Elecciones en EEUU

Tim Walz, ¿la izquierda en EEUU?

La principal apuesta del Partido Demócrata parece consistir en conquistar el voto de progresistas y jóvenes desencantados con Biden pero sin renunciar a ese electorado que se identifica con la “middle class” aspiracional que tan bien representa Walz

La semana pasada, la candidata presidencial demócrata Kamala Harris definió finalmente quién sería su compañero de fórmula. Tim Walz, de 60 años, gobernador del estado de Minnesota desde 2019, se impuso aparentemente en el último momento de la contienda frente a su homólogo en Pensilvania, Josh Shapiro, y Mark Kelly, senador por Arizona, que figuraban entre los favoritos. 

La pregunta es: ¿por qué Kamala ha terminado decantándose por el gobernador de Minnesota? Estaba claro que su compañero de juego tenía que ser un hombre blanco que equilibrase el perfil hacia ese electorado del cinturón industrial y del medio oeste rural estadounidense, que podría estar tenso por la candidatura de una mujer negra, así un poco como los amigos cuarentones de Pedro Sánchez asustados por las feministas.

Josh Shapiro, una rutilante figura del partido, es el gobernador de Pensilvania, que es uno de esos ‘swinging states’, es decir, cuyo voto bascula entre ambos partidos. La figura de Shapiro, niño bien de Georgetown, en el estado que gobierna tiene respaldo y proyección, pero su sionismo militante puede haber jugado en su contra en un momento en que Kamala Harris tiene que fingir que le preocupa la cuestión palestina.

Que Harris renunciara a Shapiro no ha sentado nada bien en los círculos sionistas

Voluntario en el ejército israelí en su juventud, casado en Jerusalén y con fuertes vínculos con empresas y organismos israelíes, Shapiro ejerció como fiscal general del estado de Pensilvania antes de llegar a ser su gobernador. Ha sido implacable contra todas aquellas entidades que han criticado a Israel como, por ejemplo, la heladera Ben and Jerrys, que forma parte del Movimiento del Boicot y Desinversión a Israel, y le quiso aplicar la ley estatal antiboicot, que castiga a las empresas que no colaboran con el Estado de Israel. También ha cargado contra las escuelas que desinvertían en Israel y, por supuesto, recientemente, contra las y los estudiantes propalestinos, a quienes acusa, como no, de antisemitas, de supremacistas, y ha llegado a compararlos con el Ku Klux Klan.

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Que Harris renunciara a Shapiro no ha sentado nada bien en los círculos sionistas. De hecho, el republicano Mike Jhonson, presidente de la Cámara de Representantes de los EEUUs, echaba leña al fuego asegurando que Shapiro había sido rechazo por ser judío y que los demócratas “se iban a arrepentir”. 

El otro candidato descartado fue Mark Kelly, exastronauta y senador por Arizona, donde su perfil también parece ir en ascenso. Tenía muchas papeletas para ser el candidato a vicepresidente: perfil moderado, pasado militar en la marina, pero con la promesa de empujar por el derecho al aborto en ese estado, Arizona. 

Finalmente, como ya sabemos, el gato al agua se lo ha llevado Tim Walz. ¿El motivo? La principal apuesta del Partido Demócrata parece consistir en conquistar el voto de progresistas y jóvenes desencantados con cómo el Gobierno de Biden gestiona el genocidio en Gaza, pero sin renunciar a ese electorado que se identifica con esa “middle class” aspiracional -aunque luego no lo sean- y que tan bien representa Walz.

Tim Walz parece todo un señor al lado de Josh Shapiro, sí, y para lo que es ‘la izquierda’ en EEUU, todo un revolucionario. Si haces un repaso por los medios, puedes comprobar  que lo que se le está aplaudiendo en EEUU es algo que constituye los pilares del estado del bienestar europeo desde hace años. 

Una de sus medidas estrella es una ley estatal que garantiza tres comidas diarias a todos los escolares de Minnesota, lo que llevó a la reducción en un tercio de la pobreza infantil. Esta medida hace que en los medios ya lo definan como alguien que hizo un giro a la izquierda desde posiciones más bien centristas. Dicen que es bastante respetado por los sindicatos porque promovió leyes de protección sindical. También consiguió que las bajas por maternidad o enfermedad sean pagadas, toda una fantasía para la gran mayoría de los estados del país norteamericano. 

En clave cultural, defiende al colectivo LGBTIQ y el derecho al aborto. Walz también legalizó la marihuana, ilegalizó las terapias de conversión sexual, aprobó un proyecto de ley que permite a personas indocumentadas tener una licencia de conducir y sacó una legislación que exige que su estado quede libre de carbono para 2040.

