Elecciones en Venezuela

Los escenarios que se abren en Venezuela: Brasil, México, Colombia vs. OEA

Parece que los presidentes López Obrador de México, Gustavo Petro de Colombia y  Lula da Silva de Brasil están empeñados en encontrar una vía política y diplomática que ofrezca una salida a la crisis venezolana

Han pasado solo diez días desde las elecciones presidenciales de Venezuela y pareciera que ha transcurrido  todo un año informativo desde entonces. Tras el anuncio de los resultados electorales la noche del domingo por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), que daban la victoria a Nicolás Maduro por un 51% de los votos frente al 44% de Edmundo Gonzalez Urrutia (el candidato opositor respaldado por la líder antichavista María Corina Machado), se desató la que podíamos llamar “profecía autocumplida”.

El resto, ya lo conocen: la oposición insistió en el fraude electoral y el debate se centró en la presión al Gobierno de Venezuela para que mostrase las actas en papel de cada una de las mesas electorales. Mientras, en una web paralela, armada desde estas fuerzas opositoras, se reclamaba un resultado que daba la victoria a González. 

En paralelo, la página oficial del Consejo Nacional Electoral sufría, según sus responsables, un hackeo que inhabilitaba el sitio web -que se mantiene a día de hoy- y que habría incapacitado a este organismo para funcionar con normalidad. En los últimos días plataformas como NetScout han detectado en Venezuela una multiplicación por diez de los “ataques distribuidos de denegación de servicio” —conocidos como “DDoS”—. Recordemos que el sistema electoral venezolano está digitalizado y por eso hay un doble sistema de chequeo: las famosas actas firmadas por los representantes de las mesas electorales, de todos los partidos candidatos, y las digitales que registran las máquinas situadas en cada colegio electoral. El CNE nunca ha publicado actas escaneadas en su sitio web, pero sí publica desde hace casi 20 años los resultados mesa por mesa, pudiendo comprobarse y contrastarse entre ellas.

La oposición agitó el fantasma de las guarimbas y los disturbios en medio de llamamientos al posicionamiento de las fuerzas armadas

Los días siguientes vinieron marcados por tres elementos. En primer lugar, la lucha por el relato. Mientras Machado agitaba el marco del “fraude” electoral, las redes desataban una batalla de desinformación, noticias falsas, e intoxicación amplificada por los medios, de la que hemos venido informando estos últimos días en Canal Red.

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El segundo elemento es la disputa por la calle. La oposición agitó el fantasma de las guarimbas y los disturbios en medio de llamamientos al posicionamiento de las fuerzas armadas. Sin embargo, los datos sobre muertos y detenidos son difícilmente contrastables a día de hoy y parece que la normalidad y la cotidianeidad han regresado en todo el país.

Por último, la preocupación por el reconocimiento internacional. Recordemos que las elecciones venían legitimadas por los acuerdos de Barbados, que prometían respeto a los resultados oficiales y que pusieron el acento en la cantidad de misiones de acompañamiento electoral internacionales que siguieron de cerca los comicios. Entre ellas, el cacareado Centro Carter de EEUU, que abandonó el país sin informe y tras un ambiguo comunicado.

Aunque el debate quiso centrarse en “dónde están esas actas, a ver que yo las vea”, es obvio que algo más está moviéndose entre bambalinas. Recordemos que para zanjar aquello, Maduro acudió a la vía judicial, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, que pidió el pasado 2 de agosto al CNE las actas de escrutinio y de totalización definitiva de las elecciones del 28 de julio para investigar y poder certificar así el resultado. 

Para ello se ha establecido un calendario en el que los diferentes partidos acudirán a depositar sus actas en el Tribunal. El primero en hacerlo fue el propio CNE, que consignó ante el TSJ las actas de las 30.036 mesas que se instalaron el 28 de julio, el acta de totalización y el acta de adjudicación y proclamación; pero además también presentó las  pruebas del ataque cibernético, que deberán ser peritadas en 15 días prorrogables. 

Hoy debería hacerlo Edmundo González como representante de su partido, y en unas horas veremos si acude a presentar esas actas que, por otro lado, ya están disponibles online, o si prefieren no hacerlo, porque de momento, ni Edmundo González ni María Corina Machado las han presentado al TSJ. 

Actualmente las cosas están así. Según la oposición, y las actas digitalizadas, que según ellos son el 83%, González Urrutia habría ganado las elecciones con más del 67% del total, contra un escaso 30% que habría recibido Maduro. El resto de candidatos tendrían, en conjunto, un residual 2%. Por otro lado, tendríamos los resultados oficiales presentados por el presidente del CNE, Elvis Amoroso, en rueda de prensa. Según estos datos, con el 96,87% de las actas escrutadas, el 51,95% de los venezolanos optaron por Maduro frente al 43,18% que lo hicieron por González. 

Estos tres países conforman una especie de nuevo polo diplomático y de mediación alternativo, con una nueva fuerza y legitimidad, para las relaciones en y desde América Latina

Sin embargo, mientras el TSJ va por este carril, por otro circula la cuestión fundamental de la mediación internacional, y es que parece que los presidentes López Obrador de México, Gustavo Petro de Colombia y  Lula da Silva de Brasil están empeñados en encontrar una vía política y diplomática que ofrezca una salida a la crisis venezolana. 

Tiene todo el sentido que sean ellos quienes medien. Brasil es un país fronterizo, además de ser la economía líder regional y con un creciente peso mundial; México tiene una activa Cancillería en los asuntos de América Latina y la vecina Colombia comparte frontera con Venezuela y en ella viven 2,8 millones de venezolanos.  

