El Cierre

Los derechos de la infancia migrante en el centro #ElCierre

La infancia migrante está en debate porque hay quienes creen que por ser migrante no eres humano y, por  tanto, no se respeta tampoco que seas un pequeño

Ayer, mientras en Europa millones de ojos estaban delante de la pantalla del televisor siguiendo la Eurocopa y disfrutando con ese deporte maravilloso incluso para quienes no lo entendemos tanto, el fútbol, algo pasaba en otro campo de fútbol. Este otro es más rústico, es precario. No tiene el verdor atractivo de los grandes estadios, ni anuncios publicitarios. Los arcos se sostienen a duras penas y las graderías, no existen. Hay sillas de plástico. Pero la sensación de equipo es igual de potente, el momento de diversión y escape de los problemas cotidianos, que nunca son banales, se hace concreto. En este otro campo —repito— precario y mucho menos visible, unos niños y adolescentes bailaban con el balón. Sonreían, gritaban, sudaban. Jugaban. Son niños. Claro que jugaban. Claro que sonreían incluso en las circunstancias más terribles y oscuras. Y lo hacían hasta que un bombardeo israelí cayó en la escuela donde jugaban un partido que, en su caso, es siempre el partido de sus vidas. El bombardeo israelí dejó al menos 29 muertos. Muchos de ellos, niños. No todos los partidos son igual de televisados, igual de seguidos, igual de alegres, ¿Verdad? Ayer todos veíamos un partido de fútbol, pero habría hoy que hablar de dos.

Ayer, mientras veíamos a España clasificarse a la final otro acontecimiento ocurría. Las dos grandes estrellas del partido sonreían victoriosas. El catalán Lamine Yamal y el navarro Nico Williams nos traían alegría. Dos españoles racializados hijos de migrantes cuyas condiciones, como la de las mayorías de migrantes, fueron las más duras imaginables al querer pisar Europa y al lograr hacerlo porque en suelo español no siempre se está más seguro que en el mar. Estos maravillosos jugadores lograban llevar a España a la final de la Eurocopa pero también la llevaban a mirarse al espejo. Esto segundo es todavía más importante. Es la copa más necesaria. Un espejo que no siempre devuelve un reflejo que nos enorgullezca. Lamine Yamal y Nico Williams son el rostro de la España que tiene en su agenda política, justo en este contexto, un debate abierto sobre los derechos de los niños, niñas y niñes migrantes. La infancia migrante está en debate porque hay quienes creen que por ser migrante no eres humano y, por  tanto, no se respeta tampoco que seas un pequeño. Por el contrario, el nivel de demonización contra criaturas indefensas que está desplegando la ultraderecha de VOX, pero también la del Partido Popular que habla de solidaridad a la vez que asocia a la migración con la inseguridad, o que sujetos como Nacho Cano enarbola con una asquerosa desvergüenza al decir que los migrantes ilegales llegan “por un tubo” y que “viven del dinero del estado”, ha cobrado otra intensidad en los últimos días. Y no es casual. Hablamos de niños y niñas, pero para algunos hablamos de “carga” y por supuesto, de “delincuencia”. Hablamos de personas que muchas veces son esclavizadas por no poder acceder a papeles por responsabilidad de la burocracia y de una ley de extranjería punitiva con ciertos cuerpos, pero para otros se trata de “cargas” y de “animales” o de “estercoleros culturales”. Pero ayer dos hijos de migrantes, dos españoles racializados, un catalán y un navarro, ponían a España al espejo y, déjenme que les diga una cosa: el reflejo no es blanco.

La España que madruga es trabajadora. Pero esa clase trabajadora no es blanca. Es de muchos colores, muchos apellidos, muchas procedencias. La España que llega a la final de la Eurocopa también. Y la victoria de ayer es todavía más importante por esta foto grande que está delineando con precisión. El orgullo por este país está en sus gentes. Las que construyen este país con su trabajo, su talento y su vigor. Tienen mucho más en común el Lamine Yamal de barrio, y con consciencia de clase, con cualquiera de nosotras y nosotros que los supremacistas blancos que ladran mucho pero que no son realmente mayoría. Sólo quieren parecerlo.

Ayer decíamos que la alianza entre razas es necesaria en la composición de lucha de clases de hoy. Y añado hoy que esa alianza se construye desde el orgullo de reconocernos ganadores, victoriosos, talentosos, ruidosas, tercas. Eso es lo que desespera a los ultras. Que no logran callarnos, ni logran invisibilizarnos, ni logran borrarnos.

Pero, esta alianza nuestra ha de ser también transfronteriza. Recuerda hoy con quien hables que ayer había dos partidos de fútbol a los que debíamos prestar atención. En uno jugaba la España real, la que nos pone frente al espejo, la que es nuestra, de todos, todas y todes. El otro, es la rutina inhumana de millones de personas que sobreviven hace 9 meses un genocidio. Señor Pedro Sánchez, ¿Cómo duerme usted por la noche sabiendo que mientras escribe tuits para felicitar a la selección española, en otro campo de fútbol el estado al que usted ha comprado 1.027 millones de euros den armas, ha bombardeado a niños y niñas? Algunas no podemos dormir con la vergüenza que eso nos genera. Espero sinceramente que usted tampoco. Y que en el insomnio sea capaz de dejar de una vez el comercio de armas con un estado genocida. No hay Eurocopa que cubra esa vergüenza. Hasta mañana.

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