Estas políticas han convertido a Walz en el favorito de la izquierda demócrata, y su nominación como vicepresidente ha atraído grandes elogios de personas como el senador Bernie Sanders y la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. Pero como en un buen ‘biopic’ americano, no todo son luces en el CV de Walz. Hay también sombras. Walz comenzó siendo un entusiasta defensor de la segunda enmienda; es decir, del derecho del pueblo a poseer y portar armas. Mantuvo una política favorable hacia las armas durante los diez años que trabajó en el Congreso, y gracias a ello, la Asociación Nacional del Rifle le colocó en la cima de su “rating” para apoyar su reelección desde 2010 a 2016, lo que significa donaciones para su campaña. 

No obstante, a partir de entonces, tras lanzar su candidatura para gobernador de Minnesota, la postura de Walz cambió:  "Soy veterano, cazador y propietario de un arma. Pero también soy padre. Y durante muchos años fui maestro. Se trata de mantener a nuestros hijos a salvo. Y duermo perfectamente", dijo. De hecho, ha donado a proyectos de caridad el equivalente a lo que recibió como donaciones por parte del movimiento pro armas. 

En 2020, tras el asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis, convocó a la Guardia Nacional para dispersar las protestas sociales de Black Lives Matter contra el racismo y la violencia policial. Paradójicamente, mientras sectores de izquierda lo criticaban por sofocar el levantamiento con militares, tanto demócratas como republicanos lo acusaron de responder demasiado tarde y sin demasiado ahínco. 

También su propuesta por descarbonizar el estado para 2040 choca un poco con el visto bueno que ha dado a la construcción de un tercer oleoducto que, para más inri, atravesaría tierras ancestrales de tribus originarias. 

Walz se posiciona como alguien contrario a la guerra y a eso se debe, en gran parte, su elección para la fórmula. Sin embargo, si bien en 2007 se opuso al aumento de tropas estadounidenses en Irak, sí que apoyó la financiación de otra guerra, la de Afganistán. 

¿Y cuál es su postura con respecto al genocidio en Gaza? En marzo pasado, en declaraciones a la Radio Pública de Minnesota, dijo: “Se pueden sostener ambas cosas a la vez: que Israel tiene derecho a defenderse y que las atrocidades del 7 de octubre son inaceptables, pero que los civiles palestinos estén atrapados en esto. tiene que terminar”. Vamos, declaraciones que no van a cambiar nada. 

Disculpen si no nos entusiasmamos con esta nueva configuración del marxismo-bidenismo, y tendemos a tener una sana sospecha sobre el límite de cualquier progresismo avalado por el aparato demócrata, o al menos, por sus facciones dominantes

A esto se suma el hecho de que mientras estaba en el Congreso, entre 2007 y 2019, votó a favor de condenar una resolución de la ONU que sostenía que los asentamientos israelíes en Cisjordania eran ilegales. Así que nada, si tenían por ahí alguna ilusión, se la ahorran para otro momento. 

En cuanto a su postura en torno a Rusia, sin sorpresas, salvo, quizá, por el detalle de que su estado, Minnesota, alberga las sedes de algunos de los principales fabricantes de armas que se suministran a Ucrania, con todo lo que ello implica a nivel de ganancias. 

Respecto a China, Walz tiene toda una historia. Vivió en ese país en 1989 y dice haber sido testigo directo de las protestas y la masacre en la plaza Tiananmen. "Se sentía como si la libertad estuviera barriendo el mundo, y era simplemente un sentimiento muy optimista", dijo en imágenes sin fecha que actualmente circulan en redes. De hecho, se casó con su mujer en el quinto aniversario de la masacre, porque ella quiso “una fecha que recordaría para siempre”. Es partidario de la independencia del Tíbet, en 2018 llegó a conocer al líder espiritual de esta región, Dalai Lama. No se fía de la expansión china en el Mar de China Meridional y considera que, por ello, EEUU no debería reducir su gasto militar.

En fin, no tenemos otra izquierda que proponerles hoy. Solo nos queda esta. Pero bueno, que al lado de Trump es toda una maravilla, por supuesto, y el entusiasmo se empieza a notar en las encuestas. La fórmula Harris-Walz ya adelantan ligeramente a Trump-Vance en intención de voto en los sondeos nacionales y en los de los estados clave, según la medición de encuestas de Nate Silver.

Tengamos en cuenta que Joe Biden deja el cargo con la aprobación más baja de un presidente en el cargo y  que su administración es impopular para muchos sectores sociales. Puede que los demócratas ofrezcan alegría, esperanza e inclusión, pero el presente que ahora dejarán no es tal. 

Disculpen si no nos entusiasmamos con esta nueva configuración del marxismo-bidenismo, y tendemos a tener una sana sospecha sobre el límite de cualquier progresismo avalado por el aparato demócrata, o al menos, por sus facciones dominantes. Un siglo y medio de historia del mundo avala nuestras sospechas.

Y sí, nos van a decir que lo que tienen enfrente es muchísimo peor, insoportable, y que de momento, con estos bueyes hemos de arar. Nos suena este relato. Pero llevamos atrapadas en esta rueda demasiado tiempo, y el tiempo, en este mundo en llamas, no corre igual de rápido para todos.


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