VOX es una parte (pequeña) de la ultraderecha

Como es obvio, que García Gallardo deje de ser vicepresidente de Castilla y León es materialmente irrelevante, desde el punto y hora en que no hacía absolutamente nada desde esa posición administrativa

En la noche del pasado jueves, Santiago Abascal comparecía sin preguntas después de la reunión de la ejecutiva de VOX para anunciar que la formación fascista rompía todos los gobiernos autonómicos de coalición que mantenía hasta ahora con el PP: Aragón, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia. El motivo aducido: que Feijóo haya aceptado el reparto voluntario de 347 menores migrantes no acompañados desde Canarias al territorio peninsular, apenas algo más de 200 en las comunidades gobernadas con VOX.

Como era de esperar, el movimiento ha desatado todo tipo de análisis, reacciones políticas y especulaciones. ¿Se producirán convocatorias electorales anticipadas en dichos territorios o el PP seguirá gobernando en solitario? ¿Se extenderá la ruptura a los ayuntamientos o se limitará al nivel autonómico? ¿Hace esto Abascal para intentar frenar la fuga de votantes hacia Alvise o estamos ante un giro estratégico más relacionado con el posicionamiento internacional de las diferentes derechas, habida cuenta de que, hace muy pocos días y después de las últimas elecciones europeas, VOX se separó del grupo europeo de Giorgia Meloni para unirse a los 'patriotas' de Orban y Le Pen, mucho más cercanos a Putin? ¿Qué efectos tendrá la jugada en el tablero político estatal? ¿Qué efectos tendrá en el plano electoral? El propio presidente del gobierno, Pedro Sánchez, reaccionó desde la cumbre de la OTAN en Washington, diciendo que se trata de una buena noticia para España que nos convierte en un país mejor. Obviamente, Alberto Núñez Feijóo también quiso expresarse al respecto en una comparecencia de prensa en la que acusó a sus socios de irresponsables y de haber "descarrilado" con esta decisión. Aunque la mayoría de los cargos de gobierno autonómicos de VOX acataron la orden de su dirección estatal y o bien dimitieron o bien fueron cesados, algunos consejeros tránsfugas en Castilla y León y en Extremadura decidieron conservar sus cargos y abandonar el partido.

Sin duda estamos ante un movimiento importante que corresponde analizar. Pero, al mismo tiempo, es necesario recordar —por rigor analítico y para poder dimensionar adecuadamente los acontecimientos— que el partido político VOX es apenas una pequeña parte del bloque sociológico que conforma la ultraderecha en España. Sería un grave error de análisis pensar que las piezas más poderosas e influyentes del bloque ultraderechista son los diputados y los cargos públicos u orgánicos de la formación de Abascal.

Sería un grave error de análisis pensar que las piezas más poderosas e influyentes del bloque ultraderechista son los diputados y los cargos públicos u orgánicos de la formación de Abascal

En primer lugar, sería muy inocente perder de vista que el propio Partido Popular incluye en su seno a importantes figuras que ocupan ideológicamente el campo de la ultraderecha. La más relevante de ellas es, obviamente, Isabel Díaz Ayuso y toda la potente maquinaria política y económica de la Comunidad de Madrid, pero no es la única. No olvidemos que una de las decisiones recientes de Feijóo fue la de rehabilitar a Cayetana Álvarez de Toledo. Por no mencionar a José María Aznar.

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En segundo lugar, es obvio que los alfiles más importantes de la ultraderecha española no están en los partidos políticos que defienden ese programa. Mucho más poderosos que Abascal y sus conmilitantes son aquellos altos cargos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que profesan la misma ideología —y que actúan en consecuencia—, aquellos jueces que escriben en sus sentencias prevaricadoras los mismos razonamientos extremistas que podemos encontrar en los discursos de VOX, aquellos grandes empresarios que saben perfectamente que avanzar hacia un sistema económico con más elementos de ultraderecha les reportaría grandes beneficios y —sobre todo— la pléyade de periodistas, tertulianos y opinadores de toda ralea que tienen escaño fijo en la mayoría de los grandes medios de comunicación del país —incluso en más de un medio supuestamente progresista— y que no paran de repetir las mismas ideas que la ultraderecha parlamentaria.

