Salaria Kea, una enfermera afroamericana en la Guerra Civil Española

Su historia es un ejemplo único de interseccionalidad, de una mujer enfermera afroamericana en una guerra que ocurría a miles de kilómetros de su tierra natal. Hoy, mañana y siempre Salaria Kea y su legado merecen ser recordados

Salaria Kea con el uniforme militar de las Brigadas Internacionales y un parche de los servicios sanitarios
Salaria Kea con el uniforme militar de las Brigadas Internacionales y un parche de los servicios sanitarios

Salaria Kea tiene una entrada en la Wikipedia y es la protagonista de un par de capítulos en los libros de historia y algunos artículos académicos, pero si mencionamos su nombre, incluso entre historiadores, nadie parece conocerla. Enfermera de profesión, Salaria Kea se convirtió en la única mujer afroamericana que combatió el fascismo en la Guerra Civil Española. Pero fue mucho más que una simple enfermera. Una activista de principio a fin, Kea participó en las manifestaciones más tempranas del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos mientras también apoyaba causas internacionales como la oposición a la invasión de Etiopia iniciada por Mussolini en 1935.

Nacida en el segregado sur de los Estados Unidos, Kea se enfrentó a retos y adversidades desde una edad muy temprana. Después de la muerte de su padre, acuchillado mientras trabajaba en un sanatorio, su madre se vio obligada a dejar a Kea, apenas con seis meses de edad, y a sus tres hermanos mayores al cuidado de unos amigos de la familia para poder trabajar y así mantener a sus hijos. Tras dos años volvería a Georgia para casarse con un granjero. Kea confesaba en una entrevista que fueron sus hermanos quienes tuvieron que cuidar de ella mientras su madre estaba ausente. Precisamente ellos, sus 3 hermanos mayores, comenzaron a trabajar a una edad temprana para asegurar que al menos Kea pudiese ir a la escuela.

Durante los últimos veranos de secundaria, mientras trabajaba en la consulta de un doctor, Kea descubrió su vocación y futura profesión: la medicina. Pero no todo iba a ser tan fácil, y sufriendo las consecuencias de la cruda discriminación de las leyes Jim Crow, tuvo que aguantar como, una tras otra, las universidades y escuelas de medicina la rechazaban únicamente por su color de piel. Siguiendo el camino hacia el norte que muchos afroamericanos iniciaron después de la Gran Depresión, Kea viajó hasta Nueva York. En 1930 fue finalmente admitida en la Harlem School of Nursing, una escuela de enfermería al norte de Manhattan.

Salaria Kea opera a un paciente durante la Guerra Civil Española
Salaria Kea opera a un paciente durante la Guerra Civil Española

Casi 30 años antes de las famosas sentadas de Greensboro, Kea y algunas de sus compañeras, protestando contra las normas de segregación racial de la escuela, se negaron a levantarse de una zona del comedor reservada para gente blanca. Las primeras experiencias de Kea con la protesta organizada tuvieron sus resultados cuando, poco después, la escuela prohibió la segregación racial en los comedores. En 1934 Kea se graduó y comenzó a trabajar en varios hospitales donde, en contacto con las enfermeras más progresistas de los años 30, desarrolló su identidad política.

Cuando en otoño de 1935 las tropas fascistas de Mussolini invadieron Etiopia, Kea estaba preparada para entrar en acción y apoyar a uno de los últimos países libres del continente africano. Junto a otras enfermeras lograron recaudar fondos para enviar 75 camas al país. Y unos meses después, cuando las tropas de Mussolini entraron en España para apoyar el golpe fascista de Franco, Kea no se lo pensó dos veces y se inscribió en las listas de voluntarios que acabarían conformando las Brigadas Internacionales.

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El 27 de marzo de 1937 Kea se embarcó en el Paris, uno de los muchos barcos que desde distintas partes del mundo llevaban los voluntarios hacia España. Salaria Kea es hoy un nombre más en la lista de los aproximadamente 2,800 voluntarios estadounidenses que lucharon en las brigadas Lincoln y Washington. Pero en esa lista de nombres es la única mujer afroamericana (de un total de ochenta y cinco afroamericanos entre todos los voluntarios estadounidenses). Asignada a una unidad médica, Kea fue responsable durante los primeros meses en España de la transformación de la antigua residencia de verano de Alfonso XII en el Hospital Villa Paz. El antiguo palacio había sido ocupado por ganado, infestado con mosquitos y la fontanería y electricidad hacía tiempo que habían dejado de funcionar.

