Guerra en Oriente Próximo

El fracaso estratégico de Israel en su invasión de Líbano

Israel no está destacando por el momento por su capacidad para la ocupación permanente en el sur de Líbano, no hay que descartar que comience a consolidar pequeños territorios en el futuro próximo
Ataque de Israel sobre Beirut - Europa Press/Contacto/Bilal Jawich
Europa Press/Contacto/Bilal Jawich

La invasión de Líbano es un hecho. Israel dio el paso después de meses de tensiones con Hezbolá y tras una sangrienta operación en la Franja de Gaza. La cuestión que se sitúa sobre el tablero de Netanyahu ahora es cómo acometer una campaña que puede ser potencialmente costosa a varios niveles.

Líbano se ha convertido en el nuevo centro de operaciones para Tel Aviv. Pero hay ciertos detalles operativos que sin duda podrían derivar en un fracaso estratégico sonoro. Es imprescindible, además, mantener el ojo puesto en Gaza no solo por la importancia de la crisis humanitaria desatada sino para entender los errores que Israel podría haber cometido a nivel táctico.

El primer punto clave es el análisis de los objetivos israelíes con las distintas operaciones y su correspondencia en los movimientos sobre el terreno. Oficialmente se trataba de una sencilla operación -limitada en el alcance y delimitada en el terreno- para favorecer el regreso de las personas evacuadas a sus hogares en el norte de Israel después de que Hezbolá, con sus ataques en represalia por la invasión de Gaza, perturbase su permanencia en la zona fronteriza.

No obstante, lo que se ha conseguido con la intervención terrestre y el incremento de los ataques aéreos y bombardeos indiscriminados es que Hezbolá, lejos de reducir sus ataques sobre las localidades afectadas en Israel, los amplíe. El alcance de los mismos ya muestra un rango espacial desde la importante ciudad costera de Haifa, en el Mediterráneo, hasta Nazaret y la región de Galilea o los Altos del Golán, ocupados a Siria.

Como se vio en Gaza con el caso de los rehenes, es plausible que el pretexto de los evacuados realmente esconda un objetivo distinto, como el muchas veces señalado intento de expulsar a Hezbolá de la zona sur del país, concretamente amparándose en la resolución de la ONU que señala el sur del río Litani como área donde no debe haber grupos no estatales y señala a la UNIFIL, fuerza internacional, como garante de la paz en la zona.

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Sin embargo, este objetivo queda en entredicho cuando Israel ha atacado directamente a la UNIFIL y ha usado a las tropas internacionales como escudos humanos frente a Hezbolá, teniendo que solicitar las fuerzas internacionales que los israelíes se retirasen de las inmediaciones de sus instalaciones. Con lo cual el compromiso de Tel Aviv con la resolución de la ONU queda en entredicho.

Además, Israel ha sobrepasado la línea que había marcado para la zona de amortiguación sin presencia de Hezbolá al sur de Líbano. Y es que las peticiones de evacuación a los ciudadanos libaneses para que no sean considerados objetivos legítimos ya abarcan una parte importante al norte del río Litani, concretamente en el área situada entre los ríos Litani y Awali. Esto también desestima la posibilidad de que Israel busque solo expulsar a Hezbolá hacia el norte.

En las últimas semanas se ha visto un intento de Hezbolá por desligar la posibilidad de parar las hostilidades en Líbano de un posible arreglo en Gaza

De hecho en las últimas semanas se ha visto un intento de Hezbolá por desligar la posibilidad de parar las hostilidades en Líbano de un posible arreglo en Gaza, lo cual parecía ser favorable a Israel. Pero el gobierno de Netanyahu ha preferido presionar para conseguir el control operativo de la frontera entre Líbano y Siria, es decir, el objetivo ni siquiera pasaría por frenar el apoyo a Gaza sino controlar las capacidades del Eje de la Resistencia en el frente norte.

Por último cabe señalar los cada vez más frecuentes movimientos colonos favorables a establecer un Estado tapón en el sur de Líbano. Pero ello implicaría una ocupación y colonización efectivas por parte de Israel, algo a lo que se abren cada vez más figuras políticas, pero que también conlleva nuevas dificultades. No solo implicaría la neutralización de las capacidades de Hezbolá, por rendición o por destrucción de las mismas, sino una limpieza étnica que se sumaría a las que hay en curso en Cisjordania y en Gaza.

En cuanto a la operatividad de las decisiones que parece estar tomando Israel una vez se observa la falla de sus objetivos declarados, para imponer este tipo de medidas, es necesaria una campaña con una cantidad de recursos notables. Desde luego se necesitaría una operación mejor articulada que la segunda invasión israelí de Líbano, la del 2006, ya que no se logró prácticamente ningún tipo de ocupación.

Israel no está destacando por el momento por su capacidad para la ocupación permanente en el sur de Líbano

Aunque en esta tercera invasión, la del 2024, Israel no está destacando por el momento por su capacidad para la ocupación permanente en el sur de Líbano, no hay que descartar que comience a consolidar pequeños territorios en el futuro próximo. Si finalmente no lo consigue, será extremadamente difícil justificar internamente que los objetivos se han cumplido y habrán de alargar la operación hasta que encuentren un pretexto para una salida digna, lo que se antoja complicado si Hezbolá sigue manteniendo capacidades o, al menos, si no retornan los evacuados al norte.

Esta dificultad operativa se incrementa por la propia dinámica que Israel vive en otros frentes. A diferencia de en 2006, Israel está al borde de un conflicto mayor con Irán, tiene un frente sur donde los hutíes siguen asestando golpes desde Yemen, Israel ha descartado buscar esa salida bajo pretextos intermedios de Gaza y ha apostado por una limpieza étnica más contundente aún.

Y por si fuera poco, la mayor duración de esta campaña, que según se ha visto estaría garantizada si no se aclaran objetivos tangibles y realistas, implicará un mayor coste económico, político y reputacional. La economía ya se está viendo afectada por la disrupción de la normalidad productiva y el corte de las relaciones comerciales habituales, especialmente en el puerto de Eilat.

El día después en Líbano también puede ser otro factor a tener en cuenta para el extremo ensanchamiento de la duda estratégica que Israel padece. Si no hay un objetivo claro, como en Gaza, tampoco hay una estrategia para establecer el fin de la contienda. Si Israel no organiza sus recursos para una ocupación, no será sencillo establecer si Hezbolá u otro grupo libanés podrá retornar, como cuando Israel se movía de un barrio a otro en la Franja de Gaza.

Y si el objetivo fuera el de la colonización, Israel puede caer en el grave error de no saber construir unas instituciones sólidas en su frontera, como con el intento de crear un Estado cristiano maronita tras la primera invasión de Líbano en los años ochenta. El colaboracionismo en el marco de diversos frentes, la falta de proporcionalidad en Beirut y el exterminio en Gaza podrían llevar a una nueva guerra civil en Líbano que derrumbase la presencia proisraelí en el día después, especialmente si Israel no mantiene presencia militar perpetua.

Por lo tanto son muchos los riesgos de no delimitar bien los objetivos sobre puntos donde se esté dispuesto a parar y establecer un nuevo statu quo. Israel podría perder algo más que una batalla si decide que su objetivo sea la guerra en sí misma. Un error estratégico más.