteriores en muchos países, dentro y fuera de la UE, el concepto “apoyo público a la iniciativa privada” acabó significando transferencia de rentas desde los ciudadanos de a pié a las grandes empresas y los ultra-ricos que las controlan. “Flexibilizar las reglas” puede desembocar en desregulaciones muy peligrosas, como la que desencadenó la crisis de las hipotecas subprime en EEUU.

Draghi considera que, aunque Europa no supo aprovechar la creación de internet, el primer paso de la economía digital, todavía está a tiempo de subirse al tren y hasta de ser líder en otros sectores, como la robótica y la inteligencia artificial (IA). Según él, hay un problema para conseguirlo: las empresas encuentran obstáculos para atraer financiación. Para solucionarlo recomienda “integrar verticalmente” la IA en la industria europea, facilitando los procedimientos de financiación y reduciendo las “barreras burocráticas” para relanzar sectores como el farmacéutico, los productos médicos, la automoción o el transporte. Ataca la pionera a nivel mundial ley de la IA, afirmando que coarta la innovación. "Con esta legislación estamos siendo contraproducentes, estamos matando a nuestras empresas", asegura. Sin embargo no explica como podrían defenderse los derechos de los ciudadanos —desde la privacidad hasta recibir información veraz o contar con medios de trasporte seguros o conservar su empleo—, si se suprime esta regulación.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

A lo largo del informe se incluye en la llamada “política industrial integrada” la fabricación de armas, en un momento en que Von der Leyen prepara un ejecutivo comunitario que quizá contará por primera vez con un comisario de Defensa. Draghi también incorpora en su llamamiento a aumentar la financiación europea en Investigación y Desarrollo (I+D) a la industria del armamento por medio de "nuevos programas de doble uso y una propuesta de proyectos de defensa europeos de interés común”, porque ningún estado miembro podría financiar, desarrollar, producir y sostener las infraestructuras necesarias en solitario. En el texto se asume alegremente que los estados miembros de la UE se están rearmando desde que se inició la guerra en Ucrania, pero se pide que sus inversiones en este campo se realicen en el territorio europeo, ya que el 78% de los 75.000 millones de euros que gastaron entre junio de 2022 y junio de 2023 fueron a parar a otros países, el 63% a EEUU. Europa debería impulsar sus empresas armamentísticas para que “la consolidación industrial de defensa alcance escala”, dice el informe. Es decir, Draghi recomienda a la UE invertir para aumentar el tamaño de su industria de defensa.

En mayo Enrico Letta, exprimer ministro italiano igual que Draghi, presentó un informe que la Comisión le había encargado un año antes, bajo Presidencia española. Letta, presidente del Instituto Jacques Delors, lo tituló Mucho más que un mercado y lo centró en la transformación del Mercado Único, la creación de Delors a finales de los años 80. De forma similar a la de Draghi, recomendaba añadir a las libertades de movimiento de personas, bienes, servicios y capitales, la libertad de investigar, explorar y crear “sin limitaciones”, para aprovechar la economía digital y combatir el cambio climático. También coinciden ambos informes en pedir que las empresas europeas aumenten de tamaño, que se faciliten las fusiones y se eliminen trabas burocráticas. Para “promover la paz y el respeto del Estado de Derecho”, recomendaba impulsar la capacidad de la UE en materia de defensa y seguridad, promoviendo y financiando la creación de industrias propias para incrementar la autonomía estratégica de la UE.

Draghi: si la UE no recupera la competitividad, “no será capaz de financiar nuestro modelo social”

Como Letta no tiene el prestigio de Draghi, su trabajo no tuvo la repercusión del presentado el lunes. Quizá Von der Leyen necesitaba una gran difusión y por eso hizo un nuevo encargo al expresidente del BCE, quien además mejoró las referencias al necesario mantenimiento de las políticas sociales europeas que ya había hecho su compatriota. Pero algunas de sus afirmaciones en la materia suenan a advertencia, como cuando dice que, si la UE no recupera la competitividad, “no será capaz de financiar nuestro modelo social”. ¿Y qué sucederá entonces? Es fácil adivinarlo, las empresas, que habrán obtenido más libertad, porque sin duda la relajación de las normas sí se llevará a cabo, se aprovecharán de una mayor precariedad de los trabajadores con la plausible complicidad de los gobiernos de los Veintisiete, que “se habrán visto obligados” a realizar recortes como sucedió en la Gran Recesión de 2008.