3.	 “A Negro Nurse in Spain”, un panfleto publicado en 1938 que narraba las vivencias de Salaria Kea para recaudar fondos para la Guerra Civil Española
“A Negro Nurse in Spain”, un panfleto publicado en 1938 que narraba las vivencias de Salaria Kea para recaudar fondos para la Guerra Civil Española

Kea se dio cuenta de que entre las mujeres republicanas que intentaban ayudar a convertir el palacio en hospital, muchas no sabían leer, por lo que junto a otros voluntarios internacionales y en apenas seis meses no solo inauguró el hospital, sino que también enseñó a toda la plantilla a leer y escribir. Muy pronto Villa Paz, que nunca cesó de operar en las condiciones más difíciles, estaba lleno de etíopes, cubanos, estadounidenses, alemanes y muchas otras nacionalidades de las Brigadas Internacionales.

Durante la ofensiva de Aragón iniciada a principios de 1938, Kea acudió al frente para tratar a los heridos de urgencia que no podían ser trasladados a los distintos hospitales de la zona republicana. En un escrito dedicado a su labor y publicado poco después de su vuelta a Estados Unidos, Kea recordaba como en medio de la batalla, con aviones de ambos bandos sobrevolando el cielo: “luchaban sobre nuestra unidad médica. Podíamos oír las balas perdidas mientras cruzaban los olivos”.

En uno de los bombardeos fascistas Kea perdió al resto de su unidad y tuvo que caminar sola hasta Barcelona donde, en el último intento de repeler el avance fascista, habían sido enviadas la mayoría de unidades de las Brigadas Internacionales. Con la inmensa ventaja de la moderna aviación fascista italiana y alemana era solo cuestión de tiempo que las Brigadas Internacionales y las tropas republicanas fueran obligadas a retirarse. Fue finalmente en marzo de 1938 cuando, en otro bombardeo fascista, Kea acabaría bajo dos metros de escombros, seriamente herida y sin otra alternativa que ser evacuada y enviada a los Estados Unidos.

Durante una entrevista explica las razones por las que decidió ofrecerse voluntaria para luchar en España
Durante una entrevista explica las razones por las que decidió ofrecerse voluntaria para luchar en España

De vuelta en Nueva York, Kea continuó organizando envíos de ayuda médica a España y, después de que las Brigadas Internacionales fueran disueltas por las Naciones Unidas, se mantuvo activa en VALB, la asociación de veteranos de las brigadas estadounidenses que hoy continúa con la labor de memoria histórica bajo la nueva sigla ALBA. En el escrito antes citado, Kea, sobre los motivos para su participación en la guerra y sus convicciones antifascistas, señalaba: “Por supuesto que la gente negra estaría igualmente dispuesta a remediar el sufrimiento de aquellos atacados por el enemigo de todas las minorías raciales, —el fascismo y sus manifestaciones más agresivas— en Italia y Alemania.”

Tras la Guerra Civil Española Kea también participó como enfermera en la Segunda Guerra Mundial. De vuelta en su hogar en Ohio, Kea y su marido, John O’Reilly —un voluntario irlandés de las Brigadas Internacionales con el que se casó durante la guerra— vivieron una vida tranquila manteniendo sus convicciones contra el fascismo, “los enemigos del mundo”, como le gustaba describirlo a ella. El 18 de mayo de 1990 Salaria Kea falleció en su hogar.

Su vida estuvo llena de dificultades y activismo, de constante oposición a las realidades más crudas del mundo: discriminación y fascismo. Su historia es un ejemplo único de interseccionalidad, de una mujer enfermera afroamericana en una guerra que ocurría a miles de kilómetros de su tierra natal. Hoy, mañana y siempre Salaria Kea y su legado merecen ser recordados.