Por mucho que los de Abascal hayan decidido dar un golpe de timón estratégico en la capa política del sector social ultraderechista, es evidente que los comandos más poderosos de dicho sector siguen todos en su lugar y siguen haciendo lo mismo que estaban haciendo antes del anuncio del jueves por la noche.

Pero es que, además, la parte más importante de la operativa de la ultraderecha no es lo que sean capaces de hacer en un parlamento o en un gobierno autonómico. Los de Abascal son quizás los cargos públicos más holgazanes y más incompetentes que han pasado por la administración en las últimas décadas. Como es obvio, que García Gallardo deje de ser vicepresidente de Castilla y León es materialmente irrelevante, desde el punto y hora en que no hacía absolutamente nada desde esa posición administrativa. Y lo mismo puede decirse de todos los demás. Después de muchos años de existencia, nadie puede señalar con el dedo ninguna reforma importante, ninguna política pública de una dimensión mínimamente significativa —quizás con la excepción de la derogación parcial de algunas leyes de memoria histórica en el ámbito autonómico— que lleve la marca de VOX. Los de Abascal llevan muchos años en las instituciones, pero sus logros materiales en las mismas no ocupan más de media carilla de folio.

Esto es así y a ellos tampoco les preocupa tener vacía la hoja de servicios porque son perfectamente conscientes de que esa no es su función política principal. Como explicó Milei en su última visita a España, la tarea fundamental de la ultraderecha no es hacer leyes ni tampoco gobernar. La función que cumplen —y la cumplen muy bien— para avanzar los intereses de la oligarquía es ser las fuerzas de choque en la batalla cultural. Lo de menos es lo que VOX sea capaz de meter en el BOE o en los boletines oficiales autonómicos, si es capaz de desplazar la ventana de Overton para convertir lo fascista en legítimo y obligar a otros actores a que hagan suyas sus ideas y sus planteamientos.

Con el ejemplo del motivo que ellos mismos han aducido para romper los gobiernos con el PP, esto se ve perfectamente. En estos momentos, Canarias tiene la necesidad imperiosa de distribuir aproximadamente 3000 menores migrantes por el conjunto de la península debido a la sobrecarga de su sistema asistencial. Esto es una tarea muy sencilla si tenemos en cuenta que nuestro país recibe cada año decenas de millones de turistas o si pensamos que fuimos capaces de acoger a 200.000 refugiados ucranianos sin ningún tipo de problema. Sin embargo, VOX monta un tremendo escándalo por el hecho de que las comunidades autónomas gobernadas por el PP acepten un reparto de apenas 347 menores, que no sirve para nada, que es un insulto a la solidaridad interterritorial y un peligro para los derechos humanos de un colectivo enormemente vulnerable. Pero, como VOX dice que estos menores van por la calle dando machetazos a las abuelas y que 347 es un número aterradoramente alto, esto desplaza la ventana de Overton a un lugar en el que incluso miembros del gobierno de Sumar pueden salir en público a decir que 347 es un paso adelante.

Y esta no es la única victoria ideológica que la ultraderecha ha logrado en los últimos años. Pensemos en el PSOE pactando con el PP y usando los mismos argumentos que los ultras para arrancar el consentimiento de la Ley solo sí es sí. Pensemos en el portavoz de Feijóo copiando la idea de Salvini —y después de Abascal— de que hay que enviar barcos de guerra para parar los cayucos. Pensemos en el PSOE dejando caer la derogación de la Ley mordaza en la legislatura pasada, en el acuerdo entre PSOE y PP para modificar el CGPJ dejando abierta la posibilidad antidemocrática de que "los jueces elijan a los jueces", en Pedro Sánchez llamando "querida Giorgia" a la heredera de Mussolini en Roma y firmando con ella el pacto migratorio de la vergüenza, en la asunción por parte de la socialdemocracia y sus partidos satélites del furor bélico a las órdenes de la OTAN o en tantas otras cosas.

¿Qué relevancia puede tener en realidad que la ultraderecha política salga de los gobiernos autonómicos si sus ideas ya gobiernan a todos los niveles administrativos a través de partidos políticos de todos los colores? Mientras asistimos a los fuegos artificiales de las dimisiones y los transfuguismo en VOX, esta es la pregunta que nos deberíamos hacer.