Tras una reunión celebrada el pasado 1 de agosto, los tres presidentes de izquierdas emitieron un comunicado conjunto en el que coinciden en que el Gobierno de Nicolás Maduro ha demorado en extremo la entrega de los cómputos finales, lo que profundiza el conflicto y genera inestabilidad en la región. 

Estos tres países conforman una especie de nuevo polo diplomático y de mediación alternativo, con una nueva fuerza y legitimidad, para las relaciones en y desde América Latina. De entre este trío, como nos recordaba en su análisis nuestro colaborador y amigo Marco Teruggi, destaca el papel que está desempeñando Lula, impulsando junto a sus homólogos esa postura de diálogo, pero también tendiendo puentes con el presidente francés, Emmanuel Macron, o el chileno Gabriel Boric.

En este sentido, Boric parece empeñado en que no le salpique nada que venga del “régimen” de Venezuela, tal y como escribe en sus últimos tweets, donde insiste en la represión gubernamental que, según él, ejerce Maduro. Todo ello contrasta con las declaraciones que hizo de su viaje a Emiratos Árabes, donde aseguró que era todo un honor y privilegio estar con ellos. Eso sí, los Tweets sobre Venezuela le han hecho ganarse el respeto y el reconocimiento de destacados liberales y opositores a todos los gobiernos progresistas de América Latina. En definitiva, es un difícil equilibrio el que intenta mantener Boric que -spoiler- no suele terminar bien.

Los presidentes de Brasil y de Chile, reunidos en Santiago, conversaron sobre las alternativas posibles, aunque lo hicieron en un marco de bastante discreción. Tengamos en cuenta que Lula, además de mantener una línea abierta de diálogo con Maduro y en contacto cotidiano con López Obrador y Petro, también ha acogido a la delegación diplomática argentina, que ha sido expulsada de Caracas por el Gobierno de Venezuela tras su negativa a reconocer los resultados oficiales de las elecciones. Otras seis delegaciones, por cierto, han abandonado también el país: Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

También planea la posibilidad de que una mesa de diálogo con estos protagonistas que estamos mencionando plantee una auditoría internacional al proceso electoral con la participación de especialistas, lo que podría abrir una negociación para nuevos comicios o incluso los mimbres para el diseño de un proceso de transición democrática. Lo que está claro es que algo se mueve y que, además, lo hace en parámetros que dejan esquinados a los viejos árbitros de la diplomacia y de las relaciones internacionales, demasiado acostumbrados a obedecer o a servir en el “patio de atrás” de EEUU. De hecho, hasta ahora, contrariamente a lo que se ha contado en los medios de comunicación, los países que han reconocido como presidente electo a Edmundo González Urrutia no son tantos.

Y es que el escenario que se baraja hoy no es el de hace seis ni diez años, ni en Venezuela ni en América Latina ni en el mundo. El acercamiento de Maduro a los BRICS, tal y como ha dejado caer en sus últimas declaraciones, podría ser un riesgo, justo en un momento en que su viraje hacia la liberalización económica le había hecho ganar puntos de cara a sus relaciones con EEUU. En los últimos tiempos, y guerra de Ucrania mediante, se había suavizado el régimen de sanciones (recordemos que Venezuela lleva una década bajo medidas coercitivas de EEUU y también de la UE, desde 2017).

Como recordaba en la red social x la politóloga Arantxa Tirado a estos venezolanólogos de ocasión: “No es buena idea analizar la realidad de un conflicto que no es sólo nacional, sino que es geopolítico, sin conocer cómo funciona la geopolítica. Los cuentos de buenos y malos que os explican los medios no sirven para entender la política mundial”. 

Además, parece que hay consenso internacional en que no pueden permitirse otro ridículo, otro fracaso estrepitoso como el del reconocimiento de Juan Guaidó sin más avales, actas ni legitimidad que la que le dio Washington y la oposición. Todo ello podría explicar las “recogidas de cable” de estos últimos días frente a un reconocimiento de Edmundo González como vencedor de las elecciones y merecedor de la presidencia de Venezuela.

El primero, Estados Unidos. En su ‘briefing’ del pasado lunes, el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Miller, afirmó: “Seguimos instando a las partes venezolanas a que inicien conversaciones sobre una transición pacífica de regreso a las normas democráticas (...) Todavía no estamos en ese punto —de reconocer como presidente a González Urritia—. Estamos en estrecho contacto con nuestros socios en la región, especialmente Brasil, México y Colombia para encontrar un camino a seguir”. 

Otro “giro”, si queremos usar ese eufemismo, es el de Argentina. El pasado viernes, la canciller argentina, Diana Mondino publicó un tuit reconociendo a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Poco después, lo retuitearon Javier Milei y Martín Menem, a la sazón presidente de la Cámara de Diputados.

Sin embargo, el reconocimiento le duró poco a Edmundo González. El portavoz presidencial, Manuel Adorni, afirmaba este martes en rueda de prensa: “No estamos en condiciones de proclamar a ningún ganador”. 

En todo este entramado, tampoco podía faltar la Organización de los Estados Americanos, ese escuadrón de la gendarmería estadounidense infiltrado en América Latina y liderado por el secretario general Luis Almagro que, seamos francos, ha tenido un rol bastante polémico en la estabilidad -o más bien inestabilidad- regional en los últimos años. 


Puedes ver el programa completo de La Base sobre la mediación de Brasil, México y Colombia en Venezuela, así como el papel que ha tenido la OEA en América Latina, en este enlace: pegar.