No, Santiago Segura no salva al cine español

La nueva película del creador de Torrente, enésima entrega de otra de sus rentables sagas familiares, invade las salas y arrasa con 860.000 euros el día de su estreno  

Advertencia: esto no es una crítica de cine. Como seguro comprenderéis, no he visto Padre no hay más que uno 4: Campanas de boda ni la voy a ver porque tengo otras prioridades en la vida además de meterme en una sala para sufrir semejante tortura rodeado de la habitual tropilla palomitera. Tampoco necesito leer el nuevo libro de Mikel Santiago o de Sonsoles Onega (o escuchar el último disco de Bad Bunny o de Maluma) para saber cómo son. Exactamente lo mismo me ocurre con la nueva “comedia familiar” de Santiago Segura.

De todas maneras, también ayudan los compañeros de la crítica. Rubén Romero en Cinemanía, por ejemplo, ha escrito que “con cada nueva entrega aumentan los personajes y mengua el argumento. Aquí es ya apenas un hilito para justificar un product placement cargante y un giro de guion imposible”. Lo del placement va por los desayunos que salen en pantalla, en plan Médico de familia y abusando de las marcas de leche, bollería y galletas. El ávido amiguete también parece necesitar esa fuente de ingresos. Pero insisto: ¿de qué sirve hacer una crítica de este tipo de “cine” y a qué lectores les afecta esa crítica excepto a Segura? Porque, ojo, el perpetrador de Sin Rodeos o Vacaciones de verano ¡se ofende con las malas críticas! Por eso es más de ir a El hormiguero, Pablo Motos lo trata mucho mejor.

Segura hace mucho que no tiene nada que decir ni nada que aportar al cine, y mucho menos a la televisión, en la que seguimos viéndolo hasta el empacho y en los peores espacios. En el fondo, siempre fue un freak televisivo: ha sido concursante en No te rías que es peor y Vivan los novios, guionista en el infecto Esta noche cruzamos el Mississippi, presentador en el concurso Dobles parejas, habitual en Tu cara me suena, locutor en Viaje al centro de la tele y presentador del olvidable Late Night Alaska y Segura, junto a Olvido Gara.

Ha pasado mucho tiempo desde su fabuloso Josemaría de El día de la bestia o desde sus más que dignos trabajos en Obra maestra o El gran Vázquez. El cargante Segura hace demasiado que no interesa a los cinéfilos o a los espectadores con un mínimo de gusto, sino a los que confeccionan y siguen las páginas salmón. Y en ese sentido, en el del parné, Segura sí que es incuestionable. Sin ir más lejos, Padre no hay más que uno 4: Campanas de boda, distribuida por Sony, superó los 860.000 euros en su primer día, convirtiéndose en el mejor estreno de una producción española del año, puesto que nadie le arrebatará. Es el mejor estreno español de los últimos nueve años. Además, la cuarta entrega se ha convertido en la más exitosa de esta saga en su primer día de exhibición.

Ante estas cifras, pronto llegarán los artículos que pregonen que Segura ha hecho subir nuevamente la cuota de mercado del cine español y que ha “salvado” a nuestro cine.

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Pero el fenómeno debe verse desde otro prisma: el cine familiar de Segura ha invadido 442 salas españolas, una cifra controvertible en los resultados finales porque, según el éxito y la demanda, los horarios y proyecciones en los multicines pueden moverse. En definitiva: Segura copa salas que podían dedicarse a otras películas (otras narrativas, otras propuestas) y nadie, ni siquiera los yanquis, quiere estrenar su película si Santiago Segura aterriza con la suya. Es, sencillamente, un suicido.  

¿Santiago Segura salva al cine español? No, Segura salva a las multisalas de los centros comerciales igual que el Grupo Planeta salva a las librerías de grandes superficies. Y lo hacen abusando. ¿Dónde está el buen cine o la buena literatura en esos tinglados?

Hubo un tiempo en el que el cine comercial no estaba reñido con la calidad, que no era puro alpiste. Un tiempo en el que la gente llenaba los cines para ver películas que no pertenecían a pésimas sagas y no los trataban como a indigentes mentales. Pero eso se acabó y por eso personajes como Segura, armado con un cinismo y una codicia dignos de estudio, saturan y homogeneizar el mercado. Y eso para el cine de un país es letal.   

“Santiago Segura no engaña a nadie”. Me imagino que habéis escuchado la frase. No, no engaña a nadie y eso es lo malo. Segura solo busca llenar butacas. No le importan los buenos personajes, las buenas y nuevas historias, sorprender, innovar, evolucionar. Solo quiere cine prefabricado y complaciente. Sus películas familiares carecen de un aliento real, reconocible, sus irritantes personajes son como de goma, un puro cliché, no existe esa gente. Hay más cine y realismo en cinco minutos de La gran familia que en toda la saga de Padre no hay más que uno.

Segura solo aspira a un cine mínimo, sin complicaciones, alma o ideología. Recordemos que Segura no la tiene, es uno de esos muchos equidistantes del mundillo cultural y mediático que aborrece de los “extremos”, como Ana Pastor. Lo escribió en un tweet: “Que tristeza esa España de fachas y de rojos, de malos y buenos, de extrema derecha fascista o bolcheviques bolivarianos”. Ese día se convirtió en tendencia con más de 22.000 retuits, 70.000 me gusta y más de 8.000 réplicas. Quizás porque se le vio demasiado el plumero.

También disfruta Segura de una legión de seguidores que lo defienden frente al “cine subvencionado”, como si sus producciones no hubiesen logrado subvenciones. Como si Sin rodeos no hubiese conseguido casi un millón de euros, Torrente 3 un millón y Torrente 4 y 5 un millón y medio. Ojo: y como si fuese malo que la industria del cine sea respaldada por el Estado. De hecho, los títulos de crédito finales de Padre no hay más que uno 4: Campanas de boda indican que su producción ha generado 278 empleos directos y 575 indirectos, un buen dato para los que siguen con la matraca del “cine subvencionado”.  

Santiago Segura sigue encadenando éxitos y se lo siguen rifando en la tele porque es cómodo y no tiene otro credo que el económico. Un tipo simpático y ahora hasta familiar y que acepta encantado acudir con su camiseta negra hasta al espacio televisivo más casposo para hacer caja. La tele y Segura se quieren y se retroalimentan, no olvidemos que el primer Torrente fue un éxito sorpresa, pero la saga es impensable sin el bestial respaldo de las televisiones, en especial Atresmedia, del Grupo Planeta.

El fenómeno Segura es impensable sin el respaldo mediático, pero, por desgracia, también sin su masivo público. Y quizás esto sea lo más desolador y deprimente de todo. No olvidemos nunca que las películas que los españoles han llevado al número uno los últimos años son las sagas iniciadas con Torrente, Ocho apellidos vascos o Padre no hay más que uno. Un cine ínfimo.