¿Y qué si Ucrania atacó a la OTAN?

Según la versión del Wall Street Journal, fue Ucrania quien atacó Nord Stream en 2022, constituyendo una agresión contra infraestructura crítica de un país miembro de la OTAN. ¿Realmente podría este hecho, de confirmarse, alterar la relación de Europa con Ucrania?

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski — Ukraine Presidency/Ukrainian Pre / Zuma Press / ContactoPhoto
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski — Ukraine Presidency/Ukrainian Pre / Zuma Press / ContactoPhoto

Con anterioridad a cualquier reflexión, conviene citar íntegramente el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte: “las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte. Cualquier ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas adoptadas en consecuencia serán inmediatamente puestas en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas cesarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las disposiciones necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales”.

Esta noción de defensa mutua, que fue una sobre las que se justificó, entre otras decisiones, el apoyo francés al Reino Unido en la guerra de las Malvinas (a pesar de no desarrollarse en suelo europeo) no está ni cerca de aplicarse en el caso de Kiev. No es esperable, de hecho, ni siquiera si las pruebas que sostienen la versión de la autoría ucraniana de la destrucción del Nord Stream en 2022 alcanzan un punto decisivo de irrefutabilidad. Alemania, según la descripción dada en el Wall Street Journal, habría sido agredida en una de sus infraestructuras críticas por un país que no forma parte ni de la OTAN ni de la Unión Europea.

El relato institucionalista de los gobiernos europeos aplica según contexto; más concretamente, según utilidad

¿Y qué? Ciertamente, no habrá consecuencias en ninguno de los casos. Toda institucionalidad, incluso la institucionalidad imperialista de la OTAN, está siempre subordinada a los intereses coyunturales específicos que hacen la defensa de los lineamientos estratégicos de los actores. El relato institucionalista de los gobiernos europeos aplica según contexto; más concretamente, según utilidad. El caso venezolano es ilustrativo: la Unión Europea profesa una exaltada preocupación por el respeto de la institución electoral en Venezuela, pero dicho terror a la “tiranía” ni estuvo ni se le esperó en el catastróficamente irregular proceso electoral en Chad. Es lógico: Chad no tiene la mayor reserva de petróleo del mundo ni es un enclave global de disputa político-ideológica.

En el caso ucraniano, hasta los lineamientos mínimos de la OTAN parecen papel mojado. La ciega adhesión de la Unión Europea a los designios estratégicos de Washington está por encima de cualquier institución, que es siempre fruto de una coyuntura concreta y, a menudo, irrelevante para la defensa de los intereses del imperialismo (y, por ende, descartada). Alemania, el actor afectado en forma más directa por la destrucción de la infraestructura gasística rusa, ha sido un ente decisivo para el apoyo europeo al esfuerzo de guerra de Ucrania. Si la versión del WSJ es correcta, Kiev habría ejecutado un acto de guerra contra Berlín con el objetivo de cortar los lazos energéticos entre Alemania y Rusia y, de paso, facilitar la subordinación a Estados Unidos en el acceso al Gas Natural Licuado.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Esta dependencia económica del gas estadounidense ─la misma que se buscaba desesperadamente evitar con Rusia─ podía facilitar, en el medio plazo, que Estados Unidos condicionase la política exterior de una Europa necesitada de un soporte energético. En este caso, el control del recurso gasístico es, por extensión, poder político. Washington no solo se logró ganar un lugar determinante como suministrador de GNL a Alemania, sino que, consecuentemente, ganó una baza de presión sobre Berlín, actor central del ajedrez europeo.

Si, tal como reza el tratado fundacional de la OTAN, “un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas”, ¿en qué lugar quedaría Ucrania en el caso de que la versión del Wall Street Journal sea correcta? Incluso aunque pueda alegarse que Zelenski desaprobó la realización del ataque, la tesis del WSJ expone que, inicialmente, el presidente de Ucrania sí aprobó el ataque. Para Kiev, era un movimiento táctico interesante a esas alturas de la guerra, consciente de que el artículo 5 del tratado se aplica o no según convenga.

Si uno se rige por las líneas del acuerdo de defensa mutua, Ucrania ha atacado militarmente a Alemania, miembro de la OTAN y de la Unión Europea y, en consecuencia, los estados miembro deben actuar conjuntamente y responder a la agresión. Evidentemente, los intereses de Washington y sus aliados chocan frontalmente con su propio tratado en este punto y, por ende, será ignorado. Alemania está dispuesta a  renunciar a su autonomía estratégica una vez más, de igual forma a como lo han venido haciendo los actores europeos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Ucrania no solo seguirá siendo aliado mientras dure el conflicto, sino que seguirá recibiendo el apoyo financiero y militar de los actores europeos mientras Estados Unidos así lo dicte

Estados Unidos brinda un cierto margen de independencia a Europa únicamente para asuntos internos que no le son relevantes. En el marco de una conflagración proxy contra Rusia, evidentemente ningún país europeo va a tener el visto bueno de Washington para responder a una agresión de Ucrania, aliado forzosamente impuesto por la Casa Blanca durante la administración Biden, para la que desgastar a Rusia (a costa de la cantidad de muertos que sea necesaria) es un asunto existencial.

Estados Unidos obtiene amplias ventajas de la cronificación de la guerra en Ucrania: acceso privilegiado al mercado gasístico europeo, dependencia energética de Alemania respecto al propio Estados Unidos y desgaste militar de Rusia. Por consiguiente, ni la institucionalidad más enarbolada (la de la OTAN) se impondrá a la defensa específica de los intereses del bloque. Ucrania no solo seguirá siendo aliado mientras dure el conflicto, sino que seguirá recibiendo el apoyo financiero y militar de los actores europeos mientras Estados Unidos (elecciones presidenciales mediante) así lo dicte; que Kiev en efecto atacase infraestructura crítica alemana sería, como mucho, una anécdota.