Stop the count

Si Donald Trump pierde elecciones contra Kamala Harris, va a volver a hacer exactamente lo que hizo a finales de 2020 y exactamente lo mismo que está haciendo en estos momentos la derecha venezolana

“Hay que contar papeleta por papeleta”, “hay que publicar todas las actas”, “hay que dejar que entre al país cualquiera que quiera venir a vigilar”, “hay que aplicar la máxima transparencia”. Aunque es evidente que lo más sensato es que se publiquen todas las actas en Venezuela para acabar con esta situación absurda en la cual ambas partes dicen que tienen actas con resultados diferentes, también es obvio que ninguna de estas frases se pronuncia por parte de operadores políticos y mediáticos relevantes en ningún país rico después de que la derecha gane las elecciones y ni siquiera —salvo por una excepción muy relevante que comentaremos a continuación— cuando gana el partido mayoritario que, simbólicamente, se sitúa a la izquierda del espectro político. Y no se pronuncia ninguna de estas frases porque todas ellas son eufemismos de “posible fraude electoral” y eso es ácido sulfúrico para el sistema democrático. Una vez que se arrojan serias sombras de duda sobre el sistema electoral, como es obvio, ya resulta imposible, a partir de ahí, dirimir de una forma pacífica las diferencias mediante el voto de la ciudadanía.

Es evidente que lo más sensato es que se publiquen todas las actas en Venezuela para acabar con esta situación absurda en la cual ambas partes dicen que tienen actas con resultados diferentes

La situación es diferente, sin embargo, cuando se produce una cita electoral en un país que el mundo rico entiende que tiene que estar subordinado a sus intereses y, en esas elecciones, pierde la derecha. Cuando eso ocurre, ya sea en Bolivia o en Venezuela, existe una probabilidad cierta —casi diríamos que, últimamente, se ha vuelto algo automático— de que la derecha derrotada en las urnas cante “fraude” y eso sea acompañado por los eufemismos antes mencionados por parte de los operadores políticos y mediáticos hegemónicos —desde la extrema derecha hasta la progresía— en los países ricos. La explicación en términos de sus intereses es muy sencilla: si hubiera ganado la derecha o, por lo menos, si pudiera acceder al poder después de haber perdido las elecciones mediante un golpe blando, sería más fácil para las empresas del mundo rico coger el petróleo y el litio.

Hasta ahora, esta operativa colonial y golpista no tenía contraindicaciones para los países más ricos y poderosos toda vez que la táctica de cantar “fraude” después de una derrota electoral de las derechas solamente se aplicaba a los países en vías de desarrollo. Sin embargo, la cosa cambia y se vuelve mucho más peligrosa para el mundo rico cuando la táctica golpista de desconocer el resultado de las urnas se contagia también al Norte global.

La cosa cambia y se vuelve mucho más peligrosa para el mundo rico cuando la táctica golpista de desconocer el resultado de las urnas se contagia también al Norte global

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Como ocurre con prácticamente todos los movimientos reaccionarios que se producen como excrecencia del capitalismo decadente, el contagio empieza por Estados Unidos. Así, entre noviembre de 2020 y enero de 2021 y después de perder las elecciones contra Joe Biden, Donald Trump decide cantar “fraude” en la democracia formal y potencia militar más grande del mundo. El ultraderechista de color naranja decide afirmar abiertamente que le han robado las elecciones y su equipo empieza a desplegar toda una operativa material y discursiva para intentar revertir el resultado mediante un golpe blando. En el plano material, Trump interpone numerosos recursos judiciales contra los recuentos en los estados más disputados —hasta 63 demandas ante el Tribunal Supremo— y presiona a los funcionarios responsables de los mismos incluso con llamadas telefónicas directas. En el plano discursivo, se hacen todo tipo de afirmaciones conspirativas sin presentar en ningún momento prueba alguna: que las máquinas electrónicas estaban trucadas —algo que repite la cadena Fox News y por lo cual, meses después tiene que pagar una indemnización millonaria a la empresa que fabrica dichas máquinas—, que se modificaron los votos utilizando tecnología militar y satélites desde la embajada de los Estados Unidos en Roma o que habíamos asistido a una conspiración comunista internacional para robarle las elecciones a Trump, financiada, por supuesto, por el multimillonario George Soros. Como pudimos contemplar todos con espanto, todo esto acabó con una marabunta de ultras violentos asaltando el Capitolio y ocasionando la muerte de varios agentes de policía. Una de las consignas más famosas en todo este episodio golpista se produce cuando Donald Trump escribe en Twitter “STOP THE COUNT” —parad el recuento—; algo que, más adelante, se convierte en el así llamado movimiento “Stop the steal” —parad el robo—, que continúa movilizado en los años subsecuentes y que está liderado por conocidas organizaciones neonazis como  los Three Percenters, los Proud Boys o los Oath Keepers.

Es importante recordar que los Estados Unidos de América estuvieron a punto de sufrir un golpe de estado de extrema derecha mediante la táctica de cantar “fraude electoral” sin absolutamente ninguna prueba material que lo respalde porque eso es exactamente lo que está teniendo estos días en Venezuela. Más allá de la evidencia de que dicha táctica solamente se utiliza cuando pierde la derecha y nunca cuando pierde la izquierda, la comparación de los argumentos que se están poniendo en marcha a lo largo de estos días para afirmar que se ha producido un fraude electoral en el país caribeño con los que utilizó Donald Trump para intentar revertir el resultado en los Estados Unidos resulta reveladora.

La operativa es exactamente la misma. Por eso, no solamente es muy grave que existan operadores políticos y mediáticos supuestamente progresistas en el mundo rico que estén dando pábulo a dicha táctica —muchas veces mediante la utilización de los correspondientes eufemismos— sino que, además, es también enormemente peligroso para los propios intereses de las democracias económicamente más avanzadas. Por supuesto, es pura estulticia estratégica que los operadores de la progresía española estén alimentando ese discurso en Venezuela cuando la derecha y la extrema derecha en nuestro país ya están empezando a juguetear con esa táctica, empezando a cuestionar el voto por correo. Pero es especialmente suicida el comportamiento de la propia administración Biden, teniendo en cuenta que el 5 de noviembre de este año hay elecciones en Estados Unidos. Como es absolutamente evidente, si Donald Trump pierde elecciones contra Kamala Harris, va a volver a hacer exactamente lo que hizo a finales de 2020 y exactamente lo mismo que está haciendo en estos momentos la derecha venezolana. ¿Cómo se va a oponer a esa operativa entonces la candidatura de Harris cuando su propio gobierno acaba de gritar “STOP THE COUNT” en Venezuela?