Francia

La izquierda francesa busca cómo responder al “golpe de Macron”

La decisión del presidente de ignorar el resultado de las elecciones legislativas y nombrar al conservador Barnier ha indignado al electorado del Nuevo Frente Popular. Pero esto no se ve reflejado de momento con protestas multitudinarias

Foto: LinkedIn
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“Muchos otros comparten nuestro punto de vista, pero no se suman a la calle con nosotros”. Roxane milita en la CGT —el segundo sindicato francés— y expresaba con estas palabras su frustración de no ver a más gente manifestándose tras lo ocurrido en los últimos meses en Francia. Eran las cuatro de la tarde del 21 de septiembre y estaba a punto de llegar a la Plaza de la Nación en París la manifestación convocada contra el “golpe de fuerza de Macron” por parte de asociaciones estudiantiles cercanas a la Francia Insumisa. Unas 3.200 personas, según los datos austeros del Ministerio del Interior, participaron en esa protesta en la capital, bastante menos concurrida que otra de parecida el 7 de septiembre.

Diez días después, la CGT, Sud y otras organizaciones sindicales se enfrentaron este martes al mismo problema. Habían convocado huelgas sectoriales y protestas en 180 localidades. Tenían como objetivo vincular la denuncia del abuso democrático con reivindicaciones sociales; por ejemplo, la derogación de la impopular reforma de las pensiones o aumentos salariales que compensen la inflación de los últimos años. Estas manifestaciones, sin embargo, contaron con un seguimiento poco deslumbrante: unas 170.000 personas en el conjunto de Francia, según los organizadores.

Ni sindicatos ni partidos de izquierdas logran reflejar en la calle la indignación por la decisión del presidente, Emmanuel Macron, de ignorar el resultado de las elecciones legislativas anticipadas de julio

De momento, ni sindicatos ni partidos de izquierdas logran reflejar en la calle la indignación por la decisión del presidente, Emmanuel Macron, de ignorar el resultado de las elecciones legislativas anticipadas del 7 de julio. Pese a la victoria por la mínima de la coalición progresista del Nuevo Frente Popular (NFP), el jefe del Estado galo impidió a esa alianza que intentara formar un Gobierno y se enfrentara a una muy fragmentada Asamblea Nacional. En lugar de eso, Macron nombró primer ministro al conservador Michel Barnier, quien forma parte de Los Republicanos (LR, afines al PP), la cuarta fuerza en el Parlamento con apenas 47 diputados (de un total de 577).

El exnegociador europeo del Brexit ha compuesto un Ejecutivo esencialmente macronista, aunque todavía más anclado en la derecha que los anteriores gabinetes con el actual presidente. Es el Gobierno más derechista que ha habido en Francia desde 2012. “La izquierda hace frente a un golpe institucional”, denuncia el sociólogo Nicolas Framont, jefe de redacción de la revista Frustration Magazine. “Pero aparte de indignarse, no puede hacer gran cosa”, añade en declaraciones a Diario Red.

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“No somos suficientes”

Según un sondeo, difundido por la cadena BFM TV el día después del nombramiento de Barnier el 5 de septiembre, el 74% de los franceses considera que Macron no tuvo en cuenta el resultado de las urnas en esa decisión. La popularidad del presidente, según varios estudios, ha caído a sus niveles más bajos desde que llegó al Elíseo en 2017. “Es la primera vez en la historia de nuestra República que un Gobierno no tiene ninguna legitimidad democrática”, advirtió Henri Guaino, consejero especial del expresidente conservador Nicolas Sarkozy (2007-12).

No obstante, no hay ninguna garantía de que este déficit democrático se vea reflejado en un otoño con fuerte contestación en la calle. Las primeras protestas del 7 de septiembre fueron un éxito. Participaron en ellas un número de manifestantes ligeramente superior a las previsiones iniciales: entre 300.000 (organizadores) y 110.000 personas (Ministerio del Interior). La participación, sin embargo, flojeó bastante en las segundas. Y lo mismo ha ocurrido en las de esta semana.

A pesar de la aparente calma social, el Gobierno de Barnier-Macron ha empezado su andadura sobre un terreno minado

“No somos suficientes. Desde que Macron llegó al Elíseo (en 2017), las manifestaciones no sirven para nada”, reconoce Sandrine, de 53 años y que trabaja en el sector de la comunicación. “En el contexto actual (de pérdida de poder adquisitivo), resulta complicado para la gente hacer huelga, pero esto no significa que no haya una fuerte rabia en el país. Y esta puede estallar en cualquier momento”, advierte Jean-Louis Maury, delegado de la CGT, que pone como ejemplo la revuelta de los chalecos amarillos en 2018.

A pesar de la aparente calma social, el Gobierno de Barnier-Macron ha empezado su andadura sobre un terreno minado. Su arranque está marcado por la elaboración de unos presupuestos de 2025 bajo el signo de una dura austeridad. El Ministerio de Economía indicó el miércoles su voluntad de recortar en hasta 40.000 millones de euros el gasto público. Con ese tijeretazo, quiere disminuir del 6% al 5% el déficit del Estado de cara al año que viene, aunque corre el riesgo de acentuar la desaceleración económica y lastrar la recaudación fiscal.

A la austeridad se le suma la presión de las oposiciones para derogar la impopular reforma de las pensiones. Los diputados debatirán el 31 de octubre en la Asamblea una propuesta de ley de la Reagrupación Nacional (RN) para revocar la subida de la edad de jubilación de 62 a 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa). Esa iniciativa no tiene prácticamente ninguna posibilidad de prosperar, puesto que los verdes y los socialistas anunciaron que votarán en contra al tratarse de una medida presentada por la extrema derecha.

En cambio, sí que dispone de más opciones una propuesta legislativa parecida de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), cuya discusión parlamentaria tendrá lugar el 28 de noviembre. El Partido Socialista (PS) no solo anunció que la apoyará, sino también que la llevará al Senado, donde no están presentes los insumisos.

El proceso de destitución de Macron

Otro mecanismo parlamentario con el que la izquierda quiere reflejar su oposición frontal es el proceso de destitución de Macron, impulsado por la Francia Insumisa. Tras haber sido validado el 17 de septiembre por la mesa de la Asamblea, con una mayoría de miembros de la izquierda, este complejo procedimiento —nunca ha fructificado en la historia de la Quinta República— fue rechazado el miércoles por la Comisión de Leyes del Parlamento, cuya mayoría de miembros pertenecen al macronismo y la ultraderecha. La conferencia de los presidentes de la Asamblea decidirá en las próximas semanas si se debate en el hemiciclo.

Pese a estas diferencias entre insumisos y socialistas (las dos principales fuerzas del NFP), la alianza unitaria de la izquierda se ha mantenido cohesionada a lo largo del verano

Con esta iniciativa, que cuenta con muy pocas posibilidades de prosperar, el partido de Jean-Luc Mélenchon quiere endurecer el pulso con el jefe del Estado, además de no dejar que se banalice su decisión de no tener en cuenta el resultado de las urnas. Este procedimiento, sin embargo, corre el riesgo de alimentar las divisiones internas en el NFP. El PS se opone con el argumento de que no quiere aparecer como una oposición que favorece la inestabilidad institucional.

Pese a estas diferencias entre insumisos y socialistas (las dos principales fuerzas del NFP), la alianza unitaria de la izquierda se ha mantenido cohesionada a lo largo del verano. Macron confiaba en que afloraran las divisiones con el paso de los meses, pero eso prácticamente no ha sucedido. Vistas en perspectiva, las filtraciones en agosto de numerosos nombres de dirigentes de la órbita socialista para ocupar la jefatura del Gobierno o un cargo ministerial aparecen como un intento del Elíseo para alimentar esas discrepancias internas. Finalmente, el ministro con un perfil menos de derechas es el de Justicia, Didier Migaud, un alto funcionario que abandonó las filas socialistas en 2010.

Discrepancias incipientes en el Frente Popular

“Ante el contexto actual de un golpe institucional, hay una prima para los partidos de izquierdas para que apuesten por la unidad. Estas formaciones se necesitan demasiado las unas a las otras (…) para que desmantelen” el Frente Popular, sostiene Framont, autor del libro Parasites. Pese a la fuerte presión por parte del electorado a favor de la unidad, esos mismos votantes temen que se repita la misma historia que con la NUPES. Forjada para las legislativas de 2022, esa anterior coalición se rompió bastante rápidamente debido a la voluntad de los verdes, comunistas y al final también de los socialistas.

“Pese a esta unión aparente, me temo que los sectores más centristas del PS terminarán sumándose al macronismo”, advertía Olivier Bacqué, de 52 años, un militante comunista entrevistado el 15 de septiembre en la Fête de l’Humanité. Organizado por el histórico diario de izquierdas, fundado en 1904 por Jean Jaurès, ese acontecimiento festivo representa cada año un momento relevante para el inicio del nuevo curso de la izquierda. La última edición estuvo marcada por la disputa por el futuro liderazgo del NFP entre Jean-Luc Mélenchon y François Ruffin, un mediático diputado que abandonó la Francia Insumisa durante la campaña de las legislativas y ahora forma parte del grupo de los verdes en la Cámara Baja.

“Tengo un desacuerdo moral y electoral profundo y que dura desde hace tiempo con Mélenchon y la Francia Insumisa”, dijo Ruffin durante uno de los debates en la Fête de l’Humanité. El autor de los documentales Merci Patron! y J’veux du soleil reprocha al principal referente de los insumisos su estrategia electoral centrada en el apoyo de los jóvenes y los habitantes de las banlieues. Le acusa de dejar de lado a las poblaciones modestas de los territorios rurales.

Según el redactor jefe de Frustration Magazine, “hay básicamente dos líneas que se enfrentan. Por un lado, un sector de la izquierda defiende que, ante el auge de la extrema derecha, hace falta moderar algunos postulados y relegar el antirracismo y la defensa de Palestina. Esa es la posición de Ruffin —también de la dirección del PCF y de algunos sectores de los verdes y los socialistas—. Por el otro, una izquierda menos acomplejada considera que se deben mantener los postulados históricos. Es la posición de Mélenchon”. Las fuerzas del NFP necesitarán resolver esta disputa si quieren preservar su unidad. Y presentarse como una alternativa sólida y competitiva ante el macronismo y la ultraderecha.