45 años de ‘Retrato de Teresa’: cine cubano revolucionario y feminista en toda la extensión del término

Una película de Pastor Vega, fundador del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que ya en 1979 ponía el dedo en la llaga sobre cuestiones que hoy siguen estando en la lucha política e ideológica

Indudablemente, vivimos en estas semanas de julio de 2024 días de ferviente memoria revolucionaria. Poco entiendo que hay que añadir que no se haya dicho o escrito ya sobre el significado histórico como referente que para todos los pueblos de América Latina tiene la fecha del 26 de julio de 1953, la fiesta nacional del pueblo cubano que conmemora el asalto al Cuartel Moncada, el hecho que inició la revolución que hizo posible la instauración del primer régimen socialista en el continente hermano. 45 años se cumplieron el pasado 19 de julio de la entrada de las tropas del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Managua.

Estoy seguro que toda la gente de mi generación, la que despertamos a la lucha política en los años 80 contra la OTAN, el servicio militar, el paro y la represión que aún existía heredada del franquismo nunca olvidamos aquel lema que decía que Nicaragua sería sandinista o no sería. O la histórica canción de Kortatu

Pero hoy y sin salir de ese contexto, quiero recordar otra efeméride que culturalmente me parece de una relevancia extraordinaria y que entiendo que nunca ha sido suficientemente valorada. Hace ahora también 45 años, el 23 de julio de 1979 se estrenó una de las películas de mayor calidad en todos los sentidos que ha producido nunca el cine cubano y que alcanzó tal repercusión que suscitó tanto en Cuba como más allá de sus fronteras un estimulante debate que 45 años después sigue estando vivo.

Esta película, escrita y dirigida por Pastor Vega se llama ‘Retrato de Teresa’. Una cinta que mostró de manera clara, inteligente y autocrítica uno de los problemas que la sociedad en general y la cubana en particular aunque ha dado pasos importantes para solucionarlo, todavía representa una lacra sobre la cual es necesario segur haciendo pedagogía y trabajando políticamente: el machismo, y más concretamente y de manera quizá paradójica, el machismo existente en una sociedad como la sociedad cubana de finales de los años 70, donde la revolución había hecho posibles grandes avances sociales y culturales y donde la mentalidad colectiva había cambiado, pero que arrastraba un lastre en cuanto a costumbres heredado de los años previos a 1959 que sin duda, no se ha erradicado.

Cartel Retrato de Teresa
Cartel Retrato de Teresa

De manera muy similar a como sucedería en 1993 con la película de Tomás Gutiérrez Alea ‘Fresa y Chocolate’ y el impacto que causó al tocar por primera vez en el cine cubano un tema como el de la homosexualidad, ‘Retrato de Teresa’ supuso en su día un revulsivo igualmente importante para crear debate, discusión, controversia, espíritu crítico, algo siempre enormemente sano dentro de una sociedad en la que existe un grado de pluralidad y diversidad que nada tiene que ver con las estupideces que sobre Cuba y su revolución se dicen desde los púlpitos de la extrema derecha bien pagados por el Departamento de Estado norteamericano o los grupúsculos terroristas de Miami y sus patéticos voceros por estos lares.

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Ambientada en la Cuba de 1978, donde la revolución está ya plenamente asentada, su protagonista Teresa es una mujer de clase trabajadora, candidata a ingresar en el Partido Comunista que como por desgracia sigue ocurriendo 45 años después, tiene que compatibilizar sus ocho horas de jornada laboral en la industria textil con sus labores de cuidado de sus hijos, su actividad política como delegada sindical de su centro de trabajo y como animadora e impulsora de actividades culturales, más concretamente como coordinadora de un grupo aficionado de baile y danza de trabajadores de la fábrica que se prepara para representar a Cuba en el próximo Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes.

Esta situación empieza a provocar frecuentes choques y desagradables discusiones con Ramón, su marido, trabajador de una empresa de fabricación y reparación de televisores.

Ramón, comunista también, trabajador abnegado que de hecho está propuesto por su empresa para ocupar un cargo de mayor responsabilidad en Santiago de Cuba, sin embargo cada vez se muestra más descontento con el hecho de que Teresa dedique tanto tiempo a las actividades políticas y culturales y no tarda en reprocharle, reproduciendo el clásico rol machista del heteropatriarcado tradicional, que la mujer casada debe tener como prioridad el cuidado de sus hijos y de su marido, llegando incluso a preguntarle si pretende sacarse el carnet del Partido sobre sus costillas. Teresa se rebela contra tal pretensión y la situación se tensa hasta un punto en el que tras una violenta discusión en la que hay una dramática escena de maltrato que pone el pelo de punta verla, el matrimonio se rompe.

Teresa es en este sentido, una mujer que busca empoderarse, que critica la desigualdad y la marginación que la mujer sigue sufriendo en Cuba en el entorno familiar – muy significativa es la secuencia de la discusión en una asamblea de trabajadores en la que Teresa denuncia como ella como mujer tiene que seguir trabajando en su hogar fuera de la fábrica, los maridos se desentienden de esa circunstancia y como ante esta situación, “aquí muchos hombres no han evolucionado”- y que se estrella una y otra vez contra el muro de esa mentalidad heteropatriarcal que le asigna un rol que supone un insoportable agravio comparativo en la relación con los hombres. Más todavía cuando en una de las escenas más dramáticas de la película Teresa acude a visitar a su madre confiada quizá en encontrar apoyo a su decisión de divorciarse de su marido y la sentencia de su madre cae sobre ella como una losa: “Hija, no te engañes, un hombre es un hombre y una mujer es una mujer, y eso aquí no lo cambia ni Fidel”.

Pero Teresa es una mujer de voluntad firme, que se niega a ser esclava del rol familiar impuesto que le niega el derecho a desarrollar plenamente su personalidad y a realizar sus inquietudes y sumamente implicada tanto en el trabajo sindical -como metáfora de lo que deber ser el verdadero socialismo, en el colectivo, entre sus compañeros de trabajo, sí encuentra el calor humano y el apoyo que no encuentra en su familia- como en lograr el objetivo de que el grupo de danza consiga su objetivo. Cuando lo logra, su superior sindical le recuerda una consigna de los primeros tiempos de la revolución en 1959, un lema que tampoco ha perdido vigencia ni significado hoy, y que no está tan lejos del “Sí se puede”: “Cuando convertimos lo imposible en posible, eso es revolución”.

Me parece pertinente dejar como detalle para la reflexión el hecho de que en 1979, una película como ‘Retrato de Teresa’ se adelantase tres décadas a una problemática que el cine español tardó mucho más tiempo en abordar -quizá “¿Qué he hecho yo para Mercer esto?” de Pedro Almodóvar de 1984 se podría lejanamente equiparar- en el marco de una sociedad que todavía algunos consideran sometida a una “dictadura”, en gran medida fruto de su desconocimiento. Recomiendo sinceramente su visionado, es toda una lección histórica de feminismo.


Puedes ver la película completa